¿Cuáles han sido sus pretensiones con No estamos solos
Se trata de un recorrido por la geografía de la indignación. Contar cómo la gente ha tomado las calles, cómo la gente se ha puesto por delante de los partidos políticos. Creía que eso era importante darlo a conocer. En los medios de comunicación, en general, quedan muchas cosas sin explicar, y nosotros hemos intentado suplir esa falta de información, más allá del hecho concreto de una mani (manifestación) o una huelga. Hemos querido darle un sentido global a todo aquel movimiento del 15M, intentando reflejar el estado de ánimo de la ciudadanía.
¿Cómo surgió esa idea de retratar el 15M en un documental como éste?
Me pareció que estábamos viviendo unos momentos especiales y pensé que había como una necesidad de plasmar lo que estaba pasando en la calle. Evidentemente, la película no es exhaustiva, no están representados todos los movimientos que participaron, pero recoge lo que dentro de nuestras posibilidades hemos podido. Por ejemplo, no hay nada de las Islas, y supongo que Canarias no estaba dormida durante ese fenómeno del 15M.
¿En su opinión, qué queda de aquel movimiento reivindicativo que se dio en toda España?
Unos meses después, se dio por muerto al 15M. No fue así, sólo que había pasado de las plazas y calles a los barrios y a las asociaciones de vecinos. Las experiencias del rodaje nos hicieron ver que la referencia principal para los movimientos activistas y demás era el 15M. Por ejemplo, los Iaioflautas surgieron a partir de un grupo de personas mayores que reflexionó sobre qué podían hacer al ver a los jóvenes echarse a las calles para reivindicar.
¿Personalmente se sorprendió de aquella respuesta de la ciudadanía española ante tanto desatino que se estaba cometiendo en el país por parte de la clase política y financiera?
Lo que realmente sorprendía es que, ante los recortes y los casos de corrupción que afloraban por todas partes, no se produjera una respuesta contundente desde los sectores de poder. Creo que después de aquello algo se ha avanzado. Las últimas elecciones municipales han demostrado que las cosas están cambiando. Ada Colau, que surgió de la Plataforma Antidesahucios, ahora es alcaldesa de Barcelona; también esos cambios se han dado en los ayuntamientos de Madrid, Cádiz... Todo eso es resultado de aquello. Esto ha servido para desdecir a todos aquellos que decían que el movimiento 15M no tenía cabeza, que carecía de dirigentes.
La llegada de esos dirigentes del 15M a altos cargos ha llevado a gente que participó en aquellas movilizaciones a pensar que esos impulsores han sido mimetizados por el sistema.
El sistema no descansa, su función principal es seguir en el poder. Pienso que el poder no hay que delegarlo, creo que deben seguir existiendo los movimientos y que la gente debe continuar siendo crítica y no dejar de luchar. Tampoco ahora hay que delegarlo en la gente nueva que hay en el Congreso de los Diputados. Hay que romper con lo de votar cada cuatro años y seguir la lucha, continuar siendo crítico constantemente. Aunque nos quieran hacer creer lo contrario, la unidad hace la fuerza; individualmente no somos nada y colectivamente tenemos un importante papel a jugar. Supongo que existe gente que participó en el 15M que querría que las cosas cambiarán más rápidamente, pero resulta complicado.
Tras los resultados de las últimas elecciones, vivimos una situación de ingobernalidad. Y en esa disputa por la presidencia, Podemos, el partido más representativo que surgió de aquel 15M puede tener la llave. ¿Qué le parece el papel que está desempeñando la formación liderada por Pablo Iglesias?
Creo que urge cambiar las maneras y que los nuevos partidos pueden jugar un papel importante. Un poco, la consecuencia de todo aquello del 15M es lo que estamos viviendo ahora, el fin del bipartidismo; se ha creado una situación un poco complicada, pero a su vez enriquecedora. Cambiar las cosas es difícil. A nivel general soy muy pesimista y, a nivel particular, pienso que hay que seguir luchando individualmente, no nos queda otra. Como dice el historiador Josep Fontana en la película, hay mucho trabajo por hacer y no tiene sentido dejar de luchar por eso en lo que creemos.
¿Contento con los resultados que está obteniendo No estamos solos
La película ha tenido una repercusión internacional importante. Sin duda, estar en la sección oficial del Festival de San Sebastián, tratándose de un documental, ha sido un espaldarazo. Abrió las puertas a otras muchas cosas. A nivel de público, también está funcionando bien, y estoy satisfecho con la reacción de los espectadores. Aunque no era una intención premeditada, la gente se encuentra con que se trata de una versión optimista. Nosotros no hemos querido hacer un panfleto, y sin quererlo al final casi hemos hecho un musical, con una banda sonora de 22 temas cantados por la gente, canciones populares con contenidos reivindicativos.
¿Su película puede cambiar la opinión de aquellos que denostaron el 15M?
Una película es solo eso, una película. Ojalá que sí. Con el hecho de que una sola persona cambiara su opinión, ya consideraría que ha valido la pena.
¿Se ha encontrado con alguna traba a la hora de realizar la película?
Con ninguna. Evidentemente, si la hubiésemos hecho un año después de aquello, estaríamos en la cárcel con la Ley mordaza.
Otro contestatario como el Gran Wyoming ha tenido una participación importante en No estamos solos
Hemos trabajado codo con codo en este proyecto, como en otros anteriores. Su labor de producción ha resultado vital. Hemos podido sufragar una parte de los gastos de la película con la edición de un libro escrito por él a partir de nuestras experiencias. También tengo que resaltar la colaboración de Pere Portabella. Entre estos dos productores digamos atípicos hemos conseguido hacer y terminar esta película.
