La discreción extrema, por no hablar de timidez, han añadido misterio a la vida y el arte de Jane Millares Sall, sobre todo desde el adiós de su esposo, Luis Jorge Ramírez, que era todo lo contrario en presencia social y expansividad periodística. Luis adoraba a Jane por encima de toda medida, sumando a la ternura un respeto ilimitado por su obra pictórica y escultórica. Siempre supo que era una de las grandes del siglo XX, y tenía razón. La involuntaria pero inevitable sombra proyectada por la obra de Manolo Millares en la de sus notabilísimos hermanos resultó más densa en el caso de Jane, por ser la pintura el lenguaje de ambos. Pero ella tenía en Luis Jorge no solo a su primer exégeta sino al hombre inteligente capaz de proyectarla más allá de la intimidad familiar y los círculos amicales. Gracias a esto hemos gozado décadas de creatividad original y profunda, una voz diferenciada en el primer nivel de la plástica canaria. Y seguimos disfrutándola gracias a sus hijos.

Luis y Jane, Jane y Luis: inseparable tándem en nuestra memoria de la cultura y de los valores entrañables. Frecuenté su casa de Ciudad Alta, en una calle sosegada y con pequeños jardines. Trabajaban codo a codo, cada cual en lo suyo, respirando siempre la atmósfera de la mejor música. Grandes grabaciones en la discoteca y libros indispensables en la biblioteca, con el silencio y la paz exteriores a modo de contrapunto. Llevaba él casi todo el peso de la conversación, intercalando ella agudas observaciones. La sonrisa azul, cien por cien millariana, tenía una luz pudorosa y como adolescente. El esposo cuidaba admirablemente la doble faz de una mujer-niña y una artista extraordinaria. La felicidad conyugal era manifiesta. Y compartirla en su inspirado espacio íntimo fue un privilegio para los amigos.

Diario de una pintora (*) es el enunciado de la exposición que presenta el Centro San Martín de Cultura Contemporánea. Jane Millares tiene 84 años y nunca dejó los pinceles, los lápices, las ceras o el pastel. La obra es grande pero reposada, mejor descrita en la individualidad que en la cantidad. Su experiencia y evolución han constituido un estilo privativo, inequívoco, que parte del indigenismo y abarca una interpretación integral del alma canaria a través del rostro y la figura, el hábitat, el paisaje, la morada, los enseres y las costumbres. Sus imágenes representan el ser y el estar isleños, no circunscritos a etapas del pasado sino tan presentes como ancestrales al articularse en la figuración o la abstracción. Esa iconicidad constante se exterioriza en actitudes espontáneas o cinceladas en el plano, como si fueran geometrías escultóricas, volúmenes emblemáticos. Convoca no solo el placer de la mirada sino la intelección de un universo antropológico y social que nos invita a calar más allá de la forma aparente. Después de una muy larga ausencia de las galerías, esta muestra antológica es un acontecimiento excepcional. El misterio de Jane regresa a la mirada de todos en una de esas ocasiones que hacen historia.

(*) La exposición 'Jane Millares Sall, Diario de una Pintiora' se inaugura el jueves 14 a las 20.30 horas en San Martín Centro de Cultura Contemporánea. Se podrá visitar hasta el 29 de julio.