La lluvia amenazaba con empañar la celebración de la Noche de Finados en el barrio histórico de Vegueta y, aunque provocó el aplazamiento del espectáculo de Don Juan Tenorio, la fiesta en homenaje al Día de los Difuntos no se fue con la música a otra parte. El interior del teatro Pérez Galdós fue ayer escenario del concierto Música para una noche de ánimas, interpretado por la Orquesta del Atlántico, que puso la banda sonora al ocaso de octubre en el barrio capitalino con un repertorio musical inspirado en poemas y baladas que orbitan en torno a los misterios de la muerte.

La representación del Don Juan Tenorio de Zorrilla a cargo de Arteamos Producciones se celebra finalmente esta noche, a las 21.00 horas, en la Plaza de Santa Ana, tras el anuncio de su cancelación ayer por motivos de seguridad, debido a los problemas ocasionados por las precipitaciones. Sin embargo, ante el vacío que se abría ayer en la programación de los finados, la música y el arte revivieron el espíritu de la noche de las ánimas durante 70 minutos de espectáculo.

En torno a las 20.00 horas, un río de paraguas de colores discurría hacia las puertas del Pérez Galdós. La lluvia apenas dio margen de tregua en la capital pero, precisamente por esta razón, muchos integrantes del público coincidían en un aspecto: "¿Qué plan mejor que un buen concierto, si aquí fuera no para de llover?". Así se expresaba Laura Marcos, profesora, mientras aguardaba frente a la entrada del teatro la llegada de sus acompañantes. "El programa está genial, me alegro mucho de que el concierto se trasladase al teatro en lugar de cancelarlo, como el Tenorio", apunta. Además, la representación de Don Juan Tenorio "no se cancela, sino que se aplaza", reflexiona, "así que, oye, ahora tendremos Halloween dos noches seguidas".

El público tomaba asiento en las butacas del Pérez Galdós y, unos 15 minutos sobre la hora prevista, daba comienzo la velada Música para una noche de ánimas. La celebración del concierto estaba prevista en la plaza que preside el teatro, pero el cambio de ubicación por razones metereológicas no alteró la magia de la velada. La asistencia desbordó las expectativas y, entre otras autoridades y personalidades de la Isla, acudieron Encarna Galván, concejala de Cultura del Ayuntamiento capitalino; José Regidor, rector de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria; y el musicólogo Lothar Siemens.

Bajo la dirección de Isabel Costes, los 62 músicos de la Orquesta del Atlántico deslumbraron con su "música tétrica, tenebrosa, fantasmagórica [...] lúgubre y lóbrega"; así la definía en su bienvenida la actriz Lilí Quintana, que adoptó el papel de maestra de ceremonias. Desde obras más intimistas hasta piezas más altisonantes pasando por otras obras más amenas, la pieza Pavana para una infanta difunta, de Maurice Ravel, inauguró el repertorio musical con sus melodías impresionistas y sutiles. Le sucedieron la Marcha fúnebre de la Sinfonía 3, la Heroica, de Beethoven; Le tombeau de Couperin, de Ravel; Danza macabra, de Camille Saint-Saëns; la Marcha al cadalso, de Berlioz, 4º movimiento de su Sinfonía Fantástica y El aprendiz de brujo, de Paul Dukas.

Ahora bien, el repertorio musical fue a un tiempo protagonista y telón de fondo de las distintas actuaciones y apuestas artísticas que se sucedieron en el escenario, donde también brillaron la danza, las proyecciones del vídeo mapping (creaciones artísticas a partir de la proyección de imágenes) y las lecturas dramatizadas. Los bailarines Elena Son y Daniel Hernández armonizaron la danza con las melodías de Beethoven y Ravel; en el caso de este último, los bailarines rindieron homenaje a la pavana que da nombre a su obra, una danza lenta que se bailaba en la corte española en el siglo XIX.

Por su parte, la maestra de ceremonias tejía el hilo conductor del espectáculo con las lecturas del texto Música para una noche de ánimas, basado en extractos de la ópera Don Giovanni, de Mozart, con libreto de Lorenzo da Ponte; y El Monte de las Ánimas, de Gustavo Adolfo Bécquer. Y entre los intérpretes y los músicos, colgaba un finísimo velo negro como lienzo de las proyecciones de video mapping, en el que las imágenes envolvían la velada con las atmósferas sombrías y enigmáticas que caracterizan la Noche de Finados. El equilibrio de las distintas artes abrazadas en el escenario resultó en espectáculo íntimo, dinámico y enriquecedor, en homenaje a una de las noches más apreciadas del calendario y que, después de todo, se alarga hasta esta noche en la Plaza de Santa Ana.