Lo primero que me impresionó positivamente fue la composición de la Orquesta con una cuerda menos nutrida que otras veces (4, 5, 7, 8, 10) y que resultó ideal para las composiciones programadas con un sonido suelto y adecuado y que en las obras de Mozart fue perfecto, pues la preciosa Sinfonía nº 38 en re mayor, KV 504, ´Praga´, tuvo una una interpretación suelta y ligera con un arranque del Adagio introductorio, misterioso y dramático al que siguió el Allegro que tras una exposición muy bien delimitada siguió un desarrollo que fue el único lunar en la dirección del austríaco, ya que faltó claridad en su ejecución sin que se observase bien el magnífico contrapunto que lo domina y que es una de las características más destacadas de esta obra maestra, pero después las aguas volvieron a su cauce y todo terminó bien con un Presto final, lleno de alegría y desenvoltura. Es una lástima que no se observasen las repeticiones que marca la partitura y que actualmente se respetan (sin ir más lejos, recuerdo aquí una audición de ella hace años en que el director británico que la dirigió lo hizo) y que le dan la importancia que su compositor le dio. Posiblemente, la inclusión de una obra ciertamente larga, como la Sinfonía concertante para oboe, clarinete, trompa y fagot, en mi bemol mayor, KV 297b, también de Mozart, ocasionó esas omisiones. Pero olvidemos esas deficiencias y centrémonos en la magnífica actuación de los cuatro estupendos solistas, que magníficamente secundados por la Orquesta (todavía más reducida en la cuerda) y por el director nos dieron una versión redonda, perfectamente cantada de tan preciosa obra que hoy nadie la atribuye abiertamente al salzburgués y que, curiosamente, las Notas al programa, no hacen alusión a ello. Salvador Mir, Radovan Cavallin, José Zarzo y John Potts (oboe, clarinete, trompa y fagot) mostraron, una vez más su dominio técnico y, sobre todo, musical de sus instrumentos dándonos una versión que todos disfrutamos por la frescura y juventud de la obra. Una interminable ovación, más que merecida, premió su magnífica actuación.

Una obra ciertamente poco interpretada de Richard Strauss cerró el Programa: La Suite de El burgués gentilhombre, op. 60. Esta comedia debió encantar al compositor, pues le dio muchas vueltas y mucha música. La obra, con elementos arcaizantes (de Lully, sobre todo que compuso toda la música incidental que Molère reclama) y con la Orquesta reducida de su ópera Ariadna auf Naxos (36 instrumentistas) es una auténtica delicia y nos permitió comprobar una vez más la calidad de nuestra flamante Orquesta. No podría destacar todos, pero creo es de justicia señalar al oboe Salvador Mir lo bien que cantó la segunda parte de la Obertura del Acto I (melodía que el compositor llevó a la ópera citada) y que recuerdo perfectamente como todas y cada una de las actuaciones solísticas, entre ellas, la del concertino invitado Oyvind Bjora, que cantó magníficamente pese a su no muy grande sonido.

En suma, un bello concierto que nos muestra el buen momento de nuestra Orquesta y un director competente que nos gustaría volviera alguna vez.