La Provincia - Diario de Las Palmas

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El mejor lugar para gente con mucho dinero

Los clientes de las salas de subastas son seres extraños. Tal vez sólo se trata de personas tímidas. No sólo no les gusta que le hagan fotos, y por supuesto se niegan a decir su nombre, sino que también suelen utilizar mucho el comodín de la llamada de teléfono para hacer sus ofertas. De hecho, salvo el cuadro de Martín Chirino, las demás obras de pintores canarios que aparecían en esta lista se adquirieron a través de este sistema: días antes, el comprador se pone en contacto con la galería y le comenta las piezas que le interesan, para que cuando se produzca la subasta los llamen y puedan pujar.

La puesta en escena de estos eventos grandilocuentes resulta tal cual aparece en las películas. Señores y señoras más o menos trajeados dan vueltas por la galería acercándose a aquellas obras que despiertan su curiosidad. Con el catálogo en la mano, comprueban los precios de salida, y después, en completo silencio toman asiento, hasta que el responsable de la subasta comienza con su soniquete habitual.

Los clientes levantan la mano, o simplemente un par de dedos. La puja va subiendo de veinte en veinte euros. Después si ha logrado quedarse con la obra, una de las dependientas de esta galería le acerca sigilosa un papel para que deje por escrito su nombre y datos personales. En la segunda fila de este largo salón recubierto de cuadros y pequeñas urnas conteniendo joyas de muchos quilates se sentó una habitual de estos eventos. Sin querer desvelar su nombre, "es que yo soy muy conocida", empezó por dejar claro que las subastas son sitios "para gente con mucho dinero". Ella había llegado de Londres para visitar a unos amigos y asistir a este ameno acto social, "me interesan sobre todo las joyas y algún cuadro ruso, ¿sabes, no? Iconos rusos", ella pregunta para comprobar que se entiende lo que ha dicho, parece acostumbrada a tener que aclarar determinadas respuestas sobre todo cuando se trata de hablar del peculiar y secreto mundo de las subastas.

Esta señora, que casi grita cuando intuye que puede salir en una de las fotografías, ya más calmada cuenta que en otra galería de subastas se había comprado una diadema de brillantes que le había costado 20.000 euros, "y que pienso ponerme en la cena, a la que van a acudir el rey Felipe VI y la reina Letizia en Londres".

Después de esta apasionante confesión, la señora recomienda que preguntemos a los de otra fila, "que son de Madrid y yo estoy la mayor parte del tiempo en Londres". Sin más, gira la cabeza, y abre el catálogo para empezar a subrayar la lista de piezas que comienzan a salir a esta palestra, para gente con mucho dinero.

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