Las guerras civiles mueren algún día, pero sus heridas siguen supurando durante las décadas interminables en las que se mantienen vivos los perdedores -que no pocas veces figuran entre los vencedores- e incluso aquellos que los han conocido y amado o detestado cuando las armas ya estaban mudas. A millones de españoles no hace falta explicárselo, ochenta años después. Y a millones de croatas, apenas veinte años después, tampoco.

A su cabeza figura un escritor excepcional, Zoran Malkoc (1967), capaz de convertir a una galería de supervivientes de todo pelaje en actores de relatos que se clavan en los ojos como un punzón. Historias como las que dan cuerpo a 'El cementerio de los reyes menores', una obra mayor hecha con los desechos arrojados al mundo por los días de barbarie. Malkoc los sitúa con cruda frialdad en la diana, los barniza con humor y hasta logra que, al entenderlos, podamos a veces llegar a compadecerlos.