La decimosexta edición del Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de Las Palmas de Gran Canaria arrancó este sábado con un éxito de público y puesta en escena sin precedentes. Unas 3.000 personas se dejaron seducir por la atmósfera industrial del Puerto de Luz, cuya terminal de contenedores acogió el concierto coral sobre la Novena Sinfonía de Beethoven ofrecido por el Coro y la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria.

Y es que no todas las noches se tiene la oportunidad de escuchar a la Filarmónica entre 60 contenedores con 12 metros de altura, dos grúas y 170 personas sobre un escenario totalmente entregado al son del mar. Sólo la entrada al recinto portuario auguraba ya un espectáculo excepcional.

Nueve guaguas municipales de las dobles, que previamente recogían al entusiasmado público en el Intercambiador del parque Santa Catalina, se adentraban en el laberinto portuario hasta llegar al escenario, una explanada rectangular de 100 metros entre la primera y última silla de plástico.

Allí, con el runrún de los barcos dormidos, los asistentes se daban de bruces con una hilera de contenedores en forma de "u" y dos grúas de 60 metros de altura. "Esto es espectacular, nos hemos quedado flipadas al bajar de la guagua", aseguraban Ana Pérez y Doris Marrero, dos amigas melómanas de la capital grancanaria. "La entrada es grandiosa y muy solemne", añadieron mientras enfilaban la terminal de carga y descarga en tacones.

A esas horas, ya cerca de las diez de la noche, el recinto portuario era un reguero de personas que parecían hormigas junto a la inmensidad de las grúas. "Esto es espectacular, me parece una idea muy original conocer esta parte desconocida del muelle mientras escuchas música clásica", agrega Lola, profesora de inglés en el colegio Claret.

Poco después, ante el aplauso unánime del público, irrumpió sobre el escenario la orquesta, diri-gida para la ocasión por Pedro Halffter con el acompañamiento del coro de la Filarmónica de Gran Canaria, que tuvo como solistas a la soprano Raquel Lojendio, la mezzosoprano Marina Pardo, el tenor Donald Likater y el bajo James Rutherford. "He actuado con la Filarmónica en lugares de todo el mundo, pero estar aquí es una emoción muy difícil de ex- plicar", subrayó el maestro Halffter. Luego lanzó un mensaje de amistad y fraternidad, al tiempo que resaltó la importancia de interpre-tar una obra considerada Patrimonio de la Humanidad en un lugar incomparable.

No en vano, mientras la batuta de Halffter comenzaba a dibujar en el aire los primeros aspavientos, un remolcador del Puerto hizo el paseíllo marítimo de rigor, con chorros de agua a propulsión y juego de luces incluido. El humilde espectáculo marítimo pasó desapercibido para el grueso del público, que ya estaba sumergido en la magia del concierto. El sonido, gracias a la profusión de altavoces, se oía alto y claro desde cualquier parte de la dársena.

"Más que una actuación teatral hemos creado una performance con el muelle como protagonista", explicaba uno de los responsables, el arquitecto municipal Juan Espino. Tanto el público como los organizadores coincidieron en destacar el éxito del espectáculo, así como la importancia y la originalidad de sacar la música clásica de las salas sinfónicas y representarla en una terminal de contenedores, en este caso la del Grupo Boluda. El escenario, que se empezó a montar el miércoles, recupera hoy el trajín habitual del puerto.