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Entrevista

Matt Haig: "Me quise suicidar porque no veía la salida del túnel"

"Mi vida era una locura en las permanentes fiestas nocturnas ibicencas", afirma el escritor y periodista, autor de 'Razones para seguir viviendo'

El periodista y escritor Matt Haig. CLIVE DOYLE

La escritura salvó a Matt Haig (Sheffield, 1975) del oscuro abismo de la depresión y le convirtió en un autor de éxito que ahora publica Razones para seguir viviendo (Seix Barral), un best-seller en el Reino Unido en el que relata sus experiencias desde que a los 24 años entrase en un bucle de pesimismo que le condujo al borde del suicidio. Sus libros, publicados en 29 idiomas, tienen siempre algo de autobiográfico para describir con humor e ironía ese estado de ansiedad y pánico del que uno no sale hasta que logra escapar de la prisión de su propia mente. Escritor también de cuentos para niños y periodista, Haig vuelve la vista atrás para rememorar en esta entrevista con Epipress sus noches locas en Ibiza, activadoras de la predisposición genética a la depresión que le acompaña desde su nacimiento en. Ahora se inspira en Shakespeare para escribir, hace yoga, come alimentos saludables y duerme bien para ahuyentar los fantasmas que merodean permanentemente su cabeza y atormentan su espíritu.

¿Cómo recuerda cuando cayó enfermo a los 24 años?

Todo sucedió muy rápido. Supongo que algo tuvo que ver mi juventud y el que estuviese viviendo en Ibiza. No llevaba una vida muy saludable.

Vivía con su novia Andrea y dice que todo se volvió negro para usted. ¿Cómo llegó a sentirse?

Eran las once de la mañana más o menos y de repente sentí que mi cerebro flotaba y mi corazón latía muy fuerte. En un primer momento pensé que estaba sufriendo un ataque de pánico, pero esa sensación de desazón duraba muchísimo. No podía dormir ni comer. Tomé alguna pastilla para conciliar el sueño, pero ni con esas lograba calmarme.

Supongo que llevar una vida desordenada añadió más ansiedad a su estado, ¿no?

Por supuesto, pero lo cierto es que la semana anterior a que esto sucediese me había cuidado bastante. Yo estaba en una edad difícil y vivir el Ibiza era una locura, sobre todo, por las noches de fiestas que allí se suceden permanentemente. Comía mal, dormía poco y bebía mucho alcohol. De pronto apareció en mi vida una nueva realidad y en esa realidad sin luz yo no veía salida alguna de aquel túnel.

¿Pensaba que nadie estaba interesado por usted y que nadie le comprendía?

Eso era exactamente lo que pensaba. Lo que sentía era algo totalmente desconocido para mí y que no era otra cosa que ansiedad y pánico. Creía que yo era la única persona en el mundo que se sentía así de mal. El primero que no me entendía era yo mismo.

¿Cómo veía el mundo que le rodeaba?

No comprendía al mundo. Me sentía como un alien. Era inca- paz de relacionarme con otras personas.

¿Tenía miedo a la muerte?

Tenía miedo de todo. Me quise suicidar porque no sabía cómo seguir viviendo.

¿Qué camino recorrió hasta llegar a la conclusión de que no tenía otra salida que el suicidio?

Pensé que era la mejor solución para acabar con mi sufrimiento.

¿Era plenamente consciente de lo que estaba haciendo?

En aquel momento sí, así que me dirigí a un acantilado en Ibiza con el firme propósito de saltar y acabar con aquella agonía.

¿Por qué no acabó suicidándose?

Porque en el fondo, a pesar de que no me diese cuenta, estaba rodeado de gente que me quería. No podía hacerle eso a mis padres, a mi hermana ni a Andrea.

¿Sigue usted con Andrea?

Sí, ahora es mi mujer. Nos conocimos de muy jóvenes y nos fuimos de vacaciones a Ibiza. Luego regresamos a Inglaterra y nos plateamos la idea de regresar a la Isla a trabajar. Yo vendía tickets para las discotecas, era una especie de relaciones públicas y ella gestionaba una empresa que organizaba fiestas.

¿En qué circunstancias recibió el primer rayo de luz en medio de aquella dramática oscuridad?

Pasó mucho tiempo. Yo caí enfermo en septiembre de 1999. Inmediatamente volvimos Andrea y yo a Inglaterra y vi una nueva realidad a partir de abril de 2000 porque me di cuenta de que tenía que buscarme un trabajo para poder vivir con mi novia. En ese momento dejé de pensar única y exclusivamente en mi depresión y fue un primer paso para salir de ella.

Usted era entonces un gran lector, pero no se decidió a escribir hasta que su novia le convenció de que ese podría ser el camino para hacer frente a la fuerte depresión que sufría entonces. ¿Cómo empezó todo?

En febrero de 2000 estaba en mi casa de Newark (Nottinghamshire) pasando lo más duro de mi depresión. Tenía 24 años, acababa de regresar de Ibiza y me vi de nuevo durmiendo en casa de mis padres, en la habitación de cuando era pequeño. Fue entonces cuando empecé a es- cribir cosas ininteligibles y muy angustiosas.

