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Danza Adiós a un maestro

"Aquí no existía el ballet ni había tradición alguna"

En su 80o aniversario, Gelu Barbu repasaba los avatares de su carrera profesional y cómo le cambió la vida al llegar a Gran Canaria

"Aquí no existía el ballet ni había tradición alguna"

El estreno de Arte en el exilio, documental de Gustavo Socorro, vino a coronar el año del 80o aniversario de Gelu Barbu. A los pocos días de cumplir los 80 años y los 45 desde su llegada a la capital grancanaria por obligada prescripción médica, el bailarín y coreógrafo, ajeno a la trombosis cerebral y los distintos microinfartos que sufriría tiempo después, se mostraba locuaz y emocionado con motivo de una entrevista con LA PROVINCIA en su domicilio de Las Canteras. Una amena charla en la que Barbu giró la cabeza atrás, a los años de una infancia en un país que cambiaría completamente con el paso de los años y del que terminó renegando hasta el punto de arriesgarse a cruzar el Muro de Berlín y solicitar asilo político al cuerpo consular estadounidense.

"Me di cuenta de que me obligaban a decir lo que ellos querían, estaba muy controlado. Tuve que meditar mucho la decisión de marcharme de la compañía. Estaba muy ligado a mi tierra y no fue fácil. Finalmente tomé la decisión y así un día crucé el Muro. Fui solo, aunque el pianista del ballet me acompañó, pero no tenía ni idea de lo que quería hacer. Le dije que íbamos al otro lado con la excusa de hacernos unas gafas que solo las podía comprar en Occidente. Lo dejé ahí a este hombre y me fui corriendo. Le dije a un policía que quería asilo político y me llevó hasta el Consulado americano, y ya estaba".

No fue fácil tomar la decisión. Y una vez en territorio occidental, tampoco estaba tranquilo con lo que estaba por venir, más que nada porque no estaba en su mano. "Asustado", así se encontraba en aquellos "días difíciles porque era un comienzo totalmente diferente en mi vida". Relataba el bailarín que "pensé a dónde podía ir, qué podía hacer, y me dirigí a la televisión, porque había trabajado antes en la televisión en mi país. Y entonces empecé haciendo de todo, no solo cosas como solista, de todo, y estaba mentalizado de la situación, sin caprichos ni cosa alguna que tuviera que ver con lo que hice antes. Estuve en la Ópera de Múnich, Núremberg, Oslo... La verdad es que no me puedo quejar".

El periplo europeo internacional y la nueva vida que disfrutaba lejos de Rumanía se prestaba a un nuevo quiebro, esta vez de salud. "Siempre tuve problemas con la espalda porque levanté a muchas bailarinas. Esto fue a primeros de los años 60, y nada iba a ser igual, no pude hacer las cosas como antes. Por eso me decidí a cambiar".

"Hambrientos"

"Cuando llegué [a Gran Canaria] los alumnos estaban hambrientos por aprender. Fue muy bonito porque había deseos de saber más de la danza, y se trabó una gran amistad que llega hasta ahora. Aquí no se sabía lo que era la danza clásica o contemporánea, si acaso algo de danza española. Aquí no existía el ballet ni había tradición alguna. Yo entré en un terreno virgen y me fue bien porque entonces hice mi propio medio ambiente", explicaba Gelu Barbu acerca del impacto que tuvo su esfuerzo por inculcar la disciplina de la danza en la capital grancanaria. Reconocía el maestro que en aquel tiempo era presa de cierta frustración al verse impedido por razones físicas de la gimnasia de la danza que le había dado sentido a su vida. "Me di cuenta de que la danza se había acabado y que no podía más, una frustración muy grande. Un amigo y un doctor me dijeron que debía vivir en un sitio donde no hiciera frío. Y el proceso fue muy fuerte, pero todo fue distinto cuando llegue a la Isla. Vine con un amigo noruego y me instalé en su casa aquí cerca de Las Canteras. Todo muy despacito".

Sin prisa alguna, Gelu Barbu encaraba esta nueva etapa como un visitante extranjero en una tierra que se le antojaba amable. Según contaba en abril de 2012, "pasó bastante tiempo hasta que empecé a relacionarme con la gente de la cultura. No sabía hablar español y tuve que cambiar de mentalidad y todo para adaptarme a mi nueva situación". La leyenda le perseguía y "comenzó a correrse la voz de que un profesor rumano había llegado con intención de quedarse aquí y trabajar". Fue el punto de partida para que el bailarín y coreógrafo reuniera a "algunos chicos y chicas y montamos un grupo interesante que fue el núcleo del Ballet de Las Palmas Gelu Barbu. La gente empezó a interesarse por mi trabajo. Si hubiera ido a otro sitio de España, todo habría sido diferente. Así comencé a adentrarme en el mundo artístico de aquí".

En este contexto, llegó la necesidad de imprimir un nuevo ritmo a su trabajo. Y supo jugar bien las cartas, a juzgar por su testimonio. "Debía crearme otra vez, y tuve suerte porque entré muy fácil en el mundo cultural canario. Felo Monzón, por ejemplo, me cogió mucho cariño. Luego conocí a Pepe Dámaso, César Manrique...", subrayaba Gelu Barbu acerca de su rol de creador de proyectos propios y trabajos para músicos y artistas plásticos de las Islas. "Quise mezclar tipos de música. No había coreógrafos ni aquí ni en Madrid, ni en Barcelona, no había nada, estaba vacío total. Ahora y desde hace años todo es muy distinto. Incluso muchos bailarines y aspirantes a serlo se interesaron mucho por mi trabajo. Y la verdad, debido a mi formación clásica estaba contaminado y deseaba algo diferente".

El 80 cumpleaños trajo a la conversación los nombres de Miguel Montañez y Wendy Artiles. "Estoy feliz por Miguel y Wendy, porque estas dos personas existen, y me dan la tranquilidad de que mi trabajo de muchos años seguirá bien, porque son muy serios y profesionales." Agradecido a la vida, en la que "hice lo que quise", Gelu Barbu concluía la entrevista con una recomendación a quienes dan sus primeros pasos en la danza: "A los jóvenes que empiezan les diría que hagan lo quieran y que dejen de pensar en el qué dirán otros, y si no que se vayan fuera, que pierdan el miedo. Y que no hagan solo clásico, no se puede trabajar solo con lo viejo, cansa y se vuelve muy aburrido".

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