Chirino & Chirino, o arte al mismo ritmo. Martín Chirino, el escultor de las espirales y el viento dibuja en el aire con el pesado hierro forjado; Marta Chirino, su hija, dibuja a lápiz sobre frágil papel y crea, con sus finos e infinitos trazos, texturas en las que se encarna la naturaleza.

La galería madrileña ArtePaso ofrece esta exposición, la primera conjunta de los dos artistas, coincidiendo con ARCO y sus responsables confiesan que desde que concibieron la idea ha sido una sorpresa porque es en el arte donde mejor se observa la unión de Martín Chirino y Marta Chirino, aunque sus vínculos superan los lazos artísticos.

Impresiona la aérea y exquisita Cimbidia IV de casi metro y medio de Marta Chirino que recibe al visitante en la galería y le conduce al fondo de la sala, donde el hierro forjado vuela y dibuja el espacio. Es El viento solano (2007), una obra grande (171x223x116) de Martín Chirino, que dialoga con el Calandrum-Amantes (2009), a su lado en la pared.

El mismo ritmo en ambos artistas, las formas curvas, las ondulaciones del espacio en esculturas y dibujos, la naturaleza convertida en arte en Valgrande, la casa taller cercana a Madrid, y por eso Primavera en mi tierra (2011 Y 2012), la adelfa Nerium Oleander, o El misterio de la rosa (2014), títulos de los dibujos de Marta Chirino que acompañan las esculturas Espiral de la Rosa, Espiral del viento (2003), Viento (2003), Raíz (1965) o Espiral (2005) en hierro pavonado.

Martín Chirino (Las Palmas de Gran Canaria, 1925) descubrió de niño la espiral en la playa de Las Canteras cuando el viento levantaba la arena creando esas formas, y después en los vestigios dejados en las rocas basálticas por los primitivos pobladores de Canarias, los guanches.

A Marta Chirino Argenta (Madrid, 1963) lo que le "apasiona", dice, es "comprender la belleza de la naturaleza". "Me inspira la naturaleza, pero son los ritmos los que me llevan, no el terminar algo muy detalladamente, sino la composición, el dibujo principal", precisa.

Los estudios de Biología y Bellas Artes le han dejado a Marta Chirino, ilustradora científica desde hace más de veinticinco años en proyectos de investigación del Jardín Botánico de Madrid, el poso necesario para desentrañar el misterio de la naturaleza, observar y dibujar con una minuciosidad llena de verdad, de honestidad.

Los ritmos del martillo sobre el hierro en la fragua y del lápiz sobre el papel son los que empujan a padre e hija a crear esas formas, abstractas en el caso de Martín Chirino, delimitadas por la realidad, científicas, en el de Marta Chirino, pero que en ambos casos hablan de la belleza y de la preocupación del hombre por trascender.

"Pensar que con la realidad se puede elaborar también el sueño, eso me parece maravilloso", se entusiasma Martín Chirino, para quien esta exposición tiene un significado especial: "Qué bonito exponer con una generación que yo mismo genero, ver a mi hija en marcha, una artista que está haciendo cosas muy interesantes, algo hermoso, lleno de delicadeza y que es muy científico", afirma.

Marta Chirino estudia las estructuras mínimas que componen flores y plantas para descubrir las partes ocultas al ojo humano, y al dibujar, con miles de rayas para terminar a mano con el blando pero poderoso oscuro lápiz, encuentra una nueva realidad, sin vulnerar la integridad anatómica del modelo, hasta crear un nuevo escenario, "en el que una claridad límbica sumerge la obra".

Antes, las plantas, las flores escogidas han entrado en su vida como pensamientos que en su cerebro elaboran ilusiones, inmersos en un horizonte luminoso y claro, "un espacio" -escribe Marta Chirino sobre su trabajo- "en el que me elevo, dejándome mecer en lo alto para despojarme de lo matérico y así elaborar mi obra".