La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lafuente: "El placer escénico, que es una vivencia de dioses, es impagable"

El licenciado en Filosofía y experto en oratoria es creador de un método que ha impartido a miles de personas

El experto en oratoria Ángel Ignacio Lafuente Zorrilla. LA PROVINCIA / DLP

Todo el mundo cree que el orador nace, pero usted afirma que se hace.

Así es. Más aún, semejante disparate se ha convertido en un refrán. Me encuentro en condiciones de asegurar que se trata de un prejuicio nefasto porque nuestro cerebro lo toma como premisa mayor de un silogismo castrante: "Como no he nacido orador nunca podré serlo". Para muestra basta un botón, que soy yo mismo: nací en las antípodas de cualquier valor o cualidad retórica y me he convertido en un orador aceptable, incluso me atrevo a ser maestro de oradores.

¿Sufría de pánico escénico?

Sí, tanto de niño como de adolescente y de joven. Fui un verdadero enfermo mental, cúmulo de todos los complejos de inferioridad y hundimientos de la personalidad. Lo descubrí cuando me sacaban en el colegio a hablar o leer en público porque tenía buena voz. Resultó una experiencia tan dolorosa que pasé años observando cómo hablaban los demás, y aprendiendo cuanto hay que conocer sobre oratoria; no las infinitas sandeces que inundan cátedras y libros. De manera que, sin maestros, tanteando a cierra ojos por las paredes de la vida, he dado a luz un método que algunos han calificado como el más consistente en metodología para la oratoria.

¿Cómo es posible que a pesar de emplear el lenguaje a diario no seamos capaces de comunicar?

Sencillamente porque la palabra hablada, el máximo invento del cerebro humano en su evolución, es un instrumento limitado. Aunque supone el mejor puente para vincularnos unos con otros no deja de ser un sistema de intermediación incapaz de trasmitir la profundidad de nuestras vivencias, ideas y sentimientos. Por eso es una vergüenza que el sistema educativo no se preocupe de dotar, desde la infancia, a los seres humanos del dominio absoluto de la palabra hablada. Y en los países donde se cultiva, no se entrega con fundamento psicológico. Por eso uno cuenta con alumnos de enorme preparación originarios de Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etc., países donde se cultiva la oratoria, que confiesan miedo escénico según a quién se dirijan.

¿A qué se debe la ausencia de la oratoria en el sistema educativo?

Desde hace miles de años, el poder ha intuido que si dota al pueblo de seguridad personal y del dominio de la palabra, va a convertir a los ciudadanos en personas de libre pensamiento, que no van a comulgar con ruedas de molino, ni van a estar a lo políticamente correcto, sino que se van a mover aunque no salgan en la foto. Y eso, al poder, le hace temblar.

El curso que imparte no es sólo para hablar en público, sino para "ser y vivir".

Cierto, yo no enseño a hablar en público, sino a comunicar, que es algo diferente. Y no a comunicar en público, sino siempre, en público, en privado, en radio y en televisión. Porque no hay dos, ni tres, ni cuatro maneras de comunicar, sino una sola que consiste en transferir ideas y sentimientos del emisor hasta el receptor. Este dato tan simple, si fuera conocido, evitaría las situaciones ridículas como que ante una notable distracción del público el orador siga hablando, con lo que demuestra que desconoce que su misión, al tomar la palabra, no es hablar, sino comunicar. Sirve para ser y vivir porque así me lo han acreditado eminentes catedráticos de psicología, alumnos míos, y directores de recursos humanos que reconocen un cambio en el ambiente laboral tras la impartición del curso. Llevar a los individuos a su máxima consistencia personal genera consecuencias extraordinarias para la vida diaria, para la conducta social, y hasta para agudizar una visión más certera del devenir de la historia e interpretar el entorno.

¿Cómo ha sido valorado por los participantes?

Desde hace muchos años recibo evaluaciones extraordinariamente positivas. Y puedo comentarlo con humildad puesto que no me cabe ningún mérito en que, siendo un don nadie, me sienta del todo seguro. El destino me lo regaló envuelto en aquel catastrófico trauma personal.

¿Saber hablar en público fortalece la personalidad, y capacita para el éxito y el liderazgo social?

Al revés, una personalidad imbatible produce una actuación segura ante cualquier tipo de público, incluso ante aquel que se encuentra muy por encima del emisor, en conocimiento, en fama o en poder. Por otra parte, resulta evidente que semejante tipo de personalidad está en la base del éxito, pues de ella se derivan consecuencias inesperadas. Hablando del liderazgo, por ejemplo, quien lo ejerce ha de ser persona segura porque, de lo contrario, se convierte en un talibán, en un dogmático. La misión del líder exige visión y análisis de la realidad; actitud de escucha y de diálogo; toma de decisiones con riesgo; resuelta voluntad de revisión y, llegado el caso, de rectificación. Es evidente que los inseguros que indebidamente asumen el papel de líderes, incurren en fundamentalismo. Leen cartillas a los subordinados, generan mal ambiente; frenan el desarrollo de empresas e instituciones, malbaratan la riqueza de sus colaboradores y desmotivan al más ilusionado.

Usted propone no sólo vencer el miedo escénico sino también encontrar el placer escénico. ¿Cómo?

Simplemente llevo al alumno a que baje, desde su cerebro hasta el fondo de sus entrañas, dos ideas irrebatibles que en la mente no sirven para nada. La primera es que cada individuo es la persona de mayor valor para sí misma, la merecedora de mayor respeto, tolerancia, comprensión, aliento y perdón. La segunda es que este mundo es un teatro poblado por siete mil millones de actores a los que se han encomendado diferentes papeles a interpretar, que duran lo poco que dura la vida. Esa actuación concluye cuando la dama de la guadaña, más bien antes que después, nos corta a todos la cabeza por el mismo rasero. La muerte es una maestra a la que se pretende orillar; con lo que el mundo pierde una sabiduría que Jorge Manrique recoge en su gran poema cuando asegura que "A papas, emperadores y prelados, así los trata la muerte, como a pobres pastores regalados". Cuando uno llega a tales convencimientos, experimenta el más revolucionario de los cambios. Y ahí comienza la seguridad para vivir que nada ni nadie podrá quebrantar. De ahí arranca el placer escénico, que es una vivencia de dioses, algo impagable. Es la percepción de la auténtica libertad.

Compartir el artículo

stats