A veces para hacer música sólo hace falta aire, cuerdas y unas manos para percutir. Vocal Siete dejó claro en su concierto, este fin de semana en el Teatro Guiniguada, que para crear música a veces es suficiente con la voz. Al principio le cuesta al espectador hacerse a la idea de que la mezcla de sonidos procede únicamente de sus gargantas y se busca, sin éxito alguno, el origen de tal prodigio sobre el escenario.

Con un repertorio tan variado donde cabe desde Tom Jones a Celia Cruz, pasando por la música tradicional canaria y los ritmos del pop de los años 80 y 90, el septeto ofreció un espectáculo donde no hubo momento para el aburrimiento. En cada uno de sus temas se descubrió un talento admirable para reproducir sonidos tan variopintos como el de una batería, una trompeta o unos timbales. Y si al orden de las canciones parecía faltarle cierta coherencia a la hora de enlazar unos con otros, la miscelánea resultó ser tan entretenida que la noche acabó por escorarse hacia el disfrute.

La primera sorpresa llegó de la mano de Rafael Sánchez, que parece tener guardada una caja de resonancia en la barriga. A cargo de la percusión latina y la batería, de su voz y sus manos surgieron todos los sonidos posibles. Félix López, imitando los sonidos del bajo, fue el responsable de mantener el ritmo en todo momento y de dar coherencia al conjunto, que sonaba en cada número como una orquesta. Por si no fuera suficiente asombro, Manolo Estupiñán se encargó de traer hasta el escenario el potente sonido de una guitarra eléctrica. Las voces de Félix Padrón, Marcos Suárez, Rubén Sánchez y José Suárez –que imitó una portentosa trompeta- terminaron de dar forma al espectáculo.

La noche contó además con la presencia de otros artistas. La primera invitada al escenario fue Virginia Guantanamera, que tras hacerse pasar por una espectadora más pasando apuros en el escenario, descubrió su voz y cantó con el grupo un bolero y una marchosa salsa. Germán López, con su prodigioso timple, fue el único instrumento que asomó durante la velada. Su versión de Chipude-de José Antonio Ramos- se combinó con las voces de Vocal Siete en una hermosa melodía. El palmero Ramón Araújo interpretó La curva de la felicidad con el acompañamiento de los músicos y fue imposible para el público no esbozar una sonrisa. Ginés Cedrés y su popular Borracho hasta el amanecer terminaron de poner la nota festiva. Yanely Hernández, la popular humorista de En clave de Ja, mostró su faceta de cantante con una versión de Remolino, de Pancho Céspedes y al final del concierto terminó de animar la noche, ya para entonces convertida en un relajo, con la aparición del cómico personaje al que da vida: Jacinta, que se atrevió incluso con una divertida versión del tema de la serie televisiva Betty la fea.