El espectáculo Reikiavik es el nuevo jaque mate de Juan Mayorga, uno de los más grandes dramaturgos contemporáneos, que desembarca este fin de semana en el Teatro Cuyás después de deslumbrar en su gira española y obtener tres nominaciones a los Premios Max. "Creo que tenemos que celebrar que un espectáculo exigente encuentre espectadores en España", manifestó Mayorga ayer, en la presentación del montaje. "Queremos contradecir ese diagnóstico negativo sobre el espectador español".

Reikiavik gravita alrededor de un tablero desdibujado en un parque de Carabanchel, donde los personaje de Bailén (Daniel Albaladejo) y Waterloo (César Sarachu) emulan aquel duelo mundial de ajedrez en 1972, en plena Guerra Fría, en la capital islandesa. "Desde hace tiempo vivía envenenado por la historia de Fischer y Spassky, estos dos individuos elegidos como abanderados de sus sociedades, que se encuentran en un mismo destino viniendo de sistemas tan distintos", apunta el dramaturgo, para quien "no hay deporte tan violento como el ajedrez, precisamente porque excluye el contacto físico". "Ellos dirimen simbólicamente en el tablero lo que entonces se dirimía en el mundo".

A este juego se suma el personaje del muchacho (Elena Rayos), como un espectador silencioso ante dos desconocidos "que no sólo juegan al ajedrez, sino que juegan a Reikiavik". "Eligen jugar al juego de vivir la vida de otros, de indagar en los misterios de los otros", explica Mayorga. "Y a través de indagar en los misterios de Fischer y Spassky; Bailén y Waterloo, con el muchacho, indagan en su propio misterio, que es el misterio del existir".

Para Albaladejo, este espectáculo es "uno de los grandes regalos que encuentras en el viaje de la interpretación", pues "Juan es el autor más honesto que conozco". "Creo que Reikiavik cambia la vida de quien lo ve", afirma. El actor, quien protagonizó Otelo el pasado 2014 en el Cuyás, señaló que este desafío ajedrecista se deshoja en infinitas lecturas: "El individualismo contra el colectivismo, la victoria y la derrota, el amor y el desamor, ser cooperativo o no serlo; hemos querido abordar de golpe todos los temas universales, expone. "Y hablamos del tema que tú quieras, porque tú generas tu propio Reikiavik".

En este sentido, Mayorga sostiene que "es un espectáculo exigente que espera mucho del espectador, que confía mucho en su complicidad, su imaginación, su memoria, su capacidad de asociar los elementos y de completarlo". "Pero al mismo tiempo es un espectáculo que, pidiéndole mucho al espectador, también le entrega algo. Y esta entrega es, sobre todo, un extraordinario trabajo actoral".

"Si el teatro es el arte del actor, creo que en pocos casos puede decirse con más justicia", afirma Mayorga, "Albaladejo, Sarachu y Rayos no sólo son capaces de representar una multiplicidad de personajes sino que, además, reflejan la herida y la luz de cada uno". "Cada vez que veo la función siento una enorme gratitud hacia ellos, no sólo como autor y director, sino como espectador". Para el dramaturgo, esta es su segunda aventura en la dirección, después de La lengua en pedazos. "Creo que debemos hacer teatro como si pudiéramos, tenemos que conseguir que el teatro sea transformador, que el espectador salga con la tentación de no volver a casa", apunta. "Esa es la convicción desde la que escribo y desde la que entro en una sala de ensayos; y me doy cuenta de que dirigir no es sino escribir en el espacio y el tiempo, y que dirigir es, además, escribir con otros".