El Teatro Cuyás recibe este fin de semana a Lúcidoy dirigido por Amelia Ochandiano a partir del texto original del actor, director y dramaturgo argentino Rafael Spregelburd. Un “autor exigente que requiere de los actores un compromiso emocional, como un tren de alta velocidad al que también se suben los espectadores”, en palabras de la directora, y que ha permitido pergeñar una versión que se ha mantenido fiel “a la partitura”.

Una suerte de “melodrama familiar” donde se transita de la tragedia a las situaciones cómicas de manera muy sutil. “Podríamos decir que es una comedia que sale desde el dolor, en la que se hablan de cosas muy profundas, la pérdida del dolor, del sacrificio,...”, explicó ayer Amelia Ochandiano en el Teatro Cuyás junto a tres de los cuatro protagonistas de reparto: Isabel Ordaz (Teté, la madre), Alberto Amarilla (Lucas, el hijo), Tomás del Estal (“la figura masculina que forma parte del entorno”, según dijo ayer, que se multiplica en varios roles), y la ausente ayer, Itziar Miranda (Lucrecia, la hermana de Lucas).

Con dos funciones, hoy viernes con subtítulos para que pueda ser seguida por espectadores con discapacidad auditiva, y mañana sábado, a las 20.30 horas, el público se enfrenta a un ejercicio de dramaturgia poco convencional para el que Ochandiando a encontrado al equipo actoral adecuado. “Es nuestro Lúcido, no nos hemos inventado nada y con otros actores esta obra no sale”, explicó la directora.

El teatro de Spregelburd y en particular esta obra, tiene “un código muy especial”, según Ochandiano. En opinión de Isabel Ordaz, la actriz cuya popularidad ha crecido entre el común de los espectadores por su aparición en Aquí no hay quien viva y series televisivas del mismo corte, “la obra es extraña y estremecedora, con una mujer que esconde secretos que ella desconoce y de los que consigue ponerse a salvo, recuerdos a los que no quiere poner voz”. Tampoco es el retrato de una “familia disfuncional”, subraya Ordaz. El regreso a casa de la hija ya mayor que viene a reclamar lo que es suyo es el punto de partida para que el autor desarrolle una trama alrededor de “la verdad y la mentira, el sueño y lo real”. Apunta Isabel Ordaz que “Spregelburd es hijo de la deconstrucción, un autor muy osado que se salta el tiempo y el espacio” y que consigue que “el espectador esté tan perdido como los propios personajes”. En su opinión, “tiene un compromiso emocional que roza la catarsis, no da respuestas e interactúa con el espectador”.

Fantasmas

Los dos personajes masculinos en Lúcido suscribieron ayer la admiración de la directora y resto del equipo hacia el verbo y las formas de la dramaturgia del argentino. “El texto te atrapa desde el primer momento y en cada lectura iba descubriendo cosas nuevas”, asegura Tomás del Estal. A él le ha tocado asumir el hombre “que forma parte del entorno, el apoyo siempre cercano”.

Por su parte, Alberto Amarilla habla de Lúcido como “una obra que es hija de su tiempo, con una familia en la que aparecen todos sus fantasmas y donde todos los personajes buscan una verdad que se esconde en una función que es tremenda, dolorosa”.

Un dramaturgo de cabecera

La obra de Rafael Spregelburd (Buenos Aires, 1970) recibió ayer todos los honores posibles por parte de la directora Amelia Ochandiando, de los protagonistas de Lúcido, y del director artístico del Teatro Cuyás, Gonzalo Ubani. “Es un actor, escritor y dramaturgo maravilloso que maneja el teatro como si lo hubiera inventado él”, dijo Ubani acerca del autor de obras como Bizarra, una saga argentina, El Pánico, Bloqueo o La Paranoia. “Si no es imprescindible en España, lo terminará siendo algún día”, vaticinó Ubani. Para la directora Amelia Ochandiano, “me pareció una opción interesante porque me quedé sorprendida de la manera en que trabaja el teatro”. Una apuesta que se ha cobrado el respaldo mayoritario del público que ha agradecido “otro tipo de teatro”.