Dieciocho giras en solo seis años dan para muchas experiencias. Este es el haber de una compañía que en 1991, dos años después de su fundación, recibió el espaldarazo que supone haber sido escogida por Rudolf Nureyev para realizar la última gira europea de este legendario bailarín. Desde entonces, bajo la dirección de Timur Fayziev, el Ballet de Moscú ha contado en su elenco con destacados bailarines principales. Desde hace cinco años, la moldava Cristina Terentieva se ha convertido, por su talento interpretativo, en el principal reclamo artístico de la compañía.

Después de haber interpretado a Giselle para el público de las islas a comienzos del pasado mes de diciembre, Cristina Terentieva asume de nuevo el doble reto de encarnar a Odette y Odile en El lago de los cisnes. En esta gira veraniega de la compañía la bailarina sube a los escenarios acompañada por un nuevo bailarín principal, el moldavo Anatoly Ustimov, nacido, como su nueva pareja artística, en la ciudad de Chisinau hace treinta y tres años. Ustimov sustituye a Alexei Terentiev, que esta vez interpretará el papel de Rothbart, el brujo que hechiza a Odette y a sus compañeras, convirtiéndolas en las blancas aves acuáticas que durante mucho tiempo simbolizaron un modo de entender la danza.

Apoyándose en la riqueza melódica de la partitura compuesta por Tchaikovsky, El lago de los cisnes cuenta con el favor del público desde su estreno en San Petersburgo en 1895. Además del indudable mérito artístico de la coreografía, unos de los atractivos fundamentales de este ballet se halla en el argumento que lleva a escena. Se trata de un cuento de hadas con final trágico, entre cuyas fuentes de inspiración parece probado que estuvieron, además de El velo robado de August Musäus y el cuento popular ruso El pato blanco, la trágica vida de Luis II de Baviera, el gran mecenas de Wagner.