"¿Dónde encontraremos todo aquello que éramos en las tarde de los sábados...?", dice un poema de Miguel Labordeta que abre la nueva novela de Beatriz Rodríguez, "Cuando éramos ángeles", una historia sobre la adolescencia y la dificultad de crecer, con sabor a pueblo, naturaleza y sangre encebollada.

Y es que la obra, publicada por Seix Barral, es una narración sobre el descubrimiento del sexo, el amor, la soledad, el rencor y la venganza, con un asesinato incluido, que a través de una coral de personajes recupera la vida en un pueblo de la sierra del sur peninsular, en los años 90.

Así, Beatriz Rodríguez Delgado (Sevilla, 1980), a caballo siempre entre la edición y la escritura, si en su primer libro, "La vida de Esperanza", rozaba la pérdida de la infancia, ahora se mete de lleno en el retrato de unos personajes que un día fueron ángeles.

"Se trata sobre todo de mostrar el recuerdo de quienes éramos en nuestra adolescencia, algo que siempre me ha obsesionado por mi carácter, muy maleable en mi juventud", explica a Efe la autora.

"(Quería) Recordar cómo nos relacionábamos, porque todos hemos tenido una pandilla e hicimos cosas que, cuando llegas a adulto, piensas, '¿Cómo pude hacer eso?', y te quedas alucinada", precisa Rodríguez, para quien la adolescencia es también una manera de perder la infancia e irse deconstruyendo.

"Creo que los adolescentes funcionan con una ética de grupo que castiga mucho lo diferente a ellos; marginan duramente a lo que no sea igual a ellos, sin líneas divisorias entre el bien y el mal. He visto cosas terribles que antes no se denunciaban y ahora sí", recalca.

Esta novela coral, con muchos ángeles bellos y otros no tanto, que en la madurez son capaces de cometer crímenes gestados en esa adolescencia, tiene un hilo conductor que es Clara, una joven periodista que, tras la muerte de su marido, se queda a vivir en ese pueblo de mil habitantes, para llevar una vida tranquila, dirigiendo el periódico local.

Pero la aparición de un cadáver de uno de los dueños de la tierras del pueblo hace saltar por los aires la aparente vida apacible y se hacen transparentes las miserias y rencores a través de un "flashback" con el que el lector viaja hacia la infancia de sus habitantes.

Una narración en la que el sabor a tierra, la naturaleza y la comida también son protagonistas, con capítulos que llevan por título "Sangre encebollada", "Habichuelas en escabeche" o "Asadura", porque la cocina también tiene mucho de narrativa, en opinión de Beatriz Rodríguez, directora de una de las editoriales pioneras en internet, Musa a las 9, y creadora del Festival de Poesía de Madrid.

"Me gusta mucho cocinar y creo mucho en la narración culinaria, me parece muy potente, tanto para despertar el apetito como la imaginación. Me he criado con eso", subraya la escritora.

La novela de Rodríguez es una vuelta al mundo rural y una construcción de personajes hechos con un afiliado bisturí, para crear un mosaico de la naturaleza humana.

Una narración sin ningún elemento políticamente correcto, con ansias de libertad -"la adolescencia es la manera de hacernos libres e irnos separando de todo", dice Rodríguez- y con escenas que demuestran la crueldad humana sin tapujos que se puede dar en el ser humano y en sociedades cerradas.