Si se habla de la pintura desnuda la mayoría entenderá que se está refiriendo al desnudo como género artístico, una de las clasificaciones académicas de las obras de arte que consiste en la representación en la pintura del cuerpo humano despojado de vestiduras. Pero, en realidad, la pintura desnuda es una etapa en la carrera del pintor a la que llega en un punto avanzado de su continuo proceso de búsqueda de una forma de expresar su estilo. Sólo se comienza a realizar una pintura desnuda cuando el artista se ha embarcado en una ruptura progresiva en la que corta con lo circunstancial, superfluo y accesorio, y en consecuencia su pintura se va haciendo paulatinamente desnuda y esencial.

Desde este punto de vista, la pintura desnuda equivale a la revelación gradual del yo artístico más auténtico, conforme el creador va alcanzando una nueva visión de la naturaleza que concentra su interés en lo desguarnecido y desprovisto de jaeces y atavíos; en lo que subyace tras lo aparente. Debido a esta forma de pensamiento es normal que la pintura desnuda se haya identificado, o a decir de muchos haya sido identificada, con el cuerpo desnudo como encarnación viva, nunca mejor dicho, de esa búsqueda de una pintura esencial.

La exposición Alejandro Reino. Desnudos, que acoge el Centro de Artes Plásticas del Cabildo, supone la rara oportunidad de descubrir la faceta oculta de un pintor conocido mayoritariamente como retratista. Se trata de su universo más recóndito y personal, porque la exhibición está compuesta mayoritariamente por estudios de taller que pintó durante 1991 formando una colección de treinta y tres obras que ha guardado hasta ahora.

Es evidente que llegar a la simplicidad que Alejandro Reino ha conseguido no es fácil, hace falta mucho tiempo. Todo recuerda una frase atribuida a Pablo Picasso: "Desde niño pintaba como Rafael, pero me llevó toda una vida aprender a dibujar como un niño". Se ha necesitado mucha experiencia para llegar hasta aquí, porque, según confesó el artista canario parafraseando a Pablo Picasso, "hasta que no conoces del todo tu oficio no puedes simplificar para pintar como un niño". Estamos ante una obra de madurez, porque a medida que la madurez llega, la creación de un artista se simplifica, la pintura se hace cada vez más sugerente que real, trata de sugerir más que mostrar, de hacer lo máximo con lo mínimo.

De este modo las pinturas de Alejandro Reino están creadas a partir de una mancha que sugiere una forma y sobre ella se refuerza la imagen que se quiere dar con un trazo, también llevado al mínimo, ya que el trazado no tiene por qué tener exactitud. En este aspecto se demuestra que la pintura desnuda no es un producto de las vanguardias sino que se remonta al antiguo Egipto, cuando en los murales la mancha era reforzada por un dibujo perfecto. En esta exposición, las figuras son planas como las egipcias, pero, de manera intencionada, no hay un dibujo muy acabado sobre ellas. En algunos cuadros vemos ambientes, como una balconada o una persiana, pero sólo están sugeridos.

Todos los artistas hacen estudios de taller (lo que antes se llamaba academias) para experimentar y estudiar el uso del color en el tratamiento de la carne. Por eso no están completamente finalizadas. A través de estos cuadros los pintores estudian, se sugieren cosas y aprenden por sí mismos técnicas que luego aplican a sus obras. En este aspecto la exposición no es uniforme porque los cuadros tinta sobre papel están divididos en dos series, once de deportes masculinos y veintidós de desnudos femeninos que señalan que el tratamiento pictórico del desnudo es muy diferente según su género. Los hombres están practicando deportes desnudos mientras las mujeres están acostadas, porque la idea tradicional del hombre (las pinturas remiten al mundo clásico) es que es muy activo, incluso en su ocio, por eso vemos como disputan luchas en grupos o parejas, realizan carreras, combates, competiciones, tiro de jabalina, fútbol, esgrima.

Entender la pintura desnuda como un perenne y escalonado conocimiento del yo, como una prolongada revelación de la individualidad creadora es la clave para comprender que esta colección sólo haya sido mostrada una vez en público. El motivo reside en que su autor había querido conservarla, porque su contemplación le sugería un nuevo mundo, ya que según confiesa: "analizándolas a través de los años descubría cosas que podían ser concretadas aún más". Por eso, a las obras pintadas en 1991 se unen tres estudios o academias de este año ejecutados en lienzo. Comparando los veinticuatro años que separan estas dos series comprobamos que el camino del pintor no es horizontal sino que se bifurca constantemente.