El otro miembro del dúo había perdido la conexión en la concatenación de vuelos que lo traía desde Reikiavik, en Islandia, pero la bailaora María Pagés supo dar voz al ausente para presentar el montaje que ocupará el escenario grande del Teatro Cuyás las dos primeras noches de este fin de semana. Siete años después de su estreno en Singapur, Dunas clausura una temporada de danza en la que los dúos han tenido un protagonismo significativo: Carlos Acosta y Zenaida Yanowsky; Akram Khan e Israel Galván; y ahora María Pagés y Sidi Larbi Cherkaoui. Lo recordaba ayer Gonzalo Ubani, director artístico del Cuyás, antes de dar paso a la protagonista de la mañana y de volver a incidir en lo difícil que es juntar a un elenco como el de este montaje, que incluyendo a los músicos que acompañan a los bailarines llega a nueve personas.

El germen de Dunas hay que buscarlo en la edición del Forum de Danza de Mónaco celebrado hace doce años, donde por primera vez se encontraron los protagonistas del montaje. Fue un encuentro especial que ella, aprovechando que en la presentación se aborda la cuestión, recuerda así: "parecíamos dos bichos raros, pero sobre todo parecía que seguíamos una conversación iniciada anteriormente". A partir de ahí se producieron algunas coincidencias "mágicas" en lugares como México, China, Berlín... hasta que ambos decidieron que algo tenían que hacer juntos. Un lustro después de aquel primer encuentro, ese algo acabó siendo Dunas.

A partir de ahí, todo el proceso de creación se desarrolló con mucha naturalidad. La falta de compromiso con instituciones o patrocinadores hizo que la obra , como explicó la coreógrafa sevillana, "ya naciera sin presión". Con el desierto como símbolo de la disponibilidad para crear a partir de la nada, siguieron trabajando juntos, motivados, sobre todo, por la sintonía que se daba entre ambos. Hubo "equilibrio, armonía, facilidad".

La partitura compuesta por Szymon Brzoska y Rubén Levaniegos representa los diversas tradiciones culturales en las que han crecido los dos bailarines. Esta también fue conformándose del mismo modo. Por esta razón María Pagés confiesa que, aunque pueda parecer extraño, no ha llegado a cansarse aún de ella, tanto que con frecuencia se la pone en casa "mientras hace otras cosas". La escenografía también fue creada por ellos mismos de un modo natural, fortuito. Según contó, ella llevó un día su tul de licra "transparente, tupido y elástico" a uno de los ensayos y los dos empezaron literalmente "a jugar" y a pedir más y más metros de tela y a superponerlos. De esas sumas y sintonías ha surgido una obra que ella siente como "atemporal" y que espera seguir bailando mientras "tengamos fuerzas", porque "ganas no faltarán".