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Entrevista a Alfredo Sanzol

"Me interesa el teatro como terapia porque saco al escenario mis fantasmas"

"Me gusta mucho el género de la comedia porque utilizo el humor para hablar del dolor", asegura el dramaturgo y director de teatro

El dramaturgo y director de teatro español Alfredo Sanzol. LA PROVINCIA / DLP

¿Cuáles son los aspectos que explora La calma mágica

Comencé a escribir esta obra porque mi padre falleció en 2013 y, de algún modo, ha sido el modo en que he vivido el dolor de la pérdida. Lo que pensé fue que lo mejor que podía hacer era escribir una comedia que fuera un regalo para él. Entonces, en La calma mágica hay muchos personajes, preguntas, aventuras y, sobre todo, mucho humor, pero mezclados con elementos que son guiños privados entre mi padre y yo. La atmósfera de la función la pone una anécdota que contaba él, que es que, cuando estuvo viviendo en Tejas, conoció a unos rancheros que querían dejarle el rancho en herencia, porque se parecía mucho a un hijo que habían perdido. Mi padre no lo aceptó pero, muchos días, cuando volvía a casa de trabajar, soltaba: "¡Y pensar que yo podía haber sido ranchero en Tejas!". (Risas) Esa anécdota aparece en el argumento y, aunque en vez de Tejas, es Kenia, la función arranca con que Oliver, el protagonista, ha perdido a su padre y quiere cambiar de vida.

La trama se interna entonces en una espiral de alucinaciones y delirios, ¿le interesan las fronteras entre fantasía y realidad?

Claro, es que eso tiene que ver precisamente con la historia de Tejas porque recuerdo que, cuando mi padre la contaba, me parecía una cosa fantástica. ¡Un rancho en Tejas! ¿Cómo puede ser que mi padre hubiese estado allí? Por eso marca la atmósfera de la función, porque lo que es realidad parece fantasía y los sueños, a veces, parecen realidad. Esa mezcla entre lo que alucinamos y la realidad es lo que me interesa trabajar.

Dice que "la realidad y los sueños llegan a tener el mismo valor entre los recuerdos". ¿Por qué?

La acción de La calma mágica se desarrolla a partir de que se mezclan la realidad y las alucinaciones. Sin embargo, aunque los personajes están teniendo una alucinación, sus emociones y sus deseos permanecen intactos. Creo que eso es lo que da vida a los diferentes universos: en los sueños seguimos teniendo sentimientos y emociones; y de eso trata también la función. Los personajes, dentro de la alucinación, no dejan de sentir el deseo y el peligro, que es lo que nos expresan los sueños.

¿En qué consiste esa "calma mágica?

A mí me gusta mucho trabajar con los títulos y, de repente, formulé éste como algo que le deseaba a mi padre: ojalá la muerte sea una calma mágica, es decir, que no sea una calma aburrida, o que no sea una calma demasiado calmada. Puede que sea un sentimiento algo infantil, pero lo reconozco como real, así que lo conecté con la acción porque Oliver, el protagonista, también desea encontrar una "calma mágica" en su vida, por lo que el título también hace referencia al deseo del protagonista.

Suele moverse en el espectro de la comedia, ¿es su vehículo preferido para ahondar en cuestiones de mayor profundidad?

Me gusta mucho el género de la comedia porque me gusta utilizar el humor para hablar del dolor. Pero es algo que hay que hacer con mucho cuidado, porque el humor puede ser muy cruel o puede ser muy poco empático, incluso, con uno mismo. Si el objetivo de la risa es el propio dolor, como lo fue en mi caso, hay que tratar los temas con delicadeza, aunque también hay que hacerlo desde el riesgo.

¿Y siempre desde la ficción?

Por supuesto. La ficción es el sitio en el que te permites cosas que en la realidad no te permites.

Ahora acaba de estrenar La respiración

Siempre pongo los pies en aspectos que son autobiográficos pero, luego, la ficción que creo no lo es. La calma mágica surge con la muerte de mi padre y La respiración está motivada por mi separación, pero ninguna habla de mi vida. A mí me interesa la ficción que creo a partir de algunos recuerdos. Sin embargo, sí que me interesa la parte que tiene de terapéutica el teatro porque, al tratar estos temas, que para mí son importantes, y crear con ellos una ficción, saco al escenario mis fantasmas. Eso me hace sentir bien y creo que al público también porque el teatro, de alguna manera, sirve para compartir fantasmas, para que podamos verlos desde fuera de nosotros mismos y coger algo de distancia.

¿Cuáles son los aspectos que más le interesan de nuestros fantasmas más comunes?

Los personajes o, a veces, uno mismo, se descubre muchas veces haciendo lo contrario de lo que dice o diciendo lo contrario de lo que piensa, o haciendo un día una cosa y, otro día, la contraria. Todo eso, en general, forma parte de lo que más me interesa; me gusta mucho mirar la realidad y descubrir sus paradojas y sus contradicciones.

¿Qué supuso el reto de abordar todos estos aspectos desde la tragedia, con Edipo Rey, en el marco del Edipo ReyTeatro de la ciudad

La experiencia fue muy buena. Me he enamorado del género y, además, creo que la tragedia y la comedia son dos caras de la misma moneda, como ya supieron ver muy bien los griegos. Esta experiencia ha compensado, de algún modo todo, lo que le he dedicado a la comedia, y es un género que me ha encantado y que quiero repetir. Tiene una energía muy límite, porque el objetivo de la tragedia sí es conectarse realmente con el dolor y vivirlo y, en ese sentido, también es muy terapéutico. Al final, ves que ambas son diferentes maneras de vivir el dolor.

A todo esto, ¿le funciona el teatro como terapia?

Bueno, un poquito (risas). No es que sea milagroso, pero te lames las heridas.

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