La delgada línea blanca que une Canarias con el gran cine clásico de Hollywood, el producido en las décadas de los 40 y 50 del siglo pasado, comenzó a dibujarse en el barco en que Ramón Medina Nebot zarpó del puerto de La Luz de Las Palmas de Gran Canaria rumbo a Sevilla a principios del siglo XX. En la ciudad andaluza estudiaría Derecho. Años después llegaría a otra isla mayor, Gran Bretaña. En Liverpool sería receptor y distribuidor de fruta de las islas. Medina conocería allí a Wonda, "una inglesa tan inglesa que es increíble que se casara con un español", según señala Medina al inicio de sus memorias. El matrimonio tuvo tres niñas: Pepita (Piti), Patricia -que nació en la ciudad de Los Beatles en 1919- y Gloria. Con el tiempo se mudarían a un chalecito con establos cerca de Stanmore, a 18 kilómetros al noroeste de Londres.

Ramón Medina era el segundo de nueve hermanos, cuatro varones y cinco hembras. Solo él, Juan y Pepe Luis salieron para formarse fuera de Canarias. Pero el bohemio era Ramón, que gracias a su hermosa voz llegó a actuar como tenor en la Scala de Milán y el teatro Colón de Buenos Aires con el nombre artístico de Nevotti. Seguramente de él heredó el espíritu viajero Patricia. Y Ramón a su vez de su padre, Juan Medina Espino, marino mercante casado con Josefa Nebot Messeguer que introdujo en Canarias el laurel de Indias en el siglo XIX. Los primeros ejemplares los repartió entre Gran Canaria y Tenerife provenientes de Cuba.

Precisamente un enorme laurel de Indias presidía la casa familiar de los Medina en Tamaraceite, donde Juan Medina trasladó a su prole cuando la del barrio de Triana se les quedó pequeña. Hoy viven cientos de descendientes suyos principalmente en Gran Canaria, pero también en Tenerife. De la generación de Patricia Medina solo quedan cinco. Entre ellos, su hermana Gloria (en Inglaterra) y Estela Bravo de Laguna, la mayor, convaleciente en su casa de la calle Buenos Aires tras un paso reciente por el hospital. Tiene 103 años.

Su hija, Margarita González, ha propiciado este encuentro. A él acude su primo el odontólogo Domingo Medina, el que mejor domina el árbol genealógico familiar. "Patricia venía con sus padres y hermanos todos los años a Gran Canaria durante su niñez a pasar los veranos. Diría que hasta jovencita. Pero Ramón y Wonda siguieron viniendo todos los años, casi hasta el final". Las palabras de Domingo son corroboradas por Margarita con brillo en los ojos y una sonrisa. "Aquel enorme laurel de Indias de la casa de Tamaraceite donde se quedaba Patricia con las hermanas tenía inscrito en su tronco los nombres de todos los miembros de la familia con sus amoríos". Las cenizas de Ramón Medina reposan en el panteón familiar del cementerio de Vegueta. Una delegación de la familia, con Estela Bravo de Laguna al frente, visitó al matrimonio Cotten Medina en Los Ángeles a principios de los 80.

"Patricia, que es mi mundo"

Ciudadano Kane (Citizen Kane, Orson Welles, 1941), El cuarto mandamiento (The Magnificient Ambersons, Orson Welles, 1942), La sombra de una duda (Shadow of a doubt, Alfred Hitchcock, 1943), Luz que agoniza (Gaslight, George Cukor, 1944), Duelo al sol (Duel in the sun, King Vidor, 1946), El tercer hombre (The third man, Carol Reed, 1949), Niágara (Niagara, Henry Hathaway, 1953), Sed de mal (Touch of evil, Orson Welles, 1958). El nombre de Joseph Cotten está asociado a algunas de las mejores películas de la historia. Sus memorias, tituladas Autobiografía. La vanidad te llevará a alguna parte (Parsifal, Barcelona, 1992), están dedicadas a su segunda mujer.

