La vigencia de Insolación duele y, por eso, atrapa. La adaptación de la apasionada comedia de Emilia Pardo Bazán, una versión de Pedro Víllora bajo la dirección de Luis Luque, es una propuesta escénica "sobre la mujer y sobre su derecho a decidir a quién amar". Así lo manifiesta la actriz María Adánez, quien se sumerge en la piel de Francisca de Asís Taboada, marquesa viuda natural de Galicia y afincada en la alta burguesía del Madrid decimonónico, y en cuyas circunstancias se translucen las vivencias de su autora. "Esta fue una obra revolucionaria y necesaria entonces, y sigue siendo una obra necesaria hoy", afirma la actriz madrileña.

Insolación recrea en las tablas del Teatro Cuyás, los próximos cuatro y cinco de marzo, un paisaje simbólico de trazos feministas envuelto en la atmósfera represiva de finales del siglo XIX, que tiene su máxima representación en el deseo encorsetado de su protagonista. Hasta que aparece el joven gaditano Diego Pacheco, interpretado por José Manuel Poga. "Mi personaje asumirá entonces que ella tiene capacidad para decidir y para actuar, al margen de los dictados de la sociedad", apunta Adánez. "Insolación narra su lucha consigo misma por liberarse de unas ataduras patriarcales y moralizantes, y abrir por fin su corazón al amor y a la pasión".

El relato se inspira en la propia historia de la autora, Pardo Bazán, una de las grandes intelectuales de la literatura española, quien descerrajó los códigos misóginos de la época con su ejemplo y su palabra. "La obra rompió muchos moldes y fue un escándalo en la época; la tildaron de inmoral, de pornografica, de todo", apunta la actriz. "Emilia fue una mujer muy libre, muy inteligente, muy culta, contó con una gran educación, que es la base de su pensamiento, y fue ejemplar, en todos los sentidos, en la defensa de los derechos de las mujeres". Y fue además, una mujer "disfrutona", en palabras de la actriz, quien a lo largo de su vida mantuvo sonadas aventuras con Benito Pérez Galdós y José Lázaro Galdian - con este último, durante la escritura de Insolación, en 1889-, y que optó por dar rienda suelta a los sentidos y el placer en lugar de plegarse a la constreñida moral imperante. Unas agallas que evocan al personaje de Carol Aird en Carol (Todd Haynes). Pero entre ambas piezas media un siglo de ventaja.

Junto a la tensión entre libertad y norma, Insolación refleja también el conflicto de las dos Españas en el abrazo del norte y el sur que encarnan los protagonistas. "Esta historia de amor también representa esa lucha de clases, claro; ella viene del norte y representa la rectitud, la rigidez, la razón, que entonces encarnaban muchas mujeres de la época; mientras que él viene del sur y representa las pasiones y lo terrenal", explica la actriz.

Completan el reparto Chema León, en la piel del tradicional y juicioso Gabriel Pardo; y Pepa Rus, duquesa y criada, a la vera de Asís Taboada, quienes alimentan el diálogo constante sobre el doble rasero con que juzgamos los roles del hombre y de la mujer. Y alrededor de los personajes, un sol refulgente ilumina la escena, mojándolo todo, como estado de ánimo y presencia constante. "El sol refleja el calor, el ardor, el deseo, que deslumbra y al que finalmente se abre mi personaje, después de unos esfuerzos tremendos por no sucumbir a una pasión que le está vetada por las normas de la sociedad", indica Adánez. "Lo que más me atrae de ella es que, al final, descubre su capacidad para decidir, sin importarle más el qué dirán".

En este sentido, la actriz reconoce que los tabúes en torno al deseo femenino siguen vigentes en la mentalidad de la sociedad contemporánea. "Arrastramos un patriarcado de siglos", afirma, "esta obra nos recuerda que es algo que está, tristemente, muy arraigado en nuestra historia". "A veces, veo difícil que lo dejemos completamente atrás, aunque es cierto que en la mayoría de países occidentales hemos avanzado mucho en materia de igualdad entre hombres y mujeres, pero aún queda mucho camino por recorrer, si no nos cargamos el planeta antes".

A esto, la actriz añade que "el verdadero problema no es sólo que vivimos en un mundo en el que aún gobiernan los hombres, con religiones que lideran figuras de hombres, y donde las empresas de todo tipo están encabezadas por hombres, con salarios superiores a los de las mujeres". "Es que, además, en España vivimos en una sociedad que vive en una crisis, económica y social, porque es una sociedad cada vez más egoísta, más individualista, más consumista, que tiende a dejar de lado los sentimientos". "Necesitamos poner más corazón", manifiesta, en un guiño a Insolación. "Con más sentimientos y menos egoísmo, seríamos mucho más felices, seguro".