Lo más parecido a oír música celestial es asistir a un concierto de Los Niños Cantores de Viena en una catedral. Y es que la acústica de una iglesia es la idónea para disfrutar en toda su plenitud de un espectáculo de estas características.

El aficionado a la música clásica es consciente de esto, y la demanda de entradas para el evento fue tan abrumadora desde el primer día que se agotaran a las pocas horas de ponerse a la venta.

Por tanto, sólo 2.400 privilegiados pudieron disfrutar de una música hermosísima, una de esas experiencias que no se olvidan nunca. Nada más entrar el director Manolo Cagnin reconocía la idoneidad del espacio. "Esto va a ser diferente a lo que ya ofrecimos en el auditorio", afirmó. "Es un concierto más ajustado a nuestro objetivo". No obstante, junto con la Wiener Philharmoniker y el Wiener Staatsoper Chor, estos jóvenes interpretan todas las semanas la música de la misa de domingo en la Capilla Imperial, tal como lo han hecho desde 1498, aunque también actúen en su propia sala de conciertos Muth. No es de extrañar que ayer por la noche se encontraran en su hábitat natural. Los veintiséis niños comenzaron el concierto con una canción piadosa finlandesa acompañado de triángulo y pandereta titulada Gaudete!.

Luego llegaría el Gloria de Vivaldi, acompañado al piano por el propio director, y desde los primeros instantes se convirtió en un ejemplo soberbio de las posibilidades sonoras que puede ofrecer esta joven formación. Una compenetración prodigiosa y unos cambios de tonalidades casi imperceptibles atraparon a los asistentes desde el primer momento. Desde 1926, Los Niños Cantores de Viena han realizado alrededor de 1.000 giras en 97 países diferentes, y han ofrecido más de 27.000 conciertos. Eso se muestra en la tranquilidad con la que afrontan los repertorios más variados. Y ayer, al estar en un templo, no incluía temas profanos

Una maravillosa piezas de Tomás Luis de Victoria Tenebrae factae sunt sumió a la catedral en un estado de trance, casi hipnótico. Muchos eran los espectadores que escuchaban este tema con los ojos cerrados como en una profunda meditación. Tras ejecutar temas de Händel, Cherubini y Haydn, la formación completó la primera media hora con algunos de los momentos más intentos, con sendas composiciones de Mozart que llevaban los títulos de Dir, ZSeel des Waltalls y Ave verum corpus. Dos temas delicados y cristalinos que mostraron la gran versatilidad que siempre tuvo el genio austriaco a pesar de su efímera vida. La segunda parte empezó con piezas sensibles de Mendelssohn-Bartholdy en la onda de las anteriores. Y siguió con composiciones de Schubert, Rossini, Saint-Saëns, Mascagni, Mochnick, Kratochwil y Schwartz, en uno de los grandes momentos del festival de Música.