La comunidad sufí, la variante más mística dentro del Islam, tenía dos opciones a la hora de plantear su resistencia tras las guerras que sangraron Chechenia entre 1996 y 2009: o las armas o la religión. Eligieron la vía pacífica y la ponen en practican a través de una danza tan hipnótica como misteriosa. En La familia chechena, documental que inauguró ayer la sección oficial del Festival de Cine, el director argentino Martín Solá se introduce en el baile tribal y espiritual del zikr para retratar la oposición pacífica de este pueblo al gobierno de Kadyrov.

"Yo no creo en la caricatura que hace Occidente del Islam. El sufismo es una corriente que demuestra fuerza al resistir pacíficamente", añadió el director, premio al mejor mediometraje en Visions du Réel, ante el estigma del terrorismo que impera sobre este territorio.

El cineasta, formado entre Barcelona y Bueno Aires, presentó un título que se ordena dentro de una trilogía que inició con Hamdan (2013), y que parte del interés por indagar en los procesos de resistencia y las distintas vías por las que se afrontan. En Hamdan se imponía la violencia de la lucha armada; en La familia chechena, la fe y la religión; y Solá viajará al Tíbet para cerrar el ciclo con el amor.

"Los sufís han tomado la decisión de no ir a las armas y desde sus rezos realizan su oposición", contextualizó un director que opta por mostrar la acción directa antes que recopilar datos: "Me interesa el cine cuando es más físico que intelectual. Lamentablemente el documental se considera una herramienta auxiliar del periodismo pero es mucho más: es un terreno virgen para la experimentación".

Tras la caída de la URSS, Chechenia sufrió una primera guerra entre 1994 y 1996, que acabó con la sangrienta Batalla de Grozni y una efímera independencia. Desde 1998 y hasta 2009 se produjo la Segunda Guerra con Putin al frente de las tropas rusa y una gran masacre. Solá retrata una comunidad sumida en dolor y en el que destaca la mujer. "Apenas hay hombres, los mataron a todos". En un fragmento, la madre del narrador describe la deportación que sufrieron en 1944 hacia Siberia. "Fue muy similar al del pueblo judío, pero los chechenos nunca fueron negocio para Occidente y la gente no lo sabe, pero vivieron lo mismo", apuntó Sola, que dedicó un mes para ganarse la confianza de la familia y sufrió momentos de gran tensión con mercenarios y militares rusos.

Las danzas, que se extendían durante sesiones de más de ocho horas, aparecen retratadas desde dentro y desde la experimentación visual, a través del uso de un teleobjetivo y con una cuidada sonorización. Predominan los giros, los golpes de respiración y un cabeceo constante. El espectador se siente imbuido por el grupo, los bailarines alternan sus estados de conciencia y alcanzan un éxtasis de dolor y alivio. "Es su forma de encontrar paz y a mí me parece un estado de calma muy digno y casi necesario con todo lo que han vivido".