La riada de premios parece arrastrar a'El renacido' a la cumbre de la 88ª edición de los Oscar de la Academia de Hollywood, pero no debería Alejandro González Iñárritu vender la piel del oso antes de ganarlo porque hay zonas minadas en su camino hacia la gloria.

El año pasado, el cineasta mexicano ya se llevó la estatuilla al agua con la más audaz Birdman, y dos ediciones consecutivas galardonando a un autor que tiene tantos admiradores como detractores podría ser excesivo. Pero, además, la extrema violencia de algunas imágenes podría dañar sus opciones entre unos los sectores más "sensibles" de la Academia. El éxito de una campaña viral en la que se muestran hasta 17 escenas en las que Iñárritu copió (perdón, ahora se dice homenajear) ideas del venerado Andréi Tarkovski podría jugar en contra de la imagen de creador original y rompe moldes que se ha forjado el autor de Amores perros.

Podría producirse, y no sería la primera vez, una decisión salomónica: premiar El renacido como mejor película pero distinguir como director a otro, por ejemplo el veterano y muy apreciado George Miller por su volcánica y rejuvenecedora vuelta a los apocalipsis de asfalto de Mad Max. ¿Que sería incongruente que la mejor producción no tenga el mejor director? Que se lo digan a Ridley Scott o Ben Affleck.

Aunque la gran fiesta de la industria no se pueda considerar una garantía fiable de calidad en lo que a balance cinematográfi- co del año se refiere (no vamos a recordar otra vez la cantidad de películas mediocres que se llevaron el oro siendo chatarra), hay que ser justos y darle un notable alto a la lista de nominadas. Un buen año: cine variado de géne-ros dispares.

Es cierto que no hay esa "gran película" que pase a la historia (¿cuál fue la última que vimos?) pero, a diferencia de otras ediciones, todos los títulos se pueden considerar, en mayor o menor grado, buenos ejemplos de trabajo bien hecho. Hay ausencias imperdonables en algunas categorías (Aaron Sorkin por su insuperable guión para Steve Jobs, Steven Spielberg como mejor director, Carol como mejor cinta o el niño Jacob Tremblay como mejor actor, quizá por miedo en este caso a que los adultos se sintieran humillados en caso de perder) no se puede decir que entre las elegidas haya fiascos. Las más discutibles, aunque sea muy correctas y dignas, son Marte, cuyo director (Scott) ni siquiera está nominado, y la (demasiado) apacible Brooklyn. De la terna de la que saldrá la mejor película a gusto de la Academia hay una propuesta muy inteligente y ácida, la más osada y original de todas: La gran apuesta. Convertir el sensacional libro en el que se basa en una historia cinematográfica era tarea harto difícil y el resultado es brillante a la par que estremecedor por las conclusiones a las que llega entre sonrisas heladas: los que provocaron la crisis financiera siguen ahí tan panchos.

En el lado opuesto de sus formas modernas y sarcásticas está El puente de los espías, una lección de cine puro y maduro con la que el gran Spielberg vuelve a demostrar que, con los años, su talento no solo decrece sino que se afina hasta extremos asombrosos.

Mad Max: furia en la carretera es, con permiso de El renacido y en ausencia del frustrante Tarantino de Los odiosos ocho, la otra apuesta híperviolenta de la noche y también con muchas claves de western.

Pero, a diferencia de la solemnidad de Iñárritu, Miller entrega una obra desquiciada, una especie de comic desmesurado y abrupto en la que la historia es lo de menos porque se trata de hilvanar momentos de belleza espeluznante: ese plano de un tipo con máscara cadavérica tocando la guitarra diabólica en el frontal de un camión es, sin duda, uno de los más impactantes del año.

La habitación parece la cenicienta del grupo, y no debería ser así. Sin ser redonda, es una película que con poquísimos medios con-sigue en sus mejores momentos una ten-sión y una erupción emocional que te deja clavado en la butaca. Su primera hora es antológica.

Spotlight tiene en su contra una realización nada efectista ni vistosa: Thomas McCarthy se pone al servicio de su terrible historia e impide que el espectador se distraiga de lo realmente importante, la crónica de una investigación periodística que desveló los abusos sexuales a menores cometidos por muchos curas católicos en Boston durante años.

Michael Fassbender logra en Steve Jobs una de las interpretaciones más inteligentes, matizadas y complejas llegadas a las pantallas: ahí es nada, fundirse con un personaje al que no se parece en nada físicamente.

Pero todo indica que este año le toca a Leonardo DiCaprio, cuyos sacrificios físicos en el rodaje y lo feo que sale podrían conmover lo suficiente a los académicos, tan reacios en otras ocasiones a distinguir a este excelente actor por trabajos más completos y difíciles.

Actrices

El lío llega en la categoría de mejor actriz. Cate Blanchett y Jennifer Lawrence quizá están ya muy vistas (serán las nuevas Meryl Streep), así que tal vez el duelo final sea entre las novatas Brie Larson y Saoirse Ronan. Las dos lo merecen pero como no existe el Óscar ex aequo quizá se aproveche la veterana Charlotte Rampling, que no es que haya demostrado ser una gran actriz a lo largo de su carrera (sí una presencia siempre sugerente) pero que en 45 años está inmensa.

Se da por hecho que, al margen de que su trabajo sea irreprochable en esta ocasión, el toque emotivo le dará a Sylvester Stallone la estatuilla como mejor actor de reparto por Creed aunque no descartemos del todo a Mark Rylance por su magistral trabajo en El puente de los espías.

En el caso de las actrices hay un elemento distorsionador: los papeles de Rooney Mara (Carol) y la maravillosa Alicia Vikander (La chica danesa) son tan importantes como los de Blanchett y Eddie Redmayne. Nada secundarios. Lo lógico es que gane una de las dos.

La escalofriante cinta húngara El hijo de Saúl tiene muchas opciones como mejor película de habla no inglesa y Emmanuel Lubezki por su hipnótico trabajo fotográfico en El renacido es otro de los Óscar que en las casas de apuestas se dan por hecho (aunque tiene rivales poderosísimos), al igual que Del revés como cinta de animación, aunque en este caso sea por encima de la prodigiosa Anomalisa del genial Charlie Kaufman y Duke Johnson.