"Aquí nací yo", apunta Pistol al tiempo que señala hacia un rincón humilde en una casa de paredes derruidas. Son sus orígenes. En una Gomera pobre y marinera. Una cuna de piedras y escombros, y el principio de su gran aventura. "Había sacos de pienso y aquí fue donde mi madre llegó y expulso a éste", proclama con una sonrisa socarrona. "Este soy yo", aclara después con una carcajada. Así es Pistol, el espíritu canario del punk rock y así comienza el documental que lleva su nombre y que se presentó ayer en el Club LA PROVINCIA.

En Pistol, el director lanzaroteño José María de Paiz repasa la vida de Víctor Arrocha, "músico, batería y mejor persona", según proclamó el periodista Diego F. Hernández en su presentación. Lo hace en blanco y negro, durante 27 minutos, a través de extractos de una conversación que nace de la entrevista que realizó Paiz para el libro Héroes del rock canario. El director, en esta ocasión, analiza la vida más que al papel de Pistol como figura principal del punk a las baquetas de Familia Real, Ataud Vacante, Brutalizzed Kids y, ahora, 13 Motos. Lo hace con Jonathan 'Yotti' Delgado, responsable del sello discográfico y la editorial Los 80 Pasan Factura.

La vida de Pistol ha sido dura. Su padre fue marinero y su madre trabajaba en la conservera. Sufrió una enfermedad renal y de joven emigró al barrio de Los Gladiolos en Santa Cruz de Tenerife. Pero una parte significativa del metraje aborda sus años más duros, los de la droga, la delincuencia y la supervivencia. Porque "yo me enamoré de una chica que se llamaba heroína y salíamos todos los días", explica. Aun así Pistol tiene una cosa clara: "Los 80 no pasaron sobre mí. Fue al revés, yo pasé por los 80".

Desde los primeros años de aquella década, Víctor no ha dejado de golpear con fuerza su batería, de componer y cantar con rabia. Este relata como la música actuó como su medicación. "Los 80 fueron terroríficamente buenos", proclama. "Hubo de todo, bueno y malo, pero había que pasar esa locura y no me arrepiento de nada", defiende ahora. Pistol volvería pero para pasar por lo mismo. "Vivimos momentos muy malos pero fue una época maravillosa. Fue un tsunami. De repente había de todo y te invitaban a hartarte de todo ello. Y eso hicimos, con la música, con las influencias, con la droga, con todo... Y sobreviví".

Pero en el documental también reconoce sus errores con dolor, como aquel momento de necesidad, entre sus peores recuerdos, en el que forzó un Seat 127 el día antes de Reyes. Le movía la urgencia de ese pico salvador. Robó los juguetes de una familia y aún le duele pensar en aquellos niños.

Ahora, admite que su vida puede ser el reflejo de una generación y de otros muchos que se encontraron ante los mismos escollos: "Yo tuve la suerte de tener ayuda en mis amigos y esa fue la mejor medicación". Pero esto no ha acabado. "No he cambiado. No me he retirado y queda mucho Pistol para seguir dando guerra". Dicho y hecho, tras el pase de Pistol, tomó las baquetas para tocar Yo soy yo y Hospicio, de Ataúd Vacante.