"Wagner no solo mantiene su plena vigencia en el primer plano de la cultura internacional sino que mutiplica su irradiación sin que sea posible avistar un límite", aseguró el musicólogo y periodista Guillermo García-Alcalde ayer en el Paraninfo de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria durante la presentación del libro Wagner 200 años. Reflexiones desde la Universidad, editado por el Aula Wagner del Vicerrectorado de Cultura para conmemorar el bicentenario del nacimiento del compositor. Dicho acto concluyó con un concierto del pianista y pedagogo Juan Luis Castillo interpretando obras de Laura Vega.

García-Alcalde, que estuvo acompañado por la vicerrectora de Cultura, Isabel Pascua, y la arquitecta Elsa Guerra, añadió que Wagner es, como otros grandes de su tiempo histórico, mucho más que una cristalización insigne del arte y el pensamiento del siglo XIX.

"Wagner y Nietzsche percibieron que su arte y pensamiento eran para el hombre futuro", aseguró. "Y siguen siéndolo más de un siglo después de la desaparición de ambos, sabedores de que aquellos que llamamos nuevos valores están inevitablemente abocados a convertirse un día en valores establecidos y, en consecuencia, decaer hasta la nada". El musicólogo aclaró que con El oro del Rin, drama prólogo de la tetralogía El anillo del Nibelungo, Wagner abrió su especulación poética y filosófica sobre el mundo en su integridad y el hombre en su esencia y que el panel en que idealmente figura la concepción wagneriana del mundo y el hombre comienza con la tetralogía y acaba en Parsifal.

García-Alcalde aseguró que en esa concepción, capaz de pasar del mundo pagano de los mitos indoeuropeos a la esfera crítica y fundir en su crisol budismo y cristianismo, también están las lineas caudales de la filosofía de Schopenhauer, "pensador romántico por antonomasia, ubicado en muchos aspectos en los antípodas de Nietzsche". El musicólogo recordó que Debussy estaba impregnado de Parsifal cuando compuso su Pelleas et Melisande, y que Stravinsky, que fue a Bayreuth para ver una representación, denigró esta obra sin perjuicio de adoptar en otra propia -Zvezdoliki- la sonoridad de los vientos parsifalianos y el aura de misticismo del poema.

"La renuncia del amor humano por el amor a la Humanidad, que aparece por primera vez en El holandés errante, es otro de los pilares de Parsifal" , añadió, "y la premonición de futuro, no buscada por su autor más allá del contexto de futuro con que describe su propia naturaleza de artista, es algo más que una experiencia de progreso en los códigos lingüísticos de la música". El periodista aseguró que esto es, de alguna forma, "una intuición de eternidad en paralelo con la universalidad del asunto y de su desarrollo poético".

Previamente, Isabel Pascua destacó que con la publicación de este libro se cumplía otro objetivo de la Universidad, que es "difundir las investigaciones y conocimientos generados por sus miembros o los invitados", mientras que Elsa Guerra, autora del diseño de la portada y de uno de sus artículos, destacó la importancia del Aula como "lugar en el que no sólo se trata la música en sí, sino aquellos aspectos que mejoran nuestros conocimientos de Wagner".