Bruce Springsteen descansa en el Sur de Gran Canaria desde ayer por la tarde, y hoy promete reivindicar su leyenda como un artista fuera de serie en el concierto que ofrecerá en el estadio de Gran Canaria a partir de las 21.00 horas. El Boss pisó la Isla después de las 15.00 horas después de que durante la mañana se especulara en qué vuelo venía, si lo hacía en línea regular o, como al final sucedió, lo haría en un avión en el que viajaba el largo centenar de personas que le acompañan entre músicos, técnicos y equipo de producción.

El Boss junto al resto de la E Street Band hicieron noche en el Sur. Con la excepción de su esposa, Patti Scialfa, a quien Springsteen excusó el pasado domingo en Sevilla y por tanto se desestimaba su presencia en la capital grancanaria en el que será el segundo concierto de la gira europea, la crew del Wrecking Ball Tour, título de la gira y del álbum de estudio nº 18 de Springsteen, se alojó en el Seaside Grand Hotel Residencia y en el Palm Beach, ambos en Maspalomas.

Allí le esperaban un grupo de periodistas y varios seguidores que se quedaron con las ganas de que el autor de The River y Born to run les estampase su firma, o les diese al menos un saludo desde la distancia. Con media docena de policías rondando el hotel, yendo y viniendo, y apartando a los curiosos que se apostaban a las puertas a ver por qué tanto despliegue, pasaron casi dos horas hasta que apareció un mercedes negro junto a dos furgonetas blancas. El coche siguió de largo en una clara maniobra de despiste, mientras los otros dos vehículos entraron al hotel. Y allí no estaban ni el Boss ni sus músicos, que llegarían media hora después. El de Nueva Jersey prefirió usar una entrada trasera y discreta que da entrada al citado hotel y a la que se accede desde la vía que bordea la Charca de Maspalomas.

Luego llegaron los músicos, pero al igual que su jefe sin ganas de hablar y mucho menos de fotografiarse. Primero el guitarrista Steve Van Zandt, que hizo caso omiso a las voces; y luego Jack Clemons, el sobrino del malogrado Clarence Clemons.

Un joven tinerfeño que portaba la edición especial de Born to run se quedó con las ganas de ver en persona al Boss, al igual que José A. Santana, miembro de la Plataforma contra la regasificadora en Gran Canaria, que acudió desde las 11.00 horas a las puertas del complejo hotelero para pedirle a Bruce "medio minuto" y ofrecerle un comunicado y una camiseta.

Estos dos juntos a otra media docena de fans decidieron montar guardia hasta poco antes de las 21.00 horas. Poco premio obtuvieron de Springsteen, confiados en que, al ser solo unos cuantos, saliera al menos a saludar, como hicieron sus músicos en Sevilla en el hotel Alfonso XIII en el que se hospedaron, o el propio Bruce en el ensayo y encuentro con los medios de comunicación que mantuvo en el estadio hispalense.

El anuncio de una salida del hotel de Bruce y los suyos con destino a una hipotética prueba de sonido en Siete Palmas disparó otra vez las alertas. Otra vez el juego de coches y el Boss volvió a salir por la puerta falsa. Los que allí quedaron tuvieron como premio menor al batería y percusionista Max Weinberg, quien no dudó en firmar autógrafos y dejar que las cámaras inmortalizaran el momento.

De la agenda de Springsteen y los suyos poco trascendió ayer. A la privacidad del hotel se une el hermetismo de la productora Doctor Music, empresa que gestiona la gira española. El equipo de Doctor Music que llegó ayer a la Isla sí estuvo en el estadio de Gran Canaria a última hora de la tarde de ayer sin que el artista les acompañase. Hoy lo hará previsiblemente después de mediodía. Mientras, reposa en su cuartel general instalado en Maspalomas.