Hoy cumple nada menos que 70 años Paul McCartney, que lleva 42 arrastrando la pesada etiqueta de exbeatle. Supera pues de sobra las previsiones de senectud que expresó en su clásica canción When I'm sixty-four (Cuando tenga 64), y hoy es un anciano marchoso que sigue dando conciertos de rock allá donde lo requieren. Su último disco, Kisses on the bottom, recupera las canciones que acompañaron su infancia entre el crepitar electroestático de las viejas radios de sobremesa. Y como para hacer honor a ese temblor nostálgico, el propio Paul muestra su voz agrietada y ahumada por el paso de los años. Suena a ratos como un abuelo contando-cantando batallitas de otros tiempos sobre una mecedora y con manta a cuadros sobre las piernas por si las corrientes de aire .

Pero esa no es la tónica habitual. Con un pelo teñido que recuerda peligrosamente al de Camilo Sesto y alguna operación de estética que trata de desdibujar las arrugas, Macca juega la clásica carta del rockero entrado en años: la eterna juventud. Hace tres lustros que no nos deja algo parecido a un gran disco, pero da igual. Sigue petando los estadios con sus actuaciones y no cesa de recibir premios, galardones y condecoraciones varias.

Es imposible una apreciación justa del conjunto de grabaciones de McCartney posteriores a la traumática clausura de los Beatles. La sombra del cuarteto de Liverpool es tan alargada que todo lo oscurece. Ni Paul ni nadie ha podido hacer frente a semejante gigante. Nuestro hombre hace 25 años que ni lo intenta; sabiamente optó por unirse al enemigo, que no es más ni menos que su anterior encarnación, y cantar y celebrar aquellas canciones en sus conciertos, junto a las que ha compuesto posteriormente.

Con un estupendo oído y un olfato melódico casi infalible, el pop nació para él y él para el pop. Hasta como bajista, sin ser ni de lejos un virtuoso, Paul ha legado a la posteridad algunas líneas espléndidas, de un lirismo que pocos más han sabido encontrar en ese instrumento grandote y patoso. Desde hace veinte años nos viene martilleando con proyectos que lo alejan de su terreno natural, con rimbombantes oratorios y obras orquestales, con la aproximación al bakalao machacón de The fireman. No hacen sino confirmar que los zapatos a los que se debe atener este zapatero tienen forma de canción.

Parece que ahora crece la apreciación por algunas obras de la etapa post beatle, como muestran las buenas críticas que ha merecido la reciente reedición de Ram. El autor de Yesterday se deja querer sonriente. Siempre quiso alzar una leyenda sobre su segunda carrera musical y nadie le ha hecho mucho caso.

A McCartney le ha faltado básicamente una segunda opinión. Cualquiera que conozca los temas inéditos que andan circulando en discos piratas, sabe que se ha dejado olvidadas en casa unas cuantas obras maestras. Y por contra, ha editado, junto a canciones muy brillantes verdaderas mediocridades. Le ha faltado John Lennon.