La noche del 27 de mayo, apenas cinco meses después de la desaparición de David Bowie, The Birkins dibujó el ascenso y la caída de Ziggy Stardust en las coordenadas de sus propias sonoridades y matices. Oh gimme your hands cantaba el rockero espacial en su derrota y, desde esta premisa, la formación grancanaria llevó de la mano al público en un viaje memorable de doble recorrido: el de su propio universo musical, protagonizado por la memoria hecha canción de Souvenirs, y una magistral revisión del legendario álbum conceptual The Rise and Fall of Ziggy Stardust and The Spiders from Mars (1972).

Con el alma de la banda, integrada por Cristina Santana, Dani Machín, Alby Ramírez y Sergio Miró, al frente de la nave, las arañas de Marte revivieron en la piel y el talento de Coré Ruiz, Alejandro Velázquez, Rafa Daza, César Martel y Elio Moreno. El conjunto sabía que con este desafío apuntaban a las estrellas y elevaron el Guiniguada al firmamento electrizante de Bowie para regresar a la Tierra por la puerta grande.

La evocadora Arabian nights, que abre el tercer disco de la banda, Souvenirs (El Genio Equivocado, 2015), inauguró el trayecto, que estuvo dominado en su primer tramo por este repertorio reminiscente, en inglés y en francés, con canciones como Lying on my bed, Portrait d'un couple, Fly away, fly high o Sofa. La banda también desgranó otros grandes temas de su trayectoria, como la eléctrica A. Rimbaud and his long way home, con momentos álgidos en la divertida Reflections (Just Dance) y en Chloe, una de sus más bellas baladas francesas, que despidió la primera parte.

Y tras el descanso, llegó Ziggy. El bajista Rafa Daza y el saxofonista Elio Moreno se embarcaron en escena para bordar el álbum iconográfico del glam rock, que rompió con el apocalipsis de Five years. Así consolidaron un potentísimo directo, que recreó cronológicamente la leyenda de Bowie con los mimbres de The Birkins. La voz magnética de Cristina Santana o Lady Stardust, entonando Moonage Daydream o la emblemática Starman a dúo con Dani Machín, iluminaron el recorrido por la cara A de The rise and fall. Además, Coré Ruiz dio un paso al frente y puso voz a varios temas, como Soul Love, y una aplaudida revisitación del emblema que comienza con Ziggy played guitar..., plumas incluidas. Un espectáculo sobresaliente que puso de manifiesto la solidez y cohesión de la banda, para la que el legado simbólico de Bowie no sólo es un espejo en el que mirarse, sino que, además, ha sido capaz de reinventarlo y ejecutarlo bajo sus propios prismas, moviéndose en su mismo espectro del pop, el rock y la psicodelia.

Como guinda, el batería Sergio Miró sorprendió al cantar (y con nota) Rock'n'Roll Suicide, canción que cierra el disco y que redondeó, por tanto, el viaje espacial en el Guiniguada, con Cristina deslizándose en el escenario al más puro estilo Bowie. Y aun tras ese momento cumbre, la banda reservó un bis con su sorprendente versión de The man who sold the world, arropada por sonidos fronterizos y rancheros, que despidió con grandeza la que fue, sin duda, una noche para el recuerdo.