En plena vorágine de presentación de su nuevo disco, Andrés Molina se presta a hacer un alto en el camino y dedica cerca de dos horas a charlar con sosiego, a la antigua usanza, sobre el proceso de introspección que define su obra. Se permite la dosis de nostalgia justa de quien tiene mucha carretera a sus espaldas; pero no más, con la mirada centrada en el futuro y los pies bien firmes en el presente. Es la actitud de quien entiende su trabajo como una experiencia de permanente exigencia personal.

- ¿No se da una contradicción entre el concepto desnudo y una producción cargada de arreglos, con gran participación?

- La compañía, aunque parezca una cosa muy metafísica, me hizo desnudarme. La desnudez viene del hecho de mostrarme yo solo por primera vez: es mi primer disco en solitario después de tantos años. Yo no sé si se ve un Andrés Molina diferente a lo que se vio en Taller o en mi trabajo junto a Eva, pero desde luego he tenido que replantearme mucho las cosas y eso requiere que uno se vaya desnudando. Además, en mi proceso creativo suelo echar todo para afuera, busco la emoción más real, lo más sincero de mí y, al mismo tiempo, lo que hago es darme gusto particular, disfrutar con lo que estoy haciendo. Esto es un acto íntimo, así que me provoca muchísimo rubor mostrarlo posteriormente. Me da casi vergüenza porque está hecho desde lo que yo soy. Cuando presento esa canción por primera vez en un concierto me siento muy desnudo.

- El libro-disco, con una producción muy cuidada, ¿es su manera de reactivar la venta de discos en formato físico?

- Yo no sé si es crisis o es cambio, o qué es lo que es. Lo que sí creo es que estamos viviendo otra época diferente. Esa es una realidad con la que nos tenemos que enfrentar los que nos dedicamos a esto y trabajar en consecuencia, y así nos lo hemos planteado. Mi editor y yo creímos que el trabajo tenía que estar cargado de atractivo para que la gente lo quisiera tener en su casa, que fuera más allá de la mera escucha bajándoselo de Internet.

- En los textos que acompañan a las canciones en el libro hay un nombre que se repite hasta en cuatro ocasiones: Fito Páez.

- Qué cosas... pues no me había fijado.

- ¿Mención a la escuela argentina (Spinetta, Páez...), frente a los cánones clásicos de la trova cubana y el tropicalismo?

- Es que hay que entender la cercanía que hay entre el rock argentino y la canción de autor. Ellos son una especie de amalgama de la tradición popular, incluso de la tradición folclórica. Es una legitimación de todo y un decir, bueno, tenemos toda esta tradición y además lo podemos meter y combinar sin problemas para hacer música moderna. Fito Páez, Spinetta, Juan Carlos Baglietto o Charly García me han marcado la vida. Desde la época de Taller, en Tenerife -y me imagino que en Gran Canaria ocurrirá lo mismo- hay muchísimos músicos argentinos tocando en hoteles en el Sur. Nosotros trabajábamos con uno, Luis Fernández -que ha sido músico de Víctor y Ana, también pianista de Pedro Guerra- y este compañero al trabajar en el Sur compaginado con el jazz y muchas otras músicas, fue el que nos dio a escuchar el rock argentino. Y claro, nosotros alucinamos. Veníamos de escuchar a Pablo y Silvio hasta la muerte y eso fue como un bombazo. Era un concepto nuevo, había tantísima libertad… De la época de Taller hay muchísimas canciones que la gente no conoce, porque no se publicaron, que recogen ese descubrimiento.

- 'Yo también nací en el 63' es un homenaje directo...

- Los arreglos inicial y final del violín, o la armonización, son parte de un juego con el inicio de la canción de Fito Páez (tararea). Profundizo en el homenaje a través de las notas. Para mí es una figura muy importante y sé que para Pedro también. Lo que pasa es que es una persona que me pasa como con Pablo o Silvio, que lo tengo que dejar; si no, la cabeza se va a ellos. La composición y la creación se van hacia caminos que son los suyos, no los míos. Y yo tengo que hacer mi camino.

- ¿En la elección de las colaboraciones puede deducirse la importancia que da usted a las relaciones personales a la hora de trabajar?

- Eso explica que ellos estén presentes en este trabajo; de lo contrario no estarían. La admiración por Aute, por Soledad, por Ismael, por Pedro, por Mestisay, por Luisa Machado y Alberto Méndez, por mi antigua compañera de dúo y de vida Eva de Goñi, por Rogelio Botanz, por Caco Senante, al que seguía en sus conciertos cuando era un pibe, por Javier Álvarez y por Arístides; la admiración que yo siento por todos ellos es enorme. Podría enumerar de cada uno qué es lo que más valoro artísticamente, pues me parece que aportan muchísimo a la historia de la música en el Estado. Pero, para mí, las anécdotas humanas son lo fundamental.

