Un atentado planeado por la armada francesa y la inteligencia británica en el Puerto de la Luz contra un barco nodriza alemán, el Corrientes, para evitar que los submarinos nazis tuvieran en la Isla su base de aprovisionamiento, se tradujo en una chapuza que no consiguió hundir la citada embarcación. Los dos agujeros que aparecieron en el casco de este buque, y a una distancia considerable de la línea de flotación, son la huella de aquel ataque frustrado que tuvo lugar el 9 de mayo de 1940, y sobre el que el historiador y profesor en la ULPGC, Juan José Díaz Benítez, experto en la II Guerra Mundial, hizo ayer algunas revelaciones en la ponencia que impartió en el XX Coloquio de Historia Canario Americana.

"No se sabía bien cómo se habían producido y por qué", explica Díaz Benítez acerca de los dos misteriosos orificios que aparecieron en el casco del citado buque. Aunque "este incidente es recogido por investigadores extranjeros como Richard Brooks o Edward Marriott, existen informaciones contradictorias y poco claras". El historiador decidió abundar en los hechos que rodearon el suceso en el que se vio envuelto el vapor Corrientes, barco que estaba refugiado en el Puerto de la Luz desde agosto de 1939 "antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial", cuando, y según el testimonio de Díaz Benítez, "recibió orden del mando de guerra naval de que se dirigiera al puerto neutral más próximo, en este caso el Puerto de La Luz, para que en caso de guerra no fuera capturado por británicos o franceses".

El buque permaneció en su refugio portuario hasta que la armada alemana decidió, en noviembre de 1939, "transformarlo en un buque de abastecimiento y preparado para atender a submarinos alemanes, aunque no hizo ninguna de estas operaciones hasta marzo de 1941.

Posiblemente, el motivo por el que fue atacado es que los servicios de inteligencia franceses e ingleses sospechaban cuál era la misión real del barco, y por eso intentaron hundirlo en un ataque que no tuvo éxito", detalla Juan José Díaz. Fruto de esta situación, y sin que las autoridades navales y militares españolas en el Archipiélago tuvieran conocimiento del uso que iban a dar los germanos al Corrientes, se produce el ataque que, en una primera instancia, apuntaba a que había sido un cañonazo de un barco francés que portaba varias piezas de artillería y que había abandonado el puerto grancanario la noche anterior.

No fue un proyectil el que dejó sendos orificios a 30 y 70 centímetros de la línea de flotación. Según los datos que maneja Díaz Benítez, el ataque se hizo con dos bombas magnéticas, un artefacto explosivo similar a una bomba lapa, que los marinos del buque francés colocaron en una parte del casco cuya deflagración lo mantuvo a flote.

"Los peritos artilleros que hicieron la inspección ocular llegaron a la conclusión de que había sido un tiro con rebote, parece improbable, pero con el hallazgo de una mina y el testimonio de testigos, la llamarada a estribor, y una falúa que se acercaba al barco", subraya el historiador. "Fue una ejecución bastante chapucera y tal vez el primer ataque que se hacía con bombas de este tipo".