Cientos de biografías a lo largo de la historia ponen de manifiesto que, a menudo, morirse es la única manera de trascender. El pintor Matías Sánchez (Alemania, 1972) denuncia que "la incomprensión social e institucional hacia el mundo del arte" resulta en que "el artista no existe hasta que muere, y es rescatado entonces para la historia y reivindicado como propio de su país y región".

Esta es la idea que cimienta su exposición pictórica De vagos y maleantes, que exhibe hasta el próximo 26 de febrero en la Galería Manuel Ojeda. La muestra se compone de 24 retratos satíricos de sus referentes en el universo del arte, como Chagall, Goya, Picasso, Giacometti, Matisse, Munch o Schmidt, a quienes deconstruye y rearma con trazos y colores expresionistas. "La exposición sirve un homenaje al mundo de los artistas, casi todos conocidos y muchos de ellos malditos, como Van Gogh o El Bosco", señala Sánchez.

Los recursos que vuelca el pintor redundan en una explosión de colores al óleo sobre lino, que se inscriben en "una línea y estética infantil, dentro del campo del expresionismo". "A partir de esa forma de pintar buscaba la estética de los niños y delos enfermos mentales para dar forma a una obra mucho más directa y no tan intelectualizada", apunta el pintor, quien fraguó las piezas de la serie entre 2008 y 2010, año en que expuso una gran parte por primera vez en la Galería Manuel Ojeda.

"Ahora estoy en una etapa mucho más irónica", afirma. "Esta es una obra más benigna porque es más divertida, pese a que el trasfondo de los personajes sea crudo y suponga una reinvidicación del artista, a quien no se tiene en cuenta en vida". "Sin embargo, después tenemos que decir, por ejemplo, que Picasso es español cuando, en realidad, por su obra, fue más francés que Napoleón". En este sentido, Sánchez revela que "el mensaje de la obra es que la historia se repite".

"En unos países más que en otros, la historia se repite; en Francia, por ejemplo, los pintores son protegidos por el Estado y la sociedad y, aunque no entiendan sus obras, ya tienen aprendido que son parte del patrimonio", explica. "Ellos tuvieron a los expresionistas, renegaron de ellos; luego, a los cubistas, y a todos los artistas internacionales que estuvieron allí en un guetto, como era Monmartre; hasta que se dieron cuenta de que aquello era un tesoro nacional". "Pero aquí, en España, el artista no existe", lamenta.

Para el pintor, el escenario del mercado artístico nacional es "una vergüenza". "A mí me da vergüenza cada vez que hablo con un artista, galerista o coleccionista extranjero y le digo cómo es la situación aquí", asevera. "Me dicen que no lo entienden y que, seguramente, ni con Franco estaban en una situación así". "Dentro de cien años, los artistas españoles serán reconocidos, pero sólo unos pocos lo harán en España, mientras que la mayoría aparecerá fuera, en Noruega o en Dinamarca, y otra vez se repetirá la historia".