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Cine

Ha llegado el Águila

'Eddie el Águila'

Fotograma de 'Eddie el Águila'.

Hay un momento en el que Eddie el Aguila debe decidir en qué división quiere competir. Por un lado, puede estrujar al máximo todas las trampas del subgénero de cine épico­ deportivo donde el fracaso se ve como un triunfo (el primer Rocky ya lo hizo, originalidad cero) con todo tipo de golpes bajos para que los espectadores rieguen los ojos. Una vía fácil para gustar en taquilla. Por otro, puede profundizar en los aspectos más interesantes de las "hazañas" de Eddie el Águila y su entorno: el público que jalea sus actuaciones ridículas como saltador de esquí, casi suicidas en algunos casos, ¿lo hace realmente porque admira su empeño y temeridad o porque les da una ocasión ideal para burlarse de él sin sentir remordimientos sabiendo que no está preparado para semejantes aventuras y que no se mata de milagro? La película huye de esta segunda posibilidad como alma que lleva el diablo y se lanza a toda velocidad por la pista de la lágrima fácil, los personajes unidimensionales y el final exultante, ocultando tras la famosa frase de que lo importante es participar que, en la vida real, Eddie el Aguila no pudo participar en los siguientes Juegos Olímpicos porque se aprobó una regla que impidiera a deportistas como él entrar en el búnker de la élite. Porque, entre otras cosas, como dice uno de los "malos" del cuento, los patrocinadores no quieren que se les asocie a la derrota. Pero esa es otra historia sobre la que Eddie el Águila, entretenida en líneas generales a pesar del exceso de cámara lenta y bien interpretada, sobrevuela de pasada.

Convencional historia de épica deportiva que reune todos los tópicos posibles para conmover al público.

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