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La obra inmensa de un isleño nacido en Rumanía

La tristeza de su fallecimiento no es de ahora. Empezó cuando su salud hizo crisis y puso punto final a toda actividad

La obra inmensa de un isleño nacido en Rumanía

Era 1967 y acababa de residenciarse en Las Palmas un famoso bailarín rumano que vio interrumpida su carrera internacional por una lesión en la espalda. El clima de la Isla era una de las recomendaciones de sus médicos para intentar la recuperación. Después de un concierto del violonchelista, también rumano, Radu Aldulescu en el Pérez Galdós, nos reunimos a charlar en el bar Cuasquías, que estaba entonces en la calle Venegas. Gelu Barbu, el bailarín lesionado, llegó poco después para saludar a su compatriota y participar con dificultades en la conversación, pues aún sabía muy poco español. Allí le conocí. Aldulescu nos dio noticia de su padre, el compositor Filaret Barbu, de su formación en la famosa escuela Baganova de Leningrado, su brillante carrera, los países donde había actuado, su repertorio y sus famosas parejas en la escena.

Aún recuperado, Gelu ya no quiso dejar Las Palmas. Fundó una escuela de danza y la compañía de ballet que llevó su nombre durante décadas, poblada por discípulos distinguidos de la escuela. Su trabajo fue agotador en las clases, en la creación de nuevas coreografías y en la convocatoria de espectáculos públicos. En el año 1972 presentó en el Galdós el primero de los que habrían de consagrarle como gran coreógrafo y director: un Homenaje a Millares con escenografía inspirada en su pintura y la música de la Historia natural de Luis de Pablo, especialmente cedida para el evento. Cuanto Gelu había hecho hasta ese momento cristalizó en un acontecimiento extraordinario que atrajo la definitiva atención de los responsables culturales de la ciudad y la Isla, conscientes de tener en casa a un creador de primer nivel e interesados en su labor pedagógica.

Desde su Millares, en el que ya fraguó la amistad y colaboración con Lorenzo Godoy, gran artista isleño procedente de la escuela de Atienza, nunca cesó Gelu Barbu de idear nuevos ballets, presentaciones espectaculares con decorados originales de los artistas canarios, especialmente Pepe Dámaso; encargos a los compositores de la Isla como base musical de sus ideas, etc. Fue, sin duda alguna, figura central de la cultura viva de Canarias, llamado a Madrid como coreógrafo, rodeado aquí de primeras figuras en las jornadas didácticas de invierno por él convocadas, adorado en Lisboa por los cursos veraniegos que impartía y admirablemente integrado en el medio humano insular pese a su permanente nostalgia por la patria de origen, que no podía visitar por el veto de las dictaduras comunistas pese a vivir allá su madre y hermanos.

Nunca le vi tan feliz como cuando le fue concedida la nacionalidad española, gracias en gran parte al apoyo del entonces alcalde Juan Rodríguez Doreste. Después, tras la caída de Ceaucescu en Rumania, pudo volver a sus raíces en un viaje memorable al que llevó su Ballet Las Palmas y del que regresó reconocido como uno de los mayores artistas de la patria nativa. De su núcleo de enseñanza y espectáculos ya se había escindido el inolvidable Lorenzo Godoy con su Ballet Contemporáneo de Las Palmas. Pero no solo Godoy, también otros discípulos creaban escuelas de ballet en las ciudades y pueblos de Gran Canaria, llegando a constituir una red tan activa y potente que la danza fue por varios años el producto estelar de la cultura viva de la Isla. Su propia academia en la capital ha proseguido hasta el día de hoy dirigida por quienes fueron sus discípulos predilectos: Wendy Artiles y Miguel Montañez, excelentes receptores del patrimonio espiritual del maestro y amigo, al que atendieron y cuidaron hasta el último instante.

Tuve la fortuna, en todos estos años, de disfrutar de su amistad y compartir algunos de sus proyectos, incluyendo la coreutización de tres músicas, humildes como mías, que recibieron el privilegio de su estimación hasta el punto de incluir dos de ellas en el gran espectáculo que la Ópera Estatal de Bucarest le invitó a montar y dirigir. Siempre me sentiré agradecido y en deuda por esta generosa distinción, pero sobre todo por la constancia de su amistad y la inmediatez de su respuesta positiva a cuantas propuestas hube de hacerle para unas u otras instituciones.

No es posible resumir una biografía tan rica como la de Gelu Barbu en esta su patria de adopción. El libro escrito por Antonio Pita Cárdenes El ritmo de los sentimientos es el relato biográfico que deben leer y consultar cuantos quieran aproximarse, con exactitud en el dato e identificación empática, a la excepcional aventura vital del bailarín, el coreógrafo, el profesor y el ser humano que fue Barbu.

La tristeza de su fallecimiento no es de ahora. Empezó cuando su salud hizo crisis y puso punto final a toda actividad. Desde entonces, hace dos años largos, el gran maestro ha vivido en una clínica, bien cuidado y, sobre todo, rodeado del amor de Wendy y Miguel, a quienes consideraba sus hijos. Y de Heather Robertson, la bailarina británico-canaria que hizo con él los bellísimos "adagios" en pas-a-deux por él ideados.

La progresiva pérdida de consciencia evitó que dejara de sentirse feliz en la postración de su estado. Gelu Barbu dio felicidad a manos llenas, dio belleza, medios de expresión, descubrimientos vocacionales y orientación profesional a muchos grancanarios. La danza fue en sus mejores años insigne seña de identidad del acontecer isleño. Con su carácter fuerte y enérgico, su voluntad indesviable y su enorme capacidad de trabajo, escribió un capítulo de oro en la historia de Canarias.

Esa obra es inolvidable y en la hora del adiós concita la gratitud de dos generaciones coréuticas y de muchos núcleos de enseñanza que bebieron en las fuentes del gran artista rumano-español. Es el momento de remontar el olvido de sus tiempos de dolencia con un memorial colectivo en homenaje al que fue maestro de casi todos. Maestro y amigo, duro a veces, exigente siempre. Ese adiós habrá de ser el digno inicio de una posteridad prestigiosa, ganada a pulso y por todos reconocida.

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