Juez en un juzgado penal de Barcelona, la magistrada Graziella Moreno araña tiempo de donde no lo hay para dedicarse a una de sus grandes pasiones: la escritura. Ahora, vuelve a las librerías con su segunda novela, "El bosque de los inocentes", una inquietante historia con un asesino de niños.

En una entrevista con Efe, explica que la pedofilia y la pederastia son dos delitos que no puede entender. "Puedo llegar a comprender que en un momento de crisis personal o enfermedad robes. Pero atacar a niños indefensos para mi es lo peor y, cuando llegan casos en el juzgado, se pasa muy mal", apunta.

A su juicio, la cara más oscura del ser humano es la que tiene que ver "con el ataque a víctimas inocentes, y los niños, a veces incluso bebés, lo son".

En "El bosque de los inocentes" (Grijalbo) lleva al lector hasta los alrededores del ficticio pueblo de Rocablanca, en las faldas del Montseny, donde hay un personaje que imita a Gilles de Rais (Barba Azul), un noble francés del siglo XV, considerado como uno de los asesinos más temibles que ha habido nunca.

Si en su primer título, "Juegos de Maldad", retrataba la vida en los juzgados, un ambiente que conoce perfectamente y con el que está familiarizada desde hace más de veinticinco años, Graziella Moreno crea aquí como protagonista a Iris, una joven abogada barcelonesa, recién divorciada, en un momento bajo de su vida, y que sueña de forma recurrente con el bosque de su infancia.

En un viaje hasta Rocablanca para pasar el fin de semana con su tía Dalia se acabará viendo involucrada en la investigación del asesinato del pequeño Julián, cuyo cuerpo acabará encontrando, tras una pesadilla que tendrá sus consecuencias.

La escritora indica que desde hace muchos años conoce la figura de Gilles de Rais -en la casa de sus padres había algunos libros que aludían a este hombre- y no esconde que le fascinaba que tuviera "una doble personalidad, de noble y asesino".

En tiempos de guerra "mataba en el cuerpo a cuerpo de la batalla, mientras que en tiempos de paz bajaba a los infiernos y asesinaba, sin preocuparle la justicia humana, aunque sí la divina".

Hay quien lo considera un psicópata, "personas que en determinados momentos son encantadoras, que hacen ver lo que no son".

La novela le sirve, asimismo, para mostrar como los niños "son los inocentes" y en cuestiones de pedofilia "les matan como personas, les quitan la infancia, que es lo más puro que tiene el ser humano".

De estas cuestiones quería tratar en el libro y poner énfasis en "la muy importante tarea que realiza la policía detectando redes en Internet" porque, además, "se mueve mucho dinero alrededor de esta cuestión y hay gente que se enriquece con la pornografía infantil gracias a que otra la consume, lo que me parece que es un problema de transtorno mental". "No entiendo que se pueda gozar con este tipo de historias", apostilla.

Por otra parte, no esconde que el relato le sirve para esbozar ante el lector algunas de las leyendas sobre brujas que existen en el Montseny, una zona de Cataluña que le gusta y a la que acude desde pequeña.

Preguntada por cómo ve la justicia una magistrada como ella, que ha pisado todos los peldaños del escalafón desde 1991, dice no ser pesimista, aunque no obvia que "nadie es enteramente bueno, tampoco enteramente malo, pero sí hay gente muy mala".

Tampoco le cuesta indicar que en muchos aspectos, los humanos "no hemos evolucionado nada, desde el principio de los tiempos hasta el siglo XXI, por lo que la justicia lo tiene complicado".

Sin embargo, subraya que ella siempre trabaja para que se "sepa la verdad". "Para mí -concluye-, la justicia es saber la verdad y si alguien ha hecho el mal, castigarlo"