La seriedad granítica de Don Luis apantallaba su sentido del humor y una ironía que gustaba de colar en las conversaciones más solemnes. Ante él había que estar en guardia y evitar toda retórica, pero también inspiraba confianza con la cortesía de su gran cultura. Los wagnerianos de Las Palmas le sacamos de su retiro palmero en una sola ocasión. Accedió a darnos una conferencia muy compleja, que nos dejó boquiabiertos. Combinaba en ella formación científica y la pasión musical en dosis equipotentes, como ratificando la esencia inseparable de la matemática y la abstracción poética.

Solo dos diplomas de asociados de honor entregamos a lo largo de varios años de actividad, y uno es el suyo (el otro, de la gran soprano María Orán). Cobiella había ingresado en la Real Academia de Bellas Artes con una pieza magistral sobre la mitopoética wagneriana. Sorprendía que un palmero voluntariamente recluido en su isla llegase a profundidades tan sutiles en el análisis del gran creador cuyo bicentenario celebramos, pero así es el talento, capaz de dar la vuelta al mundo alrededor de su cuarto.

Cobiella Cuevas, químico de profesión, delegado de Unelco en La Palma e impulsor de la electrificación de la Isla, escribía sin pausa versos y música. Ha dejado un catalogo con dos centenares largos de composiciones. Casi todas las que tienen texto -canciones cantatas, autos religiosos y profanos- lo recibieron de su pluma.

La discreción de su vida y la modestia con que quería desarrollar su obra nos han hurtado hasta el momento el estudio completo y, sobre todo, una actualización representativa de su enorme legado. Siempre se le celebra como autor de los ballets y los autos que acompañan en los últimos años las Fiestas Lustrales de La Palma, sin duda espléndidos por el compromiso de respeto a la tradición con la voluntad de renovar ritos y juegos, pero ésta es una parte muy pequeña de su copioso catálogo, en el que las piezas vocales y corales brillan con la misma luz que las instrumentales para conjuntos de cámara y para orquestas de plantilla media. La gracia del minué festivo no empalidece la ambición formal de sus cuartetos de cuerda o sus probaturas oratoristas.

Autodidacta en estos menesteres, llegó a ser un músico completo, interesado y operativo en todos los géneros y formas. Hablo de Don Luis como músico, que lo fue y muy serio, pero esta faceta no agota su personalidad de ilustrado que mira al mundo insular y al planetario con una visión plural y una capacidad de entendimiento y comprensión templada en la lectura y el estudio de los grandes pensadores y analistas de todo el siglo XX, en el que transcurrieron la mayor parte de sus 88 años. El Premio Canarias de Bellas Artes 2002 reconocía la trayectoria de un espíritu abierto que encontraba respuestas en la aparente confusión y el caos de los vanguardismos sucesivos. Ningún periodo, ningún precipitado de la cultura del siglo le fue ajeno, y esto le hacía singularmente atractivo en los cenáculos y reuniones a los que no concedía presencia y palabra por mero lucimiento. Músico, poeta, científico, técnico y gestor, su talante solidario le movió a aceptar el primer desempeño de la Diputación del Común en la Autonomía de Canarias, función unipersonal pero la más colectiva de todas las institucionales porque significaba -al menos, entonces- darse a los demás, valorizar sus problemas, buscar soluciones.

Sin duda son raras estas personalidades globales en un mundo que globaliza especialistas sin curiosidad por el fenómeno integral del ser y del vivir: precisamente lo que interesaba a Don Luis como estilo y compromiso de un verdadero humanista. Descanse en paz, y que su obra artística vuelva a circular en beneficio de todos.