El mundo de la arquitectura se tambaleó ayer ante la inesperada muerte a los 65 años de la angloiraquí Zaha Hadid, de un ataque cardíaco. Fue una mujer que transformó la disciplina con su maestría en el diseño de estructuras elegantes y curvilíneas. Hadid, nacida en Bagdad en 1950, conquistó la cumbre de su profesión en 2004, al convertirse en la primera mujer que recibió el Pritzker, el Nobel de la arquitectura, y consagró su fama mundial con el refinado Centro Acuático que levantó para los Juegos Olímpicos de Londres 2012.

Era una de las mujeres más respetadas en los círculos de la arquitectura internacional desde que en 1979 estableció su propio despacho en Londres y comenzó a participar en concursos en todo el mundo. El proyecto para un club privado en Hong Kong que nunca llegó a construirse supuso en 1983 el primer punto de inflexión de su carrera, que despegó después de terminar sus estudios en la londinense Architectural Association, donde fue alumna, entre otros, del holandés Reem Koolhaas.

Hadid deslumbró al jurado de Hong Kong con un diseño que parecía desafiar la gravedad y utilizaba las rocas extraídas de los cimientos para crear colinas artificiales y alterar la topografía natural de la zona. Aquel edificio sentó las bases de su futuro trabajo, siempre un paso más allá de la arquitectura tradicional y centrado en su característica noción del espacio, expresada a través de formas curvas y estructuras estratificadas.

En la década de los 80, la arquitecta firmó más de una decena de proyectos ideados para ciudades como Londres, Berlín, Tokio, Los Ángeles o Abu Dhabi. Muchos de esos bocetos y planos nunca llegaron a cobrar forma física, pero esos proyectos sirvieron para que la angloiraquí forjara su estilo y se hiciera un nombre en los concursos más prestigiosos, aunque en aquella época hubo una cierta polémica en el mundo de la arquitectura por el éxito de una arquitecta que apenas levantaba edificios. En los 90, la situación dio un giro para la arquitecta, que pudo erigir sus primeros diseños relevantes, como la estación de bomberos Vitra en Weil am Rhein (Alemania), y la Opera House de Cardiff, en Gales.

Con esas credenciales, Hadid recibió el encargo en el año 2000 de levantar el pabellón temporal de la Serpentine Gallery de Londres, una estructura sinuosa en la que la angloiraquí mostraba ya la pericia técnica que le permitiría firmar algunos de los espectaculares edificios que estaban por llegar. Cuando a los 54 años obtuvo el Pritzker, que nunca hasta entonces había reconocido el trabajo de una mujer, Hadid lo recibió como un impulso para poder levantar edificios aún más ambiciosos.

La Ópera de Guangzhou, en China, el museo Riverside, en Glasgow (Reino Unido) y el pabellón acuático de Londres 2012 son algunos de los edificios que levantó en la última década, probablemente la más creativa para Hadid. De su trabajo en España destaca el pabellón Puente de la Expo Zaragoza 2008 o el Master Plan de Zorrotzaurre para remodelar esa zona de Bilbao, mientras que en Latinoamérica dejó poca huella, con algunos trabajos aún en desarrollo, como el Centro Esfera de la ciudad mexicana de Monterrey o el edificio residencial Casa Atlántica, en la playa de Copacabana de Río de Janeiro. En los últimos años había recogido algunos de los galardones más prestigiosos del mundo del arte. Fue distinguida como Comandante de la Orden de las Artes y las Letras de Francia y condecorada en el Reino Unido como Dama Comandante del Imperio británico.

El pasado febrero, al recoger la medalla de oro del Real Instituto de Arquitectura Británico (RIBA), Hadid aprovechó la ocasión para defender el papel de la mujer en la arquitectura.

"Actualmente podemos ver mujeres que se han establecido como arquitectas, pero eso no quiere decir que sea fácil. En ocasiones es un reto inmenso. Ha habido un tremendo cambio en los últimos años y vamos a continuar progresando", señaló.

Su muerte provocó ayer numerosas reacciones, como la del arquitecto británico Richard Rodgers, que la ha calificado como una "enorme arquitecta y una magnífica mujer", y la del alcalde de Londres, Boris Johnson, que recalcó que su legado pervive en los "maravillosos edificios" que levantó en la capital británica y el resto del mundo.