La relación de la pintura renacentista con Zamora, y en particular con Toro, es más relevante de lo que se pudiera esperar. Como hilo que engarza todo ello está el pintor Lorenzo de Ávila (hacia 1473-Toro,1570) Según la hipótesis que manejamos actualmente, entre los catorce y los veintiún años habría pasado de aprendiz a colaborador aventajado de Fernando Gallego, participando en las principales obras del maestro hispanoflamenco: los retablos mayores de Ciudad Rodrigo, Trujillo y Zamora.

Hacia 1497, un Lorenzo de Ávila fuertemente influido por Pedro Berruguete pintaría en Toledo el retablo de Santa Catalina en la iglesia de El Salvador. El año siguiente, estaría trabajando en Zaragoza realizando un retablo tan importante como el de la Colegiata de Bolea (Huesca), donde seguramente le ayudó en el coloreado un pintor de origen toresano, Pedro de Aponte, que acabó siendo una verdadera leyenda de la pintura aragonesa y navarra.

Entre finales de 1498 y mediados de 1504, Lorenzo de Ávila realizaría un periplo por tierras de Italia. Cada vez tenemos más claro que trabajó con Luca Signorelli en su obra cumbre de la Catedral de Orvieto, donde además parece que Lorenzo pudo pintar la Biblioteca Alberi. También debió contactar con Bartolomeo della Gatta, compañero de Signorelli en la Capilla Sixtina y miniaturista en Urbino, donde debió de coincidir con Pedro Berruguete. Bartolomeo influyó en Lorenzo en dos obras que le atribuimos en Perugia y Deruta. En el Nápoles recién conquistado por el Gran Capitán, creemos que Ávila pintó dos tablas conservadas en la Catedral de Atri e iluminó el Misal de Fernando el Católico.

De vuelta en Toledo, nuestro pintor habría terminado el antiguo retablo mayor del Monasterio de San Ildefonso de Toro (que había empezado Pedro Berruguete) y del que podrían conservarse dos fragmentos en el Museo del Louvre y el Museo del Prado. En 1507, Lorenzo tiene documentados los dibujos de la Manga del Corpus del cardenal Cisneros, que quinientos años después sigue encabezando la famosa procesión toledana. El año siguiente restauró las pinturas de Berruguete en la Capilla del Sagrario de la Catedral. Rematando otras obras inacabadas del palentino, se debió de ocupar del retablo mayor de la Catedral de Ávila. Entre 1509 y 1511 llevará a cabo la gran obra de nuestra pintura renacentista: la Sala Capitular de la Catedral de Toledo.Creemos firmemente que tanto la idea como los dibujos y la pintura salieron de la cabeza y las manos de Lorenzo de Ávila. Con él pudo estar como ayudante un joven Juan Correa de Vivar, que en las décadas siguientes será el principal pintor en la Ciudad Imperial. Aunque natural de Mascaraque (Toledo), Correa mantenía un estrecho vínculo con la ciudad de Zamora a través de su hermano Rodrigo de Vivar y de su tío el canónigo de igual nombre, que habitaba en la hoy llamada Casa del Cid.

Después de pintar en la Catedral de León en 1521, la relación de Lorenzo de Ávila con Zamora se acrecienta (retablos mayores de Belver de los Montes, San Agustín del Pozo, Villárdiga o Villavendimio) y ya hacia 1530, con casi sesenta años, establece su taller definitivamente en Toro, hasta su muerte en 1570, con noventa y siete años. Lo que podría haber sido una breve etapa se transformó en un largo y fructífero canto de cisne, pintando retablos para la propia Ciudad de las Leyes (el de la Asunción y dos Santos Juanes, el de la Virgen de la Leche, varios para el Monasterio de Sancti Spiritus, el de Santa María de Arbás, el de Santo Tomás Cantuariense...) y para otros lugares (Abezames, Villalpando, Ávila, Venialbo, Zamora, El Bierzo...).

Junto a Lorenzo de Ávila, a partir de la década de 1520, vemos a su discípulo y colaborador Juan de Borgoña de Toro (Francia o Países Bajos - Ciudad Rodrigo, 1565). En general, Ávila dibujaba las composiciones y pintaba las partes delicadas como manos, rostros y paisajes, dejando el resto, a su ayudante. Otras veces le dejaba que se ocupara de tablas enteras. El borgoñón se casa en Toro y allí nacen sus hijos. También mantiene abierto su propio taller en la ciudad, pintando tablas y retablos donde se muestra como un continuador de su maestro, pero con veleidades más modernas en la línea de Alonso Berruguete. Siempre utiliza grabados o composiciones prestadas, pues su mayor inconveniente era que no dominaba el dibujo y por extensión no componía bien las escenas.

De los hijos pintores de Lorenzo, Antonio de Ávila se ocupó del taller desde 1553 y después trabajó en Valladolid, donde murió entre 1570 y 1574. Hernando de Ávila (Toro, 1538-Madrid, 1595), parece que desde los dieciséis años pudo ser ayudante de Correa de Vivar en Toledo. Con veinte años viajó a Roma. A los veintisiete fue nombrado pintor de la Catedral de Toledo. Más tarde se trasladó a Madrid y fue contratado como pintor de miniaturas por Felipe II.

Finalmente, cabe decir como muestra del prestigio de Lorenzo de Ávila en su etapa toresana que en un juicio celebrado en Puebla de la Calzada (Badajoz) en 1549, un tallista declara a favor del pintor pacense Luis de Morales, El Divino, y, para alabar su excelencia dice que le han encargado obras hasta en "Çamora y otras partes lexos de Badajoz de donde ay buenos oficiales de pintura porque este testigo los ha visto?.