"Para Patricia, que es mi mundo," escribe Cotten en la página que abre la mariposa de sus recuerdos. Medina y él compartieron 34 años juntos, desde su rápida boda para evitar rumores en casa del matrimonio formado por el productor de Lo que el viento se llevó (Gone with the wind, Victor Fleming, 1939), David O. Selznick, y la actriz Jennifer Jones, hasta la muerte en 1994 -a los 88 años- del actor nacido en Petersburg (Virginia). Con Las Palmas de Gran Canaria, Liverpool y Londres, este pueblecito de 30.000 personas en el sureste estadounidense es la cuarta estación del tren que liga Canarias con el Hollywood más grande.

En sus memorias Joseph Cotten, que suma 132 títulos sin incluir las obras teatrales, expresa su devoción por Medina. Tras la dedicatoria se refiere a ella por primera vez en el capítulo 4 del libro, aún sin nombrarla. "Dolores del Río era la segunda mujer más hermosa del mundo. (La que ocupa el primer lugar del podio aún no ha aparecido en estas divagaciones, pero lo hará)". Patricia Medina aparece con nombre propio en el capítulo 6, cuando Cotten narra los encuentros sociales en el "Club de Yates de Palm Springs", como era conocida la propiedad del productor Darryl F. Zanuck, fundador de la 20th Century Fox. La actriz que había iniciado su carrera en Inglaterra en 1937 es señalada como una amiga de Lenore La Mont, primera esposa de Cotten. Alguien que a pesar de los esfuerzos no ha logrado evitar el divorcio de su primer marido, el también actor inglés Richard Greene, con quien se había casado en 1941. Una treintañera del grupo de mujeres que se daba con avidez al juego de la canasta en la propiedad de Zanuck.

Es en el capítulo 10 cuando Cotten narra su noviazgo y boda con Patricia Medina en la casa de los Selznick. El enlace fue diez meses después de que Lenore falleciera súbitamente en Roma por una leucemia durante el rodaje de El último atardecer (The last sunset, Robert Aldrich, 1960). Cotten se declaró a Medina a la vuelta de una escapada a San Francisco "entre Oxnard y Ventura". El falso rumor de que se habían casado durante ese viaje amenazaba con propagarse en los mentideros de Hollywood. Y aceleró la boda. Cotten tenía 55 años. Medina 41.

"Laid Back in Hollywood"

Es mérito de Tomás Van de Walle, presidente de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, haber localizado el libro de memorias de la propia Patricia Medina. Y traerlo desde Los Ángeles. Laid Back in Hollywood, Remembering (Belle Publishing, Los Ángeles, 1998) es su título. Medina murió el 28 de abril de 2012 a los 92 años. Obituarios dedicados a ella ocuparon las principales cabeceras inglesas y españolas. En Canarias, solo el periodista tinerfeño Eduardo García Rojas lo publicó en su blog. Su muerte pasó desapercibida en Gran Canaria. Su familia lo recuerda entre resignada e indignada. En materia de cine los ciudadanos de esta isla asumen el trabajo que sus instituciones no hacen. Los políticos tienen localizados a los culpables, pero no actúan. Les siguen dejando hacer.

El encuentro con Van de Walle se produce una tarde de finales de junio en el despacho de la sociedad que preside. "El libro está escrito en un inglés casi coloquial, sin la menor pretensión literaria. No pretende justificarse ni tampoco se distancia para analizar hechos o personas. A quien más nombra en sus memorias, aparte de Joseph Cotten, es a su madre. Y en segundo lugar a sus hermanas. Dice que nació en una familia acomodada cuyo padre no trabajaba, pues tendría rentas. Define a su padre como un hombre inteligente y distinguido".

-¿Nombra Canarias en sus memorias?

-"No, solo dice que su padre era español y que hablaban ese idioma en su casa. También que su padre viajó a España y que el estallido de la Segunda Guerra Mundial hizo que fuera retenido por las autoridades españolas durante el tiempo que duró el conflicto. Del libro se desprende que Patricia se sentía indudablemente inglesa, británica. La influencia de su madre era considerable. Wonda era una dama anglosajona de clase media alta, virtuosa pianista, que en los años treinta veía el mundo desde lo que consideraba que era su centro natural, Inglaterra".

