Cuasquías agota su historia tras 30 años de existencia. ¿Por qué se llega al extremo de renunciar al proyecto y a la marca que ha sido su vida?

Esto viene desde hace tiempo. Desde que se impuso la prohibición de fumar comenzó una muerte lenta y el negocio fue a menos. Luego, la separación del espacio para fumadores y no fumadores y más tarde, la prohibición de fumar en todo el local. Si a esto se añaden los controles de alcoholemia, se termina de matar la historia. Después de todo esto no levanté cabeza. Y para colmo, la campaña que hizo el Ayuntamiento para la capitalidad europea en 2016 trajo un circuito que imagino que políticamente era rentable y que interesaba fomentar porque era una iniciativa no impulsada por ellos sino por los locales, y aquello fue la gran desbandada de público. Comenzaron a tocar los grupos de la isla en todos los locales de Las Canteras y el público se desplazó hacia allí, y esta zona comenzó a ir cuesta abajo. Y ya no puedo más. Desde el año pasado tenía muy claro que esto no iba a encaminarse. Si a esto se suma la crisis, no hay manera de remontar el negocio.

¿El público sale menos, consume lo justo, y eso ha sido determinante para desistir?

La gente sigue viniendo al local sobre todo cuando hay conciertos. Pero no es fácil. Los músicos tienen que cobrar, y el resto también quiere lo suyo.

¿Supongo que no habrá sido nada fácil tomar la decisión?

No ha sido fácil, desde luego. Es la historia de mi vida, en Cuasquías es donde me he sentido cómodo moviéndome entre músicos, artistas, literatos, pintores, pero hay una realidad que hay que afrontarla. El local se trasladó a la Cuesta de San Pedro en 1994 dejando atrás su emplazamiento primario en la calle Venegas. E incluso amplió negocio con un cafetín que daba otra dimensión al establecimiento. El cafetín lo abrimos hace unos siete años. Quería haberlo hecho mucho antes, pero siempre tenía encima a los propietarios del local que no me dejaban. Me veía entonces, afortunadamente, con este local que funcionaba bien y que permitía pagar la inversión hasta que al final se pudo abrir. Con el tiempo comenzó a acusar la misma situación. Las fórmulas para reinventar el negocio no sirvieron y al menos para mí continuar con la sala y en la noche es insostenible. Habrá otros que no, y en otras zonas de Las Palmas de Gran Canaria se han abierto negocios que funcionan, y parece que hay otra vez un retomar, pero un día bueno no soluciona la vida.

¿La decisión es irrevocable o cabe la posibilidad de mantenerlo abierto por más tiempo?

Espero y creo que la última noche será el 15 de marzo. Tengo preparada una jam session, y ahí se acaba todo. La siguiente semana tengo previsto entregar las llaves a los propietarios. Intenté hacer un traspaso, me quedan todavía unos seis años de alquiler, pero como sé que los propietarios no están por la labor, nunca lo han hecho, no puedo hacer otra cosa. El problema es mantenerlo sabiendo que mes a mes sigues sumando pérdidas. ¿Qué sentido tiene?

Cuasquías nació como punto de encuentro de artistas en Venegas y fue la clientela quien le animó a convertirlo en sala de conciertos.

Jamás tuve la idea de hacer una sala de conciertos en Venegas. Al trasladarnos a Vegueta sí estaba muy claro, pero en los comienzos fue algo espontáneo. Surgió porque mucha gente demandaba el espacio. En la ciudad donde no había salas, sino discotecas. Unos días había folclore, otros humor o literatura, y otros locura como fue la época de Nocturna Free, y otros jazz impresionante. Nunca controlé aquello, los músicos iban y venían, gente con inquietudes y proyectos que no tenían espacio, y no se cerraron las puertas a nadie. Cuasquías abrió una cuña histórica en la noche musical de la ciudad en la que se volcaron un montón de grupos. Las jam session fueron muy importantes con los hermanos Santi y Mingo Roque, con Morgan, la Orquesta Deliciosa..., se crearon noches de jazz free y surgieron muchísimas historias de rock, de salsa, en los carnavales con los noveles de entonces como Salsa Rosa, Como Ramos por su Casa, los Matarile, se gestó el himno de Sindo Saavedra, grupos que experimentaban con público. Y cuando cerramos, nos vinimos a este local que es muy bueno, pero también fue una equivocación. Nos quedamos con un aforo medio y si querías hacer cosas nacionales e internacionales, no llegábamos. Durante muchos años funcionó muy bien. Siempre se ha apostado por una programación de calidad y en muchas cosas me he equivocado, y en líneas generales se ha acertado bastante. El otro local estaba orientado al jazz y a la improvisación, y aquí han tenido cabida todo tipo de grupos, rock, electrónica, teatro, literatura. Quizás se pudo hacer más, a lo mejor si, pero no salían las cuentas.