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Entrevista

Karra Elejalde: "La peor batalla que se libró en el sitio de Baler fue la de la incertidumbre"

"Mi personaje vive una crisis potente de fe; creo que representa la esperanza desesperanzada", destaca el actor vasco

El actor vasco Karra Elejalde, en un descanso del rodaje en Santa Lucía de Tirajana. YAIZA SOCORRO

El veterano actor Karra Elejalde (Vitoria, 1960) integra el reparto de primera línea que protagoniza la ópera prima de Salvador Calvo, 1898. Los últimos de Filipinas, con Luis Tosar, Javier Gutiérrez y Eduard Fernández. Esta producción de Enrique Cerezo, que convierte la localidad de Santa Lucía de Tirajana en el último bastión de soldados españoles en Filipinas, revive este episodio histórico del sitio filipino en Baler durante la guerra contra Estados Unidos, a finales del siglo XIX. Elejalde, que en los últimos tiempos ha saltado a la palestra mediática por su papel de Koldo en las taquilleras Ocho apellidos vascos y Ocho apellidos catalanes, interpreta en el filme al monje franciscano Fray Carmelo. Un personaje inspirado en hechos reales y víctima de una guerra, que en realidad, había terminado para todos, salvo para ellos.

¿Cómo es el papel del Fray Carmelo que interpreta en 1898. Los últimos de Filipinas

La parte de mi personaje está planteada con una mayor libertad. Este monje, tal como lo ha desarrollado el guionista, no se ajusta totalmente a la realidad y el guionista se ha tomado la licencia, incluso, de cambiarle el nombre de Fray Cándido a Fray Carmelo. En nuestra película, mi personaje es un monje franciscano y evangelista que, de repente, se ve con una cierta crisis de fe, porque se pregunta: ¿Dónde está Dios, que deja que pasen estas cosas?. Entonces, se ve con una cierta crisis e, incluso, se ha abierto a entender que hay otras religiones, que pueden ser tan buenas o tan válidas como la cristiana. Por tanto, este es un monje aperturista, que presta su Iglesia a los chicos y cuyo papel es bendecirles con su pastoreo y, a los que fallecían, les daba la extremaunción.

¿Diría que su personaje representa la esperanza dentro de la desesperación?

Yo diría que la suya es una esperanza desesperanzada, porque es un hombre que reza avemarías con ellos y que les proporciona alivio espiritual, pero no creo que tenga esperanza del todo. Creo que tiene una crisis potente, que también lo está pasando mal y, además, también está enfermando. Cuando un soldado, aquejado de hambre y beriberi, me dice: "Padre, yo no quiero que me lleve la muerte". Yo le digo: "Tranquilo, la muerte no se lleva a nadie sin el permiso de Dios"; a lo que él me responde: "Pero ¿y dónde está Dios, padre?". Y entonces yo pienso que tiene razón, ¿dónde está?. Este monje, una vez que se encierra en la Iglesia, ya no puede dar misa y está desconectado del cristianismo. Lo único que puede hacer es, como decía, consolar a los soldados y darles alivio espiritual. Pero tampoco puede reivindicar la figura de Dios dentro de la Iglesia, porque él es consciente de lo que está sucediendo, aunque también es consciente de que es el único modo de resistir.

¿Por qué dice que es un monje aperturista?

El monje habla con uno de los soldados jóvenes y le dice: "Yo he conocido a unos monjes que se levantan y no piensan. Nosotros nos preocupamos por lo que puede pasar, ellos sólo se preocupan por lo que pasa; así que nosotros nos pasamos la vida preocupados por si pasa esto o por si pasa lo otro. Así que intenta no pensar, intenta, simplemente, relajarte". El asunto es que a este chico le encomiendan una misión y él tiene miedo, así que mi personaje le dice: "¿Tienes miedo? Pues no te preocupes, sólo Dios sabe lo que va a pasar". Por tanto, es un hombre permeable, un hombre esponja, que admite otros modos de llegar a Dios.

¿Cuál es la peor batalla que vivieron los soldados españoles en el sitio de Baler?

