Va a interpretar la ópera Carmen en Australia en enero. Creo que lo hará en uno de los pocos teatros importantes a los que no ha llevado el personaje.

Sí, estaré desde enero hasta marzo y actuaré en Sydney y Melbourne. Tengo la suerte de que se me conozca muy bien en este papel y que en Sydney vaya a cantar en un teatro muy bueno al que siempre quise ir, por lo emblemático que es el edificio. Es curioso como Australia es un mercado bueno al que no vamos mucho.

¿Y cuáles serán sus compromisos previamente?

Antes iré a Bremen a cantar con la Orquesta Filarmónica de la ciudad, con la que haré un programa de música española: Amor brujo de Falla y Las canciones negras de Montsalvatge con el maestro Josep Pons. De allí iré a Nueva York, que tengo concierto en el homenaje a Antón García Abril que cumple ochenta años en el Instituto Cervantes. Y luego tengo un recital en el teatro de La Maestranza de Sevilla. A partir de enero están las ocho representaciones de Carmen en Australia, para luego volver a Valencia y cumplir otros compromisos en Europa. Serán básicamente de combinar la ópera con mucho concierto también.

¿Está abriendo su voz a otros papeles que no hayan sido habituales en su repertorio?

Siempre estoy haciendo incursiones en nuevas cosas. Y ahora sí que tengo uno importante Hacer la Dalila de Sansón y Dalila, de Saint-Saëns es el próximo reto que a mí más me gusta. También afrontar otros roles como Norma de Bellini, o seguir con La Italiana en Argel, combinando el repertorio belcantista con otro más pesado.

¿Su voz ha ido cambiando en los últimos años?

Sí, ha ido cambiando sobre todo en nuevos matices. Es lógico que con la madurez el instrumento vaya cogiendo algunos otros matices y, en base a eso, una también vaya abordando otras cosas. Pero la voz es un instrumento en continua evolución, no sólo por el trabajo que tu hagas diariamente, sino también por razones de tipo corporal, aparte de que depende de las hormonas, la madurez, etc. Sobre todo las voces graves maduran más tarde y adquieren su potencial mayor en la madurez.

¿Y ha sido su caso?

Sí, yo he ido evolucionando con respecto a las necesidades. Siempre hay que ir en base a esos cambios que, además, son muy positivos ya que puedes ir adquiriendo unas cualidades que quizás en la juventud no estuvieran tan presentes. Ahora diría que hay una presencia más fuerte de la voz.

Usted siempre ha sido una defensora acérrima de la zarzuela.

La zarzuela es un género maravilloso y nuestro al que hay que potenciar, ya que en nuestra labor como comunicadores tenemos que mantenerlo vivo. Son como pedacitos de nuestra historia cantada, maneras de vivir que se han ido perdiendo, pero que, sin embargo, se conservan con la zarzuela, y es como aprender de nuestra España a través del teatro cantado. A veces entre los cantantes no está tan bien mirada, incluso en gente más elitista. Pero en la zarzuela el cantante no sólo tiene que cantar, sino también declamar. Y combinarla con la parte cantada no es fácil, más allá de que algunas páginas no estén escritas de forma correcta para la voz. Cuando la zarzuela se lleva fuera de España gusta muchísimo. Muchas comunidades se esfuerzan para que no se pierda.

¿Se vería cantando en una ópera de Wagner?

No está entre mis planes por ahora. Quizás en un futuro, en una ópera determinada, tendría que ver si sería adecuada para mi voz. Mi voz va muy bien en papeles belcantistas, en el repertorio francés porque es muy cuidadoso y lleno de matices, y por allí han ido mis incursiones, lo que no quita que no haga otras cosas. Me encanta la gente que se especializa, pero no es mi caso. A mí me gusta explorar e interpretar esos roles en los que mi voz se sienta cómoda.

¿Cuáles son los momentos más importantes de su carrera?

El primero que recuerdo fue cuando pude debutar con el papel de Rosina de El barbero de Sevilla. Era un reto grande y fue la apertura al repertorio rossiniano que luego abordé en numerosas ocasiones y que también me llevó a La Cenerentola o La italiana en Argel. Otro importante fue el Romeo de I Capuleti e i Montecchi de Bellini en Estados Unidos. Abrió para mí el espectro a otros roles. A nivel de teatro, Carmen en el Metropolitan o el Covent Garden, o el haberlo hecho en Tokio y en las Termas de Caracalla. Y en el mundo del concierto, abordar el Réquiem de Verdi, con grandes orquestas.

¿Y cuáles serían los personajes que más le identifican?

Me gustan mucho Carmen, Dalila y la Charlotte de Werther, que tiene un perfil totalmente diferente a estos. Me gustaría hacer La favorita y El caballero de la rosa. Incursiones en el repertorio alemán he hecho pocas y el único personaje que me vería haciendo sería ese. Hay otros roles interesantes como Laura de la Gioconda de Ponchielli, óperas que no se ponen mucho.