El primer episodio de El caso. Crónica de sucesos ("El crimen del abrevadero") arranca con su protagonista, Jesús Expósito, apostando duros en un combate de boxeo, mordiendo pitillo y palabras. Muy a la americana. El director Iñaki Mercero recurre a un montaje en paralelo del asesinato que inspira la primera historia. Expósito va al lugar del crimen con aplomo del que se las sabe todas y saluda a los policías con un hola, chicos que deja claro su posición de tipo con el culo pelado. Pronto se fija la primera relación de choque: una compañera (Clara López: correcta Verónica Sánchez) que parece sacada de una revista de moda y con una gran ventaja: sobrina del jefe (se llama Rodrigo Sánchez, lleva tirantes tersos y pelo haciendo juego, y le gusta tomar riesgos pero sin olvidar la pasta: "¡Tengo las rotativas paradas y eso me cuesta un dineral!"). Será su nueva compañera: conflicto en marcha entre colegas. Muy a la americana. Planos digitales muestran el Madrid de los 60 antes de presentar a la redacción de El caso, semanario fundado por Eugenio Suárez, y donde se escuchan frases como "¡esas máquinas, no las oigo!" y la legendaria Margarita Landi fuma en pipa.

Con la aparición de un militar norteamericano de la base de Torrejón identificando el cuerpo de su hija asesinada se engarza ya sin paliativos la historia con un modelo muy americano de intriga procedimental. La chica novata echa a correr para vomitar tras ver el cadáver, lo que sirve al policía guaperas de bigotito para hacerse el caballero español. Cuidadín: está casada con un jovenzuelo del cuerpo diplomático.

"Ustedes los de El caso llegan adonde nadie puede", dice una madre desesperada por encontrar a su hija desaparecida. Clara toma nota. El baile es una expresión vertical de un deseo horizontal, le espeta Expósito (demacrado Fernando Guillén Cuervo con bigote nada fino, fumando como un carretero, machistoide como era de rigor y expresión siempre segura: convincente). La ambientación tiende a modesta y apuesta por los detalles (el tocadiscos, la música de moda, los guiños: la chica se ofrece a los compañeros a traerles algo y una le suelta ¡el teléfono de Paco Rabal!, que por aquella era un galán). Vamos averiguando cosillas de Expósito ("tiene confidentes en todas partes, antes fue policía", hay un ex colega facha con el que se lleva fatal y se intercambian frases amartilladas) y se sueltan andanadas machistas muy del momento ("usted váyase de compras", le suelta el poli cafre a la periodista).

Aquella España de blanco y negro sale con muchos colores pero no olvidemos dónde estamos: hay polis que sacan confesiones a puñetazos, censura a la que el director planta cara ("¡aguantamos el cierre de la ediciòn!"), banderas franquistas... "Este país está en las cavernas", dice Clara, llegada de Londres y de familia ultraconservadora.

A falta de más datos en próximos episodios, la cosa del Caso, bien interpretada, con diálogos eficaces y realización esmerada, pinta bien, aunque la persecución final en coche, muy a la americana, derrapa. La serie termina con el malo escapándose, un chasco sentimental y una última secuencia con música de saxo muy de cine negro a la americana. Son las 23: 47. La rotativa espera.