De las numerosas facetas que José de Viera y Clavijo cultivó durante su vida una de las más curiosas y de la que menos información se dispone es la de su importancia como pionero en el lanzamiento del globo aerostático. Para aclarar todo esto, el profesor Luis Utrilla Navarro ofrecerá mañana, a las 20.00 horas, en el salón de actos de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, y dentro de los actos con motivo del bicentenario del fallecimiento del ilustre canario, la conferencia Viera y Betencourt: dos canarios en el origen de la aerostación española. Utrilla, que es miembro del Instituto de Historia y Cultura Aeronáuticas y de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas, señala que la paternidad del lanzamiento del primer globo aerostático no le corresponde a Viera como siempre se ha afirmado, sino a otro canario ilustre, al ingeniero Agustín de Betancourt y Molina, padre de gran parte de la ingeniería moderna europea. Sin embargo, Utrilla sí afirma que la curiosidad y el entusiasmo de Viera por el saber, "le permitieron lanzar unas pequeñas vejigas llenas de hidrógeno, y hacerlas volar para divertimento de la corte en unos experimentos que dejaba bien a las claras la enorme capacidad del polígrafo canario por adentrarse en todos los campos del saber de su época".

Pero para saber de dónde provenía el interés de Viera y Clavijo por fabricar el primer aparato que lograr desplazarse por el aire habría que remontarse a octubre de 1770, cuando el escritor y científico viaja a la Península y, a instancias de Agustín Ricardo Madan, es nombrado preceptor del marqués del Viso, hijo del marqués de Santa Cruz, uno de los hombres más influyentes del país. En esta casa, el ilustre canario conoce a Antonio José de Cavanilles, también clérigo y preceptor, por su parte, del hijo del duque del Infantado.

En aquellos finales del siglo XVIII la preocupación de los miembros de la nobleza se centraba en la formación de sus vástagos, al objeto de que pudieran afrontar una realidad y un entorno social cada día más cambiante. Por esta razón, Viera y Cavanilles, junto a sus ilustres alumnos, viajan a París, la cuna del saber, donde llegan el 13 de agosto de 1777, para participar en distintos cursos de enseñanza entre los que se incluyó un curso de física que dictó Signaud de la Font. Este personaje, mitad científico mitad divulgador, trataba en sus clases la obtención y propiedades de los "aires fixos", asunto que se encontraba en plena discusión en el mundo científico de la época.

En julio de 1778 Viera regresa a España y trae consigo un poema escrito en la capital del Sena titulado Los ayres fixos en el que, de forma totalmente ininteligible, volcaba en octavas reales los conocimientos recibidos en el curso de La Font. En Madrid Viera repetiría en la casa del marqués de Santa Cruz los experimentos aprendidos en París, para divertimento y entretenimiento de su ilustre protector y sus invitados, experimentos que se realizaron en los meses de mayo y junio de 1779.

En septiembre de 1781 Viera añade a su poema Los ayres fixos un canto número cinco, que trataba sobre los gases que se extraen de las plantas, influenciado en esta ocasión, por el físico holandés Jan Ingenuos, al que Viera conoció en una visita que éste realizó a casa del marqués de Santa Cruz, donde llevó a cabo algunos experimentos.

El 25 de julio de 1782 Viera fue nombrado arcediano de Fuerteventura, en la catedral de Canarias, cargo que acogió a disgusto ya que esperaba ser nombrado, como mínimo, obispo.

En 1783 añadió un Canto VI, titulado La machina aerostática, a su poema Los ayres fixos, donde narra las hazañas de Montgolfier, Arlandes, Pilâtre, Charles y Robert, de las que lo tiene puntualmente informado Cavanilles desde París.

Será algunos años más tarde, ya en 1812, cuando el jurisconsulto Juan Sempere y Guarinos encargó a Viera una autobiografía, con objeto de incluirla en la reedición del libro La Biblioteca Española, que recogía la vida y obra de los autores más significativos del siglo XVIII, debido al renombre adquirido con su libro Noticias de la Historia General de Canarias. Viera encontró en esta petición su oportunidad para dejar constancia de su "gran valía", que siempre había considerado poco reconocida, y movido quizás por su egolatría escribió tal texto. En la autobiografía narra con agrado sus amplios conocimientos científicos sobre los globos, llegando a atribuirse el lanzamiento del primero de ellos en España. "€habiendo sido el mismo Viera el que hizo volar en Madrid el primer globo pequeño aerostático desde los jardines de la casa del Marqués de Santa Cruz a vista de numeroso público€".

A partir de ésta declaración la historia aeronáutica española le atribuirá a Viera tal mérito durante más de 175 años, pero un estudio realizado por Luis Utrilla en 1986, en base principalmente al libro de Memorias, manuscrito por Lope Antonio de la Guerra y Peña, desde 1760 a 1971, y que se conserva en la Sociedad Económica de Amigos del País de La Laguna, desmontaba tal afirmación.

Lope Antonio de la Guerra, miembro de la tertulia de intelectuales canarios del marqués de Villanueva del Prado y amigo íntimo de Viera con el que se escribe e intercambia información, recogió en sus Memorias la vida y hechos de los canarios en la corte de Madrid, con una meticulosidad obsesiva, llegando a corregir anotaciones incluso después de treinta años de realizarse el primer apunte, y acompañado siempre de una objetividad fuera de toda duda. En dicha obra se demuestra que la paternidad del lanzamiento del primer globo aerostático le corresponde al también canario Agustín de Betancourt y Molina, aunque la importancia del políglota e ilustrado de Los Realejos, autor de obras de experimentación científica como Al globo aerostático, Las cuatro partes del día o, Las bodas de las plantas, fue trascendental en esta y en otras ramas del saber en el Siglo XVIII.