El pasado otoño, ya bien entrada la temporada teatral, disfrutamos habitando las escenas oníricas coreografiadas y bailadas por Daniel Abreu junto a su pequeña compañía. Un poco después recibimos, sobre el mismo escenario capitalino, el impacto del duende explosivo y preciso de Israel Galván, confrontado y amigado con la velocidad y sabiduría de Akram Khan. Porque no hay dos sin tres, este viernes y también el sábado, llega Dunas, otro encuentro en las fronteras entre el flamenco y la danza contemporánea.

Las aventuras creativas de Sidi Larbi Cherkaoui han sido bien recibidas en la patria común de la danza contemporánea desde que en 1999 creara su primera pieza. Una década antes había recibido la llamada de la vocación tras ver a un amigo imitar los expresivos movimientos de Kate Bush en el irrepetible vídeo de Wuthering Heights. Este prolífico creador es uno de los coreógrafos que más razón de ser han dado, si cabe, a aquel liberador deseo de eclecticismo que apareció en el panorama de la danza posmoderna en la pasada década de los setenta, de la mano de bailarinas como Twyla Tharp. El suyo tiene profundas raíces biográficas. El aprovechable documental Sueños de Babel, realizado por Don Kent hace ya diez años, cuando el coreógrafo rondaba la treintena, comienza con unas palabras de su protagonista, lanzadas frente a la cámara como si respondiera a un interrogatorio. Lo hace con esa expresión tan suya de hombre tímido pero decidido. "Yo soy Sidi Larbi Cherkaoui, soy un hombre, un hijo, un coreógrafo; soy homosexual, soy belga, tengo ojos marrones, soy el hijo de un inmigrante. Soy todas esas cosas y además, muchas más".

Escuchándole y viéndole bailar no resulta difícil comprender porqué ha asumido el encuentro con lo diferente como un constante reto creativo. Dándole la vuelta al calcetín ha preferido abrazar la alteridad antes que negarse a sí mismo. Y lo mejor es que los frutos de ese esfuerzo no han dejado de recorrer los escenarios de distintos continentes. Pensemos, por ejemplo, en tres de las obras desarrolladas durante los últimos años de la pasada década. Estas, como otras tantas, las ha creado siempre trabajando en equipo con músicos y artistas, fiel a su definición de sí mismo como alguien "que cree en la conexión entre las formas de arte". Sutra, estrenada en 2008, fue creada junto a diecisiete monjes del templo chino de Shaolín con la ayuda de colaboradores como el escultor Antony Gormley. Es un logrado ejemplo de algo que podríamos llamar teatro budista, un montaje en el que Cherkaoui sube al escenario para aportar un poético recogimiento que contrasta con la dinámica marcialidad de los monjes. Entre ellos se encuentra un monje niño cuya amistad con el bailarín occidental es lo más cercano a una trama que podemos encontrar en la obra. Sin la relación entre ambos, silenciosa y animada por la curiosidad del pequeño, Sutra hubiera carecido de ese componente dramático que tanta potencia emocional da a sus creaciones. Continuando con esa exploración de la relación entre el yo y la alteridad, creó Dunas, con María Pagés, un año después. Y a Dunas le siguió Play, interpretada junto a la sutil maestra de danza Kachipudi Shantala Shivalingappa.

Es posible que no haya nada que importe más a este coreógrafo que contribuir a conformar un mundo donde los individuos puedan construir su identidad personal sin ser obligados a definirse según categorías de naturaleza cultural, sexual, racial... que condicionen el grado y el modo en que ellos o muchos de sus semejantes serán excluidos. Por esta razón, la base de su estilo se encuentra en una visión de la cultura, del movimiento y del lenguaje corporal donde no existen jerarquías. Esto explica su atracción por la mezcla de estilos, tal como hace en Fractus V, una creación reciente en la que la violencia, recreada sobre el escenario, sirve para hablar de la violencia con que habitamos nuestro mundo. En esta obra, montada a partir de textos de Noam Chomsky, se amalgaman el lindy hop, el flamenco, el hip hop, la danza contemporánea y el circo para demostrar que todos esos lenguajes pueden interconectarse porque hay elementos energéticos comunes.

En el años 2005 este bailarín de tez pálida, con una silueta peculiar y la flexibilidad propia de un contorsionista creó junto a Akram Khan, Zero Degrees, un acercamiento a las paradojas de la identidad posmigratoria. Merece recordarse también la trilogía comenzada por Foi, en la que se indaga en nuestra búsqueda de lo divino. Todas responden a un compromiso que es tan estético como espiritual y social. A principios de este año, en una atinada entrevista para la revista de danza Suzy Q, Cherkaoui regaló uno de esas respuestas que acaban convertidas en titulares. "Hacer política no es sólo quejarse, también proporcionar belleza".