Medina, que trabajó en 92 títulos entre películas y series de televisión, era políglota y siendo ya actriz viajó varias veces a España. Por ejemplo, con Orson Welles para el rodaje de Mr. Arkadin (1955). La relación con su madre era tan intensa que a pesar de vivir en Hollywood pasaba siempre las navidades en Inglaterra. "Incluso declinó actuar en una película con John Wayne, a quien adoraba, porque el rodaje le impedía estar con su familia. Le agradaba mucho regresar a Inglaterra, pues la prensa siempre la trataba como la ´estrella que viene de Hollywood´ y eso hacía muy felices a sus hermanas".

La anécdota más sabrosa del libro en lo personal aparece cuando habla del encuentro con un director italiano durante un rodaje en aquel país a finales de los cuarenta. Por las fechas parece referirse a Luigi Zampa. "En un momento Medina le echó en cara que tratara al equipo de rodaje de forma poco caballerosa. Él contesto que no se consideraba un caballero, que él era ´comunista y artista´. Se hicieron amantes y asegura que con el director italiano aprendió ´todas las formas posibles de hacer el amor".

Llama la atención que Medina no escriba ni una sola fecha en su libro. "Bueno, tan solo una, el día de su boda con Cotten, el 20 de octubre de 1960". Patricia Medina gustaba de relacionarse con las personas importantes del mundo del cine. Tuvo amistades duraderas con David O. Selznick, Jennifer Jones, Orson Welles, David Niven, Bette Davis -con quien acudió como acompañante a un gala de los Premios Óscar-, Clark Gable, Laurence Olivier, Cary Grant, James Stewart, Gregory Peck, Fred Astaire y Rex Harrison. Los cinco primeros del círculo de amigos de su marido, quien además era muy amigo de Katherine Hepburn y Olivia de Havilland, entre otras estrellas. "Era actriz ya en Londres. Su entrada en Hollywood una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial (1945) está vinculada con el hecho de estar casada con el actor Richard Greene, que ya tenía su lugar al sol en la industria cinematográfica. Mi impresión es que el ser una chica británica de familia acomodada, educada en el exclusivo internado de Tolmers Park (en Hertfordshire, al norte de Londres), además de su belleza, le dio entrada en los ambientes más sedicentemente elegantes de la comunidad cinematográfica", remata Van de Walle.

¿Qué cuenta Medina de su propia carrera?

Afirma repetidamente que su frustración secreta fue no haber sido una actriz de comedias. Se encontró encorsetada en la llamadas películas de "capa y espada" ("swashbucklers" en inglés), a menudo haciendo papeles de "mala". Afirma que nada más llegar a Hollywood fue recibida por Louis B. Mayer, fundador de la Metro Goldwyn Mayer, quien prometió ayudarla en su carrera. Solo fueron buenas palabras. No entró en ninguna película de las buenas y eso hizo que se viera obligada a coger los papeles que vinieran. Trata de abrirse un camino después del divorcio con Richard Greene en 1951.

La vida de Medina da un giro cuando se casa con Cotten nue- ve años después de su divorcio con Greene. "Su carrera parece haber terminado desde entonces. De Cotten destaca la maravillo- sa voz que tenía, algo que, por cierto, lo relaciona con su padre. Trata de acompañarle siempre a los rodajes por todo el mundo. Siempre hace mención de la idea de estar siempre juntos, ni un día separados. Sin embargo, el libro cambia de tono cuando se dedi- ca a narrar, con profusión de datos, las enfermedades de su marido, que sufrió primero un infarto que lo dejó temporalmente mudo en 1981 y, cuando se había recuperado, un cáncer de faringe, que fue el que lo mató en 1994. Te deja con un poso de tristeza. Da pena pensar cómo fueron esos últimos 18 años de vida de Patricia Medina sin él".

Nada mejor que las palabras de Joseph Cotten para expresar el amor de la pareja. Con ellas el actor de Petersburg cierra su hermosa autobiografía. "Sigo queriendo a mi esposa apasionadamente y con todo mi ser. Que Patricia dijera adiós a una prometedora carrera cinematográfica por estar a mi lado y que no lo haya lamentado nunca expresa el amor que ella siente hacia mí. Somos personas corrientes extraordinariamente afortunadas. Lo único que puedo decir para agradecerlo es amén".