¿Se sentía mejor tras escribir esas piezas?

La escritura no es la medicina para la depresión pero ayuda mucho. Al escribir articulas y pones en orden lo que te pasa por la cabeza y creo que eso es terapéutico porque la depresión se presta siempre al melodrama.

¿Qué tratamiento farmacológico siguió para salir a flote?

Los fármacos no funcionaron conmigo y solo me mediqué durante tres semanas. Me aconsejaron probar con la homeopatía o con tratamientos naturales a base de hierbas, pero tenía miedo de tomar algo que me dejase atontado, así que busqué otros caminos.

¿Qué caminos encontró?

Aposté por el ejercicio físico, una alimentación sana y por dormir bien. Eso no quiere decir que no me divierta de vez en cuando pero ya sé más o menos dónde está mi límite.

¿En qué momento se sintió plenamente recuperado?

La depresión nunca se cura, hay que estar permanentemente alerta, pero reconozco que ahora puedo llevar mejor que antes esos avisos que la mente y el cuerpo te dan antes de caer en picado. Curarse de esto es complicado porque se trata de un proceso que no tiene fin y ese sentimiento lleno de preocupaciones está siempre ahí. Soy un hipocondriaco que está permanentemente preocupado. Al fin y al cabo, en este tipo de complicadísimas situaciones, el tiempo es siempre el mejor aliado.

¿Tiene hoy una idea clara del origen de su crisis depresiva?

Tengo muchas ideas. Desgraciadamente siempre tuve una predisposición genética. Mi bi- sabuela se suicidó y mi madre sufre de episodios depresivos. Luego está que con 24 años yo era una persona poco segura de sí misma. Era muy tímido y en vez de afrontar los fracasos lo que hacía era beber muchísimo. Cuando caí en picado creo que fue porque estaba a punto de regresar a Inglaterra y veía lo que se avecinaba: un lugar en el que aún no había conseguido un trabajo. Ibiza tampoco ayudaba mucho. Me encanta la Isla pero está llena de tentaciones.

¿Cómo comenzó a gestar su atormentada obra Los humanos, que publicó en 2014 y en la que un alienígena entra en el cuerpo de un matemático para borrar el menor rastro de un gran descubrimiento que haría cambiar el curso de la historia?

Fue un proceso muy extraño y aunque la obra parece de ciencia-ficción puedo asegurar que es un libro muy autobiográfico. Fue la mejor forma que encontré para describir cómo me sentía. Yo me veía como un alien cuando esta-ba en el pozo. Escribí la novela desde la perspectiva de un alíen pero de una forma muy optimista y de hecho tiene un final bastante feliz. Creo que a pesar de todo, es una novela que da una visión irónica y divertida de la naturaleza humana.

El alienígena elige al final una vida humana. ¿Es un mensaje de gratitud al género humano por haber podido contarlo en una novela tras el calvario de la depresión?

Sí. Fue una forma de decir que la vida es tristeza, enfermedad y miseria pero sin ese dolor nunca tendríamos ni el amor ni las otras compensaciones que nos brinda. El alienígena sufre una especie de Síndrome de Estocolmo a pesar de que al principio se ríe de los humanos, pero al final se da cuenta de la fuerza del amor. Él viene de un planeta perfecto en el que nadie necesita amor porque todo es ideal y al final prefiere quedarse con nosotros porque empieza a valorar esas pequeñas cosas que ofrece la vida para que podamos valorar la felicidad.

La escritura ha sido para usted la salvación. ¿Cuál es su recomendación para los que padecen el mal de la depresión?

Para mí la escritura fue una terapia porque pude externalizar con ella lo que pasaba por mi mente. Soy un positivo ansioso y eso ahora lo tengo muy claro. Como soy tan positivo tengo siempre la tendencia a preocuparme porque algo pueda salir mal y torcer esa felicidad. A la gente que se encuentra mal le recomiendo que cultive ese talento creativo que todos tenemos, que piense en el futuro y se marque metas porque la depresión es muy hábil y hace que las personas entren en un bucle de pensamientos negativos del que es difícil salir. Para salir de la depresión hay que escapar de la prisión de tu propia mente.

¿Por qué se ha inspirado en Shakespeare para escribir varios de sus libros?

Si eres inglés y quieres ser un buen escritor deberías de inspirarte siempre en Shakespeare. Mis dos primeros libros estaban inspirados en obras de Shakespeare, pero pienso que fue por la inseguridad propia del que empieza a escribir. Por otra parte, es un autor que me encanta porque fue capaz de mezclarlo todo: misterio, drama, tragedia y come- dia de una forma muy natural. Todo el mundo es capaz de entender sus obras.

¿Cómo ve el actual momento del periodismo?

Lo que veo es que hoy en día, gracias a las nuevas tecnologías, todo el mundo es un periodista en potencia por lo que ofrecer y garantizar credibilidad es mu- cho más importante que antes. Vivimos un momento muy apasionante en el mundo periodístico porque hoy en día podemos re- cibir información de cualquier parte del mundo y de cualquier persona.

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