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Entrevista. Escritor

Albert Espinosa: "Viví diez años en hospitales pero fui feliz porque ahí tenía a mis amigos"

"Me maravilla la obra de César Manrique. Es una pena que su obra no sea más conocida en la Península", afirma el autor de 'Pulseras rojas'

Un encuentro con los lectores. JUAN CARLOS CASTRO

El mundo azul está escrito en varias localizaciones. Entre ellas, Lanzarote. ¿Qué papel desempeña esta isla en la historia?El mundo azul

La historia se desarrolla en Lanzarote. No se menciona ningún lugar concreto, pero para mí es Lanzarote. Yo buscaba una isla donde los personajes fueran a vivir y a morir, pero también quería alejarme de mi propia historia, de mi niñez y de la Menorca que conocí de niño. En el fondo, quería una isla en la que nunca hubiera estado y cuando descubrí el mundo de César Manrique me maravillé. Realmente es un prodigio y tenía ganas de que el libro tuviera esa belleza.

¿Cómo retrata la isla?

En realidad es una mezcla de dos islas: de Ischia y Lanzarote. He intentado absorber y retratar la poesía de ambas. Yo buscaba una isla que diese muchas ganas de vivir y esto fue lo que me pasó en las dos.

Este libro cierra una trilogía. ¿Qué encuentra el lector que tenga la referencia de los dos libros anteriores?

Es el final de una trilogía de lucha, de enfermedad y experiencias llenas de vida. El mundo amarillo ofrecía un retrato de mi propia batalla contra el cáncer. Pulseras rojas abordaba la amistad que necesitaba un grupo de amigos para sobrevivir a la enfermedad y se ha publicado en 20 países. Ahora, trato la muerte transformada en vida con el alegato de que lo realmente triste no es morir sino morir sin haber vivido la vida intensamente.

En sus libros se imponen las ganas de vivir sobre la dureza de la enfermedad. ¿Es el mensaje?

Intento transmitir que hay que aprovechar cada segundo. Todo se reduce a esos momentos de la vida que te cambian o te emocionan y muchas veces esto ocurre a partir del momento en que te anuncian tu final. A mí me pasó de pequeño. Me dieron un 3% de opciones de sobrevivir y en ese momento debes aprender a vivir y todo eso lo aprendí estando en un hospital.

¿Cuánto tiempo estuvo usted ingresado en un hospital?

Estuve diez años ingresado aunque de manera interrumpida. Sufrí tres cánceres; de pierna, de pulmón y de hígado. Perdí una pierna. Sufrí todo eso pero fui feliz y a partir de esos diez años de hospitales han nacido bastantes de mis historias. Woody Allen habla de su Manhattan natal y como yo me crié en un hospital, mis historias ocurren ahí. Pienso que he perdido muchas cosas en la vida, pero después se han convertido en ganancias. Hay que divertirse porque el mundo es el patio más grande que existe y hay que disfrutarlo.

¿Qué papel desempeñó la literatura en esos años?

No mucha. La lectura llegó más tarde, cuando empecé a estudiar Ingeniería Industrial y me empezaron a interesar las novelas de Stephen King, las de Patricia Highsmith o la poesía de Wislawa Szymborska. Pero en aquellos tiempos leía poco. Mi compañía eran los amigos. Formamos un grupo que disfrutamos de aquel hospital: no teníamos motos pero teníamos sillas de ruedas; no podíamos ir a las discotecas pero teníamos diez plantas por explorar y aprendí a disfrutar cada segundo.

¿Están sus libros dirigidos a esos niños que están pasando ahora por lo que usted pasó?

Sí y no. Mi suerte es que llegan a un público más general. He vendido casi cinco millones de libros y la serie de televisión sobre Las pulseras rojas también ha tenido mucho éxito. En lo primero que pienso es que me gusten a mí y en este he descubierto a César Manrique.

¿Qué parte de la obra de César Manrique le interesa más?

Su obra es muy grande, pero lo que más me gustó es el respeto que tenía por la naturaleza y cómo lo integró en sus trabajos, de tal manera que se producía esa simbiosis. Es una pena que no se le conozca más en la Península. Creo que es un artista del que deberíamos aprender muchas cosas, especialmente a la hora de abordar el desarrollo turístico. Para mí, es un honor que la gente conozca un poco de su obra a través de este libro.

¿Le llegan mensajes de esos lectores que son pacientes y a los que sus libros han ayudado?

Sí. Recibo unos 8.000 correos de gente que me cuenta lo que ha sentido con los libros. Es como un premio, pero no solo de pacientes. Me llegan experiencias propias de lucha o de pérdidas que se producen en la vida. Yo intento dedicar dos días a la semana a contestarlos.

¿Qué sensación le producen los recortes en Sanidad?

Siempre digo que la Educación y la Sanidad son dos campos en los que no debería haber recortes. Es importante comprender que cuando te falta la salud o el acceso a la educación están jugando con tu vida. Cualquiera que visite un hospital se da cuenta de lo importe que es. Para mí, está por encima de cualquier otra materia política.

¿Sería recomendable que la enfermedad fuera una materia más a tratar en los colegios?

Sí. Deberían existir asignaturas que traten el amor, el sexo y la muerte. Son tres aspectos troncales en la vida de toda persona. Para mí, el hospital fue un segundo colegio. Yo tuve uno, el normal, hasta los 14 años y otro que me marcó de otra manera.

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