- En concreto, ¿qué supuso el reencuentro con Rogelio, Eva de Goñi o Pedro Guerra?

- Todavía sigo echando múchísimo de menos a Eva sobre el escenario. De hecho, hace poco en un recital de solidaridad canté una canción que solíamos hacer juntos y fue extraño, porque sigo con su voz dentro de la cabeza y esperaba subconscientemente a que ella entrara e hiciera su parte. Para mí, trabajar con Rogelio, con Eva o con Pedro es siempre distinto a cualquier otro trabajo. La experiencia fue muy emocional, revivimos momentos muy bonitos. La verdad es que haciendo cosas juntos nos lo pasábamos maravillosamente. Eso es disfrutar la vida. Además el feedbak con la gente era buenísimo y yo creo que eso emparienta de una manera que no se olvida jamás.

- ¿Existe en la canción de autor actual una postura más ecléctica, más abierta, que abandona los dogmas propios del género?

- A veces te planteas, ¿estará en la época lo que estoy haciendo? Es que te lo tienes que plantear, es que tienes que comer. Pero llega un momento... Anoche canté, y lo único que sé es que la gente que vino a verme salió emocionada. Y yo cantaba con muchísimas dudas, me desnudaba con muchísimas preguntas, y al final la gente vino a decirme cosas que me dejaron impactado. Sin saberlo, me fueron dando respuestas a las cuestiones que yo había sentido sobre el escenario. Entonces dices, vale, confío en mí. Ya no hay revoluciones posibles, después de los Beatles, de los Rolling, de la música de los 60 y 70 y 80 sí, hay mucha música buenísima, pero veo que todo viene de atrás.

- ¿Es posible que la crisis del sector pille al cantautor más preparado, o más entrenado, que a otros artistas?

- Dicen que la suerte de la fea la guapa la desea; igual es que los feos tenemos que buscarnos tanto la vida que acabamos disfrutándola (risas). No sé qué harán otros, yo lo único que hago es trabajar y seguir para adelante. Es importante que se sepa -que lo sepan los que están en los puestos de la cultura- que hay un género, que es la canción de autor, como existe el jazz, como existe el blues, el folk americano o la música clásica. La canción de autor tiene su espacio y no morirá nunca. Y tiene unos hacedores que luchan como bestias. Y yo creo que eso se puede extender a los músicos de jazz, a los músicos de estudio, al teatro o a la pintura; a todos los que hemos estado luchando así desde siempre. Sabemos lo que tenemos que hacer para seguir. No te paras, ni te quejas: sigues traba-jando, como siempre. Y no es un reproche a nadie. O es un reproche a quien, teniendo mucho dinero en un momento determinado, no supo hacer una política, en este caso cultural, que desarrollara al sector para que ahora no nos cogiera como nos coge.

- ¿Qué tipo de política cultural sería la más acertada?

- En este caso, lo que hace falta en la cultura en general es que nos pregunten a los artistas por nuestras necesidades. Si el dinero de las instituciones se utiliza, por ejemplo, como trabajan los inteligentes en el fútbol, en crear cantera y hacer escuela, creas una costumbre sostenida de audición en el público y generas mucha más creatividad, que al final se convierte en muchísimos puestos de trabajo. Hoy en la industria cultural en Canarias habría menos crisis. Incluso seríamos todos mucho más amigos. La labor del gestor cultural y la de los medios de comunicación que hacen cultura es fundamental. Pueden abrir los horizontes o pueden mancar a la gente, dependiendo solo del tratamiento y la sensibilidad que tengan para con el sector. Pero no solo los cantautores, y no solo en la música: tengo amigos pintores, amigos escritores, que ganan premios en todos lados y no los escucha nadie. Y no es la queja del cultureta, y tal, sino la de un trabajador que está rodeado de muchísimos otros. ¿Qué se debe hacer, dar dinero para que hoy coman algunos y mañana ya se verá? No. La cultura no es una cosa que deba ser subvencionada, pero sí habría que analizar qué es lo que hace falta para saber luego qué hay que hacer. E ir a la raíz, al pueblo llano.

- ¿La cultura tiene que ser necesariamente rentable?

- Los que hacemos cultura la hacemos para vivir; como vive un periodista, un enfermero o un albañil. Para vivir con un sueldo digno. Que no me vengan a decir que la cultura no es rentable. Es rentable, y genera muchísimos puestos de trabajo. Ahora bien, si vives la cultura para comprarte el último modelo del coche que más te gusta que sale cada diez meses, si estás en la cultura para eso, tú lo que quieres es ser rico, no artista.

Más información: www.andres-molina.com