El productor de cine Adrián Guerra (Las Palmas de Gran Canaria, 1984) protagonizó ayer un encuentro con el público en el Club LA PROVINCIA, junto al periodista Luis Roca, donde compartió las claves de su corta pero exitosa carrera cinematográfica dentro y fuera de las fronteras de España. Con un bagaje de seis producciones; Buried (2010), Guest (2010), Emergo (2011), Luces Rojas (2012) y Grand Piano (2013), Guerra tiene tres estrenos este año: The Gunman (2015), con Sean Penn y Javier Bardem, en mayo; Palmeras en la nieve (2015), el cuatro de diciembre; y Cómo sobrevivir a una despedida (2015), cuyo estreno tiene lugar hoy en las salas comerciales de España. "La película puede fracasar o triunfar, eso nunca se sabe, y ambas cosas estarán bien", expresó ayer Guerra sobre la película, presente en la Sección Oficial del Festival de Cine de Málaga.

Con sólo 31 años, Guerra ha sabido exprimir los incentivos fiscales que brinda el cine en Canarias y es uno de los principales promotores de los rodajes en las Islas. "El 90% de las películas extranjeras no podía venir aquí por falta de inversores y la nueva Ley de incentivos fiscales rompe por fin ese cuello de botella", afirma el productor. Al frente de Nostromo Producciones, donde recibe una media de 10 guiones cada semana, Guerra afirma que su éxito en el cine nace de su "cinefagia" y carácter "inquieto". "Mi éxito consiste en ver de todo, en leer todo lo que puedo y lanzarme a crear cosas", revela Guerra, quien se define como "un freaky de tres pares de narices" y cuya pasión cinéfila "nace con Tiburón en el Galaxys y, en general, con todo el cine de Spielberg". "Me apasiona el cine comercial con calidad", afirma.

"Siempre he sido una persona inquieta, me frustré mucho en la Universidad, así que lo dejé y terminé por montármelo por mi cuenta", explica. "Primero monté un pequeño festival en la península, luego me dediqué a distribuir cine y, finalmente, me lancé a la producción de películas, todo eso me dio una buena comprensión del sector". Así surgió su debut con Buried, de Rodrigo Cortés y con Ryan Reynolds bajo tierra, que le valió diez nominaciones a los Premios Goya en 2010. "Esta película nos abrió la puerta a otros inversores y a actores de más nivel", revela en relación a Luces Rojas, también de Cortés, donde trabajó con actores de la talla de Robert de Niro y Sigourney Weaver. "Cada película es un hijo y no podría quedarme con ninguna, pero le tengo un cariño especial a Buried porque fue un sueño hecho realidad", revela.

Con todo, Guerra afirma que producir cine es un oficio "bonito y desesperante". "El cine es algo que te absorbe, no es una ley que tengas que aprenderte, sino algo vivo que te exige estar siempre disponible y atento a los cambios en el mercado y en la tecnología", señala. Ahora, prepara El hombre que mató a don Quijote, de Terry Gilliam, ex Monty Python, que el cineasta intenta poner en marcha desde hace 20 años y cuyo rodaje arranca este verano en Gran Canaria.