La realidad es que son muchas batallas y, además, la mayoría de los soldados son jovencitos. Y luego hay una filipina, que es preciosa, que está siempre encima, y que les ofrece sexo y les canta. Y esa batalla también es jodida. Luego hay un desertor que se llama Juan, que dice: "¡Pero, chicos, que la guerra se ha acabado!". Y por supuesto, está la batalla de que nos estamos muriendo dentro de la Iglesia, en unas condiciones ínfimas, defecando dentro, enterrando a los muertos dentro por falta de espacio y siendo diezmados muchísimos meses después de haber concluido la guerra. Y claro, está la batalla de si debemos entregarnos. Esa es la peor batalla, por la propaganda que viene desde fuera, que parece ficticia pero que es verdad, porque la guerra había terminado; y ahí seguían ellos, muriendo cada día, ante la amenaza de matarles si les veían salir. Creo que la peor batalla que se libró en Baler fue la de la incertidumbre y la posibilidad abierta. Esa es la guerra en la que más sufren el teniente Martín Cerezo y el capitán Enrique de las Morenas, quienes estaban al mando del destacamento. En cambio, mi batalla está perdida de salida, porque yo soy un pastor que presta su Iglesia, pero mis chicos ya son cristianos y yo sólo puedo consolar y dar extremaunciones.

¿Cree que era necesario revisar el episodio histórico del "los últimos de Filipinas" desde una perspectiva actual?

Esta película trata de ser más histórica y de ajustarse más fielmente a la realidad. No se ve en el guión un ánimo de hacer una película de protesta, sino una lectura más ajustada a la realidad de lo que fue un hecho dramático. Y a la vez, que se trata de una superproducción en la que hay un buen elenco de actores bastante solventes y, además, un buen director. Me pasó algo similar cuando hicimos la película También la lluvia, de Icíar Bollaín, que planteaba un enfoque muy crítico con lo que había sido el descubrimiento de América e, incluso, con la figura de Cristóbal Colón, que me tocó interpretar. También me recuerda a la película Parranda, de Gonzalo Suárez, que contó con tres pedazo de actores: José Luis Gómez, José Sacristán y Antonio Ferrandis.

¿En qué aspectos se diferencia de la película de Antonio Román, de 1945?

Aunque no he visto toda la película, Salvador Calvo nos explicó que esta película no iba por esos derroteros. El director quiere hacer su película y no quiere que te contamines de otras, así que nos hemos documentado con libros, como el de Manuel Leguineche. Sí creo que, si somos lógicos y hacemos un análisis sobre qué fue el descubrimiento de América, vemos que, en realidad, aquello fue la expolia, pero nunca nos han enseñado cómo fue en realidad, sino que nos han vendido la conquista como un descubrimiento. Pero esto pasa en todos lados, las cosas feas no se explican y España no lo hizo bien; de hecho, en muy poco tiempo perdió Cuba, Puerto Rico, Filipinas, lo perdió todo, probablemente por mala gestión, por mil razones. Quizás, entre ellas, está el hecho de que ya no eran épocas de colonizar y cada uno tenía derecho a su soberanía, porque los filipinos tenían derecho a esa soberanía y se vieron, de repente, en medio de una guerra entre los españoles y los americanos. Por tanto, habría gente que se alegraría mucho de que España perdiera esas prebendas y esas tierras. Pero todo esto no se ha explicado y nos referenciamos en películas que hablan de lo contrario, que hablan del ensalzamiento patriótico, cuando, honestamente, la parte importante fue lo mal que se hizo todo. Pero lo que se cuenta, en general, no sirve más que para confundirnos.

¿Esta cinta propone una mirada más real sobre lo que sucedió en la Iglesia de Baler?

Creo que España que quería una salida digna, no quería una salida oprobiosa. Aquello fue tremendo, imagínate un destacamento de soldados españoles abandonados, huérfanos de patria y huérfanos de todo, que no tenían información de que la guerra había concluido. Y además, en todo ese proceso, el teniente Martín Cerezo siempre pensó que le estaban engañando. Y 200 días después de acabar la guerra, ellos intentaban desertar, ya fuera por beriberi, por miedo o por sus hijos, pero lo intentaban y, entonces, los fusilaban. En Baler seguía imperando un régimen de guerra y los soldados seguían supeditados a una estructura jerárquica y militar en un contexto de no guerra, aunque ellos pensaran que era de guerra.

Con todo, ¿cómo ha transcurrido el rodaje en Gran Canaria?

Pues hemos allanado un campamento aquí en Santa Lucía de Tirajana para no tener que mover material humano y técnico de un lado para otro, así que va muy bien y estamos muy contentos. Trabajamos siempre en jornadas de nueve horas, en función las horas de luz y de si necesitamos exteriores o interiores, y nos va muy bien.

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