En la cárcel se han fraguado algunos grandes títulos de historia de la novela negra. Y Autores como Raymond Chandler o Chester Himes escribieron sus obras maestras durante su estancia en prisión. Y es que nadie como ellos conocía el funcionamiento del lumpen en los suburbios americanos.

Por este motivo, el Concurso Nacional de Relatos Cortos Ángel Guerra, promovido todos los años por Instituciones Penitenciarias y la Fundación Mapfre Guanarteme, tiene como objetivo fomentar la escritura de los centros penitenciarios para encontrar, quién sabe, un talento literario como Chandler, cuyo carismático detective, Philip Marlowe, fue interpretado numerosas veces por Humprey Bogart y Robert Mitchum.

El centro penitenciario de Salto del Negro fue ayer el marco para la celebración del Tercer Encuentro de dicho concurso, cuyos doce mejores relatos ya han sido publicados en el tercer volumen de Cuentos desde la celda de la Fundación Mapfre Guanarteme. Cristina Fallarás, escritora, periodista, y miembro del jurado de esta edición, fue la invitada. Fallarás, que presidió el acto, estuvo acompañada por el presidente de Mapfre, Julio Caubín, y el director del centro penitenciario, Manuel Moreno, y recordó ante los reclusos cómo había sido su experiencia en el campo de la literatura.

"Escribir es el mayor ejercicio de libertad", señaló Fallarás en el salón de actos ante una audiencia de cerca de un centenar de internos. "Cuando salió mi primera novela, No acaba la noche", continuó, "yo era directora de las Mañanas de Radio Nacional de Cataluña, y me quedé embarazada de mi primer hijo, Lucas. Al quinto mes me echaron a la calle porque había un cambio de programación".

Sociedad

"Yo entendí que embarazada de siete meses nadie me iba a dar trabajo, y pensé, '¿qué puedo hacer en esta sociedad que nadie tenga que pagarme a priori?', y empecé a escribir mi primera novela que relataba los excesos del poder en la Barcelona de 1992, y que publicó la editorial Planeta". En 2010, la escritora volvió a quedar embarazada y la volvieron a echar a la calle. "Pero esta vez no me hizo tanta gracia", señaló. "Aquí dije, 'me echaron por estar embarazada', y escribí mi tercera novela negra, Las niñas perdidas, que no era una novela social entretenida, sino una barbaridad, donde hacía un retrato de una sociedad que no me gustaba".

Con dicha obra, Fallarás ganó el premio L'H Confidencial de 2011 , "y entendí que aquel retrato de la sociedad por el que me daban el premio nacional de novela, no hubiera podido escribir en ningún otro medio. Es decir, aquella libertad que me daba mi escritura, me permitía escribir de una manera honesta, diciendo lo que yo pensaba de la sociedad", como hizo en otro momento Chester Himes.

"Sorprendentemente", aclaró, "mi escritura me permitía sacar a la luz aquello que me habían prohibido, y hacer de eso una manera de la que vivir", ya que esa escritura se había convertido para ella un ejercicio de libertad, "y el único que nadie podía quitarme", añadió la escritora.

Fallarás recordó cómo ha habido muchos escritores que han sufrido cárcel y recordó a un personaje de una novela de Jack London que, en los casos límite, se metía en su interior y creaba otro mundo. "Cuando algo no nos gusta", señaló, "la escritura nos permite mirarnos hacia nosotros". Las palabras de Cristina Fallarás fueron recibidas de forma muy acalorada por los internos. Así, puede que algún día uno de ellos retrate la periferia de la capital grancanaria al modo de los mitos del Bronx.