La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El maestro que soñaba con guitarras

José Nieves, profesor jubilado, fundó el Aula de Música Moderna del Claret y atesora una exhuberante colección de modelos

José Nieves muestra algunas de sus pertenencias en su estudio. JOSÉ CARLOS GUERRA

Son solo seis cuerdas, 22 o 24 trastes, un cuerpo de madera, un mástil y todo un universo de sonoridades por descubrir. Las guitarras eléctricas tienen alma, personalidad y en muchos casos nombre. Las posibilidades son infinitas. Gibson y Fender dominan el mercado. Sus modelos se imponen en un océano de marcas. Después, toca elegir pastillas, tipos de maderas, vibrato, Bigsby o Floyd Rose y colores. Y cuando parece que la respuesta se encuentra a un paso, el comprador se da cuenta de que en realidad le gustan todas.

En Canarias prolifera el coleccionista de guitarras eléctricas. Para ellos sus posesiones son obras de arte, una herramienta para expresarse, para evadirse o para compartir. Y para muchos adquirir instrumentos es una necesidad, como quien compra cuadros, coches, llaveros o cajas de fósforos. José Nieves es el nombre de uno de esos personajes anónimos que escriben la historia del rock canario desde sus orígenes. Este profesor jubilado del Colegio Claret es uno entre los muchos coleccionistas que existen en las Islas. Su galería de tesoros es modesta comparada con la exhuberancia de muchas otras pero es especialmente rica en los sentimental, porque cada una de ellas, "mis niñas", encierra un episodio de su vida. Por eso, las guarda con celo en un local de ensayo de la capital grancanaria que apenas conocen sus allegados y los compañeros de su banda.

El gusanillo le picó siendo un niño pese a ser el único en su familia. El maestro recuerda la primera guitarra eléctrica que tuvo, casi como si fuera ayer. El pequeño José solo tenía 10 años en 1960 pero logró ahorrar 500 pesetas durante todo un año para demostrar a su padre que lo suyo no era un capricho más. Su primer amor se llamaba Clira, la marca blanca de Framus y costó 5.500 pesetas en el bazar Nueva York. Corrían los tiempos de oro del vinilo y la llamada invasión británica viajaba a bordo de unos barcos que traían música ilegal y se llevaban plátanos.

José Nieves recuerda comprar sus primeros discos en el puesto de Juan Manuel, con su muestrario a 9 pesetas en el mercado del Puerto. Estaban Los Mustangs, Lone Star, Los Bravos, The Shadows, los Rolling Stones y, como no, The Beatles. José recibió clases durante tres meses por parte de un integrante de un trío musical antes de lanzarse a formar su propia banda. Se llamaron Los Jaguars. En esa época triunfaba la sala Flamingos o El Papagayo, pero el profesor Nieves recuerda los conciertos en los bailes que se organizaban en los distintos clubes de fútbol de la capital grancanaria. El virus del rock and roll ya campaba a sus anchas en el interior de José Nieves. Tanto fue así que decidió dejar los estudios por la música; su pasión.

Entonces llegó la segunda guitarra. Era una Welson, que adquirió en Picholi, cuando esta tienda señera se encontraba en Fernando Guanarteme. Sin embargo, aparecieron las responsabilidades de la vida. Así, sin avisar. Primero los estudios, después la carrera, la profesión, la familia, los hijos y cuando José Nieves se quiso dar cuenta habían pasado 15 años sin tocar una sola nota de su guitarra. Nunca más. Su vida estaba encausada. El maestro volvió a coger la guitarra y no lo ha soltado hasta ahora.

José Nieves guarda en local de ensayo de la capital grancanaria una colección que cuenta con un Fender Dobro de 1992; una réplica de Lucille, la guitarra negra de B.B. King hecho por Epiphone; también tiene una Hofner roja, modelo 335, que es una reedición de la original; guarda una Stratocaster 40 aniversario color hueso o una Gibson Les Paul Traditional. Son éstas una pequeña muestra. Pero, José Nieves guarda como el tesoro robado de un navío pirata una guitarra artesanal que le hizo con sus propias manos su amigo Alfredo Santana, guitarrista y líder de varias bandas canarias y nacionales de los años 60 y 70, antes de regalarsela con la estética de una Fender Telecaster. "Pude ver cómo iba cogiendo forma poco a poco, cómo se elegían las maderas y los componentes, cómo se combinan para lograr la mejor sonoridad y el timbre que tiene y que es espectacular", señala.

Porque para este músico vocacional e interprete de versiones, el sonido es la prioridad, más allá de cualquier aspecto técnico. No hay una guitarra que suene igual que otra, aún siendo el mismo modelo y la misma marca. Pero además, José Nieves las personaliza con pastillas nuevas, "sin perder el fondo y el alma de la guitarra", en busca de un sonido más blues, más sureño, más clásico o jazz. "Todas me gustan y de todas me siento orgulloso", confiesa éste.

Pero como todo coleccionista, Nieves tiene sus peculiaridades. A veces, cuando adquiere una guitarra, no la toca. Como el novio que corteja, el maestro cuelga la guitarra en el estudio y la observa. A ratos la coge y estudia sus formas. Después, la toca sin efectos. Un sonido puro y limpio. Solo el ampli. Luego añade bancos de sonido. "Me voy dando cuenta del sonido verdadero de la guitarra, en qué estilos encaja y como sacarle el máximo provecho en las versiones".

Los Jaguar, La Peñate Boys Band, Travelling Band, Qué pasa aquí, La vieja escuela y la actual The Ville Band. Este docente del Claret ha tenido infinidad de proyectos musicales a lo largo de su vida, pero hay uno que recuerda con especial cariño. En la década de los años 80 fundó el Aula de Música Moderna para sus alumnos. Se trataba de un encuentro en el que sus estudiantes, lejos de las calles, podían desarrollar sus habilidades con la mirada puesta en un certamen de fin de curso. Por ahí pasaron muchos que ahora son músicos, algunos conocidos como Javier Moreno, batería de Efecto Pasillo. Y allí aprendieron de su profesor que la música es compartir.

Compartir el artículo

stats