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Porno y ballet en el escenario

El bailarín Mauricio González obtiene el Premio de la Crítica de Cataluña al Mejor Solo de Danza 2015 por su pieza 'Wakefield Poole: Visiones y revisiones'

Porno y ballet en el escenario

El coreógrafo y bailarín grancanario Mauricio González se ha alzado con el Premio de la Crítica de Cataluña al Mejor Solo de Danza 2015 con su propuesta más personal y transgresora, que gravita alrededor del porno, la performance y el ballet clásico. Se trata de la primera vez que esta convocatoria anual, que celebra su 18ª edición, incluye el apartado de "solo" en su palmarés, y que González estrena "con la pieza que más he trabajado y que más lejos me ha llevado".

Bajo el título Wakefield Poole: Visiones y revisiones, la propuesta escénica se inspira en la figura del coreógrafo y cineasta Wakefield Poole, pionero en la industria del cine porno gay en Estados Unidos en los años 70, pero que antes formó parte de los Ballets Rusos de Montecarlo. La apuesta de González traza un diálogo coreográfico entre el segundo acto de El Lago de los Cisnes, que Poole bailó en múltiples ocasiones con los Ballets Rusos, y su primera película Boys in the Sand (1971), un emblema del cine erótico gay, de manera que la pieza relaciona y explora ambos universos creativos del artista.

"Wakefield Poole fue una revelación para mí", manifiesta González. "Cuando lo descubrí, sentí que conectaba muchísimo con este personaje que deja el ballet y empieza a hacer cine pornográfico, aunque a él no le gustaba esta etiqueta porque, aunque ciertamente incluía muchas escenas de sexo explícito, lo que buscaba con este cine era la belleza. Y es verdad que sus películas son muy bellas".

González protagoniza la puesta en escena de sus Visiones y revisiones vestido de Príncipe Albrecht, de cintura para arriba, y desnudo de cintura para bajo, arropado por las proyecciones audiovisuales que intercalan imágenes del ballet ruso con escenas de alto voltaje erótico. "Yo podría haber sido un Wakefield", revela el bailarín, "podría haber abandonado el Ballet Nacional y dedicarme al cine erótico". "Siempre he entendido, desde que empecé a bailar, que el ballet produce una cierta excitación que tenía que ver con lo sexual; que el ballet y el sexo se correspondían, de alguna manera, y que yo tenía que encontrar esa correspondencia. Y eso sucede cuando aparece Wakefield, porque su manera de representar una obra de ballet clásico y una escena de porno se encuentran en esa excitación".

La visión coreográfica que articula González en torno a estos dos filamentos resulta en "un 'solo' muy underground, muy queer, muy performativo". "Lo que he hecho es una coreografía trabajada como si fuera un ballet, con un lenguaje performativo. Aunque no bailo mucho, sí que es una pieza absolutamente coreografiada, desde el principio hasta el final, en cada gesto y en cada palabra". "Además, el mando del vídeo funciona como un personaje más de la pieza, con el que juego a adelantar, atrasar y parar; es como una zapatilla de punta para una bailarina", explica.

Cuenta González que la idea original de esta pieza germinó hace cinco años en una residencia artística en La Gomera, donde tuvo el primer contacto con el imaginario de Wakefield Poole. No obstante, tras su paso por el Ballet de Zaragoza, el Ballet Royal de Wallonie y el Ballet Nacional de España en los años 80 y 90, ya había comenzado a explorar el lenguaje de la performance, alejándose de academicismos y forjando una mirada propia. Ese mismo 2010 presentaba Wakefield Poole: Visiones y revisiones aún en fase embrionaria en el marco del extinto Festival A ras de suelo, con la colaboración de la galerista Saro León, quien le prestaría el sótano de su sala expositiva para la performance. "La pieza tuvo gran aceptación desde el principio", relata el bailarín. "Recuerdo que hice tres pases seguidos, porque cabíamos muy pocas personas y hubo que hacerlo en tandas de 15". "Pero fue muy bonito".

Desde entonces, la pieza ha pasado por múltiples escenarios en el Archipiélago y la península, pero "es en Barcelona donde esta pieza se ha hecho grande". "A finales de 2010, recibí en Barcelona el apoyo de la asociación de danza La Porta, donde me dieron la posibilidad de trabajarla y presentarla con ayuda del filósofo feminista queer Paul B. Preciado -antes Beatriz Preciado-, quien mostró un gran interés por mi trabajo y me ayudó mucho". "Ahí la pieza fue creciendo y se fue convirtiendo en una pieza grande, que es lo que es ahora".

El bailarín asegura que "este es un trabajo en el que me he sentido muy arropado". "Es el solo en el que me he sentido más acompañado, valga la paradoja, y no sólo es mi trabajo más reconocido, sino que es en el que más me he reconocido". "Además, siento que el público que lo ve consigue entrar en él", afirma. "En Olot, en Cataluña, gustó hasta a las señoras mayores, y hablamos de un tipo de público que no habrá visto porno o porno gay en su vida [risas]". "Creo que la pieza trasciende en ese sentido y el hecho de que ahora, además, lo reconozca la crítica, es fabuloso".

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