Tengo algunas experiencias musicales que recordaré siempre y a ellas se incorpora en lugar preferente el último concierto del minifestival del quinto aniversario del Pérez Galdós, pues por programa y, sobre todo, por interpretación quedará en mi memoria y de seguro en la de los asistentes que prácticamente llenaron el aforo. Olvidaba decir que se trataba del Trío formado por Anne-Sophie Mutter, violín; Lambert Orkis, piano, y Daniel Müller-Schott, violoncello, auténticos triunfadores, al 33,33%, del evento.

Fue sobre todo en la repetición de la exposición del Allegro moderato del Trío en si bemol mayor, op. 97, 'Archiduque', de Beethoven, donde empecé a darme cuenta de lo que nos esperaba: técnica perfecta, dinámicas adecuadas, sonido aterciopelado, compenetración mágica entre los tres artistas, y todo al servicio de una de las cumbres musicales para esa combinación. Gracia y ritmo en el Scherzo, emoción contenida en el Andante cantábile que se nos hizo corto, con diálogos violín-cello que parecían un solo instrumento e instrumentista con varias cuerdas. Si a eso añadimos la alegría desbordante del Allegro final nos queda lo que ya he dicho: una velada inolvidable.

No tiene mucha música de cámara Chaikowsky y, por ello, su Trío en la menor , op . 50 "en memoria de un gran artista" nos sorprendió ya que es una obra que aunque casi cíclica, tiene una gran variedad de ritmos, un uso muy personal y eficaz de los tres instrumentos y se escucha con verdadero agrado ya que se ve el homenaje fúnebre del compositor a su gran amigo el pianista Nicolai Rubinstein, que era su antítesis en carácter y humor: en cuanto a su interpretación vale decir lo mismo de la primera parte aunque el estilo eslavo se notó perfectamente y no creo que esta música pueda tener otra versión tan variada como la nuestra en la que abundaron los diálogos magistrales de los artistas, la variedad de ritmos con algunos valses (tan queridos por su autor) y que entregaron al público en una ovación tan cerrada que arrancaron una Habanera de Ravel y otra pieza tan cantábile que lamentamos que terminara el concierto que, por cierto, fue dos veces bueno: no hubo toses.

Es curioso cómo gusta la música de cámara y, salvo las aportaciones de la Sociedad Filarmónica, qué pocas veces la oímos. Que cunda el ejemplo pero que no tardemos en tener otra vez, u otras veces, con nosotros a la encantadora Anna-Sophie Mutter, auténtico motor del Trío, aunque, insisto, su mayor mérito está en eso, en que forma parte de